El 'felipismo' y la Trilateral
El que un militante del PSOE, como es el caso de Luis Solana, sea coaptado por la Trilateral no es un hecho trivial: es un signo m¨¢s de la situaci¨®n absurda que domina el discurso pol¨ªtico occidental. En este discurso, las palabras, los significantes, han perdido sus propios significados, y por ello la comunicaci¨®n se convierte en obst¨¢culo para su propia finalidad. La funci¨®n natural del discurso pol¨ªtico es, por una parte, la de mantener y vehicular las relaciones del Estado con la sociedad civil, utilizando un sistema de doble direcci¨®n; por otra parte, consiste en actuar de sistema de legitimaci¨®n, basado en el concepto abstracto de soberan¨ªa popular.La ruptura del discurso pol¨ªtico conduce a una anomia sem¨¢ntica, y nos encontramos con que significantes que encierran conceptos contrarios, como Trilateral (versus capitalismo) y PSOE (versus instrumento para alcanzar el socialismo), pueden inscribirse en un mismo individuo, como haciendo posible la doble militancia capitalista socialista.
Por eso, el hombre concreto actual se encuentra, cada vez m¨¢s, perdido y aislado en su experiencia personal. No s¨®lo porque el mundo de la producci¨®n ha perdido para ¨¦l toda motivaci¨®n basada en la satisfacci¨®n de las necesidades sociales (un mundo en el que puede decirse que lo que es bueno para la General Motors es bueno para Estados Unidos y, dada la situaci¨®n real, para cualquier ciudadano del mundo occidental), sino porque el problema es todav¨ªa mayor al estar sometida su enajenaci¨®n a la seudoinformaci¨®n que contienen los discursos normativos actuales de los pol¨ªticos.
Antes, los discursos, independientemente de su funci¨®n de manipulaci¨®n, pod¨ªan servir de gu¨ªas para orientar la relaci¨®n entre la sociedad civil y la sociedad pol¨ªtica; permit¨ªan a ¨¦sta su identificaci¨®n como izquierda, derecha e incluso el falso equilibrio llamado centro. M¨¢s a¨²n: durante la dictadura el pueblo sin gran esfuerzo pod¨ªa utilizar un sistema de traducci¨®n simple basado en la inversi¨®n conceptual, de modo que lo afirmado como blanco pod¨ªa suponerse negro, y a la inversa, con buena probabilidad de acierto. Hoy, pese a que los medios de comunicaci¨®n pueden escapar totalmente a la manipulaci¨®n maniquea, hemos llegado a una situaci¨®n muy simple: la unidimensionalidad del contenido de los discursos pol¨ªticos. De esta manera, ¨¦stos, independientemente de su procedencia, encierran la misma sem¨¢ntica. As¨ª, actualmente en Espa?a los diferentes discursos, a¨²n utilizando distintos significantes, encierran la misma l¨®gica econ¨®mica: la necesidad de aumentar los excedentes empresariales.
El discurso de Felipe Gonz¨¢lez en el informe de la gesti¨®n de la Ejecutiva Federal, en el 30? Congreso del PSOE, planteaba esta l¨®gica y, para justificarla, usaba una falsa dualidad mediante lo que deber¨ªamos llamar un silogismo muy primario: "?Qu¨¦ es antes, la eficacia econ¨®mica o la eficacia social? Este debate se ha repetido hasta la saciedad, pero, cr¨¦anme, compa?eros, que sin eficacia econ¨®mica no hay eficacia social. Para repartir miseria, porque la crisis econ¨®mica no se resuelva; para repartir hambre, aunque se reparta con justicia; para eso, desde luego, los socialistas no han sido llamados a gobernar los destinos de Espa?a".
Con independencia de la curiosa referencia sobre gobernar los destinos de Espa?a, que nos evoca otros discursos y otras ¨¦pocas, se esconde una trampa l¨®gica. La eficacia econ¨®mica puede ser analizada a partir de una doble pertinencia; es decir, la eficacia para aumentar los beneficios del capital puede ser independiente de la creaci¨®n de riqueza social. Contemplado as¨ª, desarrollar la industria armamentista puede ser un buen negocio, aunque si utilizamos la pertinencia ligada a las necesidades sociales la consideraci¨®n sobre esta actividad ser¨¢ diferente. Dicho m¨¢s claramente: puede haber una eficacia econ¨®mica capitalista y una eficacia econ¨®mica socialista.
Nos encontramos frente a una situaci¨®n pol¨ªtica singular. En ella, sin romperse la coherencia se puede pertenecer a la Trilateral, o al PSOE, o a ambos a la vez. A consecuencia de esta unidimensionalidad, la sociedad civil acabar¨¢ en la apat¨ªa, en el abstencionismo creciente, pues en esta circunstancia el voto pierde su utilidad para modificar la finalidad de una determinada pol¨ªtica. Gonz¨¢lez pidi¨® los votos para el programa socialista y alcanz¨® la presidencia del Gobierno, y en aquel mismo discurso afirm¨®: "Ese mandato nos obliga no s¨®lo a gobernar para los militantes socialistas, ni siquiera para los votantes socialistas -aunque s¨ª preferentemente para los votantes socialistas-, sino para casi 40 millones de ciudadanos espa?oles". Admitida la argumentaci¨®n, es l¨®gico que, dado que todos somos ciudadanos, no vale la pena votar, ya que la opci¨®n program¨¢tica ejercida carece de sentido.
La concentraci¨®n sem¨¢ntica puede llevar a un absurdo. Si diferentes conceptos se convierten en significados vac¨ªos, nos conducen a una ideolog¨ªa no explicitada: la del Estado instrumental del capitalismo avanzado. En efecto, ante la indiferencia y la abstenci¨®n, los partidos pol¨ªticos dejan de ser tales y pierden su ideolog¨ªa; en unos casos, porque siguen siendo lo que siempre han sido, es decir instrumentos de reproducci¨®n del sistema dominante; en otros, porque dejan de ser instrumentos de transformaci¨®n social. En ambos casos dejan de ser instrumentos electoralistas en eljuego democr¨¢tico; perdida la eficacia de conseguir los votos, perder¨¢n todo sentido.
Puede ocurrir, sin embargo, que dentro de este Estado instrumental los partidos puedan convertirse en algo nuevo: en partidos de servicios. En ese caso el problema no ser¨¢ el contenido -todos vender¨¢n lo mismo, b¨¢sicamente los mismos programas-, sino vender la eficacia para su realizaci¨®n, asumiendo la palabra paradigm¨¢tica del capitalismo moderno. Ante este panorama, resulta dificil eludir el dicho castizo de "los mismos perros con diferente collar".
Hoy, que vivimos el mundo de las im¨¢genes publicitarias y del refinamiento de las t¨¦cnicas de ventas, comprobamos que todos venden la utop¨ªa del Estado, la m¨ªtica del consenso; consenso para aceptar como natural la estratificaci¨®n de la poblaci¨®n, en la que s¨®lo se reconocen diferencias cuantitativas al convertimos en iguales mediante la encarnaci¨®n en la abstracci¨®n legal llamada ciudadano.
Hay, sin embargo, todav¨ªa unos ingenuos que creemos en el socialismo y en que la estratificaci¨®n social no es cuantitativa, ya que pensamos que las diferencias tambien son cualitativas. Por ello habr¨¢ masas y elites y, por lo mismo, conflicto y lucha de clases. No se puede confundir una abstracci¨®n normativa del derecho, como el concepto de ciudadano, con el hombre concreto cuya identidad descansa en su experiencia real.
La misma l¨®gica del consenso habla de la solidaridad como valor, pero la solidaridad, aunque esgrimida para legitimar el mito de? consenso, no puede existir en su dimensi¨®n real y concreta si no se basa en una necesidad cierta de cooperaci¨®n social. Por eso no se puede ser miembro de un club capitalista al tiempo que integrante de un partido socialista; este hecho, trascendiendo la an¨¦cdota, evidencia algo mucho m¨¢s grave: que el partido socialista ha perdido gran parte de su identidad ideol¨®gica desde su 27? congreso.
Nuestra concepci¨®n de la ideolog¨ªa socialista no s¨®lo la contempla como un compendio de valores, sino como una exigencia de transformaci¨®n social, en cuya l¨®gica lo importante no son los instrumentos estrat¨¦gicos y t¨¢cticos, sino la finalidad u objetivos; lo que importa es a d¨®nde queremos llegar. En el viaje desde ese congreso hemos olvidado que la estrategia y las t¨¢cticas, en tanto que instrumentos, obligan a una praxis. Y que esta praxis modifica la realidad. Creemos que el partido ha perdido su norte y que se ha convertido en un instrumento del aparato del Estado y de a quienes ¨¦ste sirve, lo que nos lleva a la contradicci¨®n fundamental entre cap¨ªtalismo y socialismo.
La actual mayor¨ªa ha conducido al partido a ser simplemente el soporte de un populismo modernista de Estado, adaptado a este Estado instrumental eficaz de un capitalismo en crisis. Mientras que Espa?a contin¨²a en su atraso secular, hoy la ideolog¨ªa modernista ha descubierto de nuevo el krausismo liberal y racionalista del siglo XIX. Debemos transformar el estado del Estado, pero en la l¨®gica de la historia. Es decir, que hoy, en plena crisis del capitalismo, lo que hay que construir es el socialismo, y ello no s¨®lo por una exigencia ideol¨®gica o ¨¦tica, sino porque es una exigencia hist¨®rica.
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