Deseos de reducci¨®n, pero sin prisas

El Gobierno espa?ol pretende reducir a dos las cuatro bases militares de utilizaci¨®n conjunta hispano-norteamericana m¨¢s importantes, seg¨²n coinciden diversas fuentes diplom¨¢ticas y gubernamentales. Las de Rota y Mor¨®n ser¨ªan las supervivientes y desaparecer¨ªan las de Zaragoza y Torrej¨®n. Las intenciones espa?olas de disminuir la presencia estadounidense en Espa?a forman parte del dec¨¢logo sobre seguridad y defensa expuesto por Felipe Gonz¨¢lez durante el debate sobre el estado de la naci¨®n del pasado octubre.La disminuci¨®n de la presencia norteamericana en Espa?a es en el dec¨¢logo el contrapeso a la permanencia en la OTAN. Su car¨¢cter de contrapeso lo adquiere, por un lado, a partir de que el Gobierno considera que la integraci¨®n en la OTAN convierte en menos necesarias las bases, y, por otro, debido a la necesidad de encontrar argumentos que hagan m¨¢s popular el s¨ª en el refer¨¦ndum al que se someter¨¢ el dec¨¢logo al final del pr¨®ximo invierno, seg¨²n manifiestan las fuentes citadas.

El Gobierno pretende tener encauzada ya la negociaci¨®n con Washington para la reducci¨®n de bases antes de la celebraci¨®n del refer¨¦ndum; sin embargo, se considera absolutamente improbable que la reducci¨®n se aplique en un plazo tan breve. Incluso parece poco probable que los norteamericanos disminuyan sus efectivos antes de mayo de 1988, fecha en la que expirar¨¢ el actual acuerdo hispano-norteamericano.

Tres son las causas principales por las que el Gobierno espa?ol f¨ªa a tan largo plazo la disminuci¨®n de bases: la readecuaci¨®n de las necesidades estrat¨¦gicas espa?olas, el alto coste que para Espa?a tendr¨ªa el mantenimiento en solitario de estas bases (se manejan cifras que oscilan entre los 10.000 millones y los 20.000 millones de pesetas anuales) y los efectos que la marcha de los norteamericanos tendr¨ªa sobre la econom¨ªa de las ciudades de Zaragoza y Torrej¨®n.

La diplomacia espa?ola se plante¨® como una tarea de no excesiva dificultad la de convencer a Washington sobre la disminuci¨®n de sus efectivos en Espa?a. Este optimismo estaba apoyado en el hecho de que los propios estadounidenses plantearon tiempo atr¨¢s, hace 10 a?os, su posible marcha de Torrej¨®n, base ¨¦sta que los m¨¢s recientes planteamientos estrat¨¦gicos han convertido en menos imprescindible. En aquella ocasi¨®n fueron los militares espa?oles quienes pidieron a los estadounidenses que prolongaran su presencia, temerosos de los problemas organizativos y econ¨®micos que se les ven¨ªan encima.

Sin embargo, este optimismo se enfri¨® bastante cuando, el pasado mes de mayo, el entonces ministro de Asuntos Exteriores espa?ol, Fernando Mor¨¢n, le plante¨® la cuesti¨®n a su hom¨®logo estadounidense, George Shultz, que acompa?aba al presidente Ronald Reagan en su visita a Madrid. El gesto hosco de Shultz -que los diplom¨¢ticos espa?oles interpretaron como de extra?eza- hizo creer en Madrid que la tarea era menos f¨¢cil de lo que se pensaba.