La independencia en Hispanoam¨¦rica: una especulaci¨®n
Un rasgo que de manera especial me complace en el libro de Juli¨¢n Mar¨ªas sobre Espa?a inteligible es su insistencia en restablecer el papel -a veces de alcance transcendente- jugado por el azar en el desenvolvimiento de los acontecimientos que fraguan el destino tanto del individuo como de las colectividades.A este respecto, leyendo las consideraciones -en gran medida atinadas- que hace sobre el proceso de la independencia de los pa¨ªses hispanoamericanos y sobre las causas de la creciente dispersi¨®n centr¨ªfuga con que esa independencia se produjo, as¨ª como la interpretaci¨®n que nuestro fil¨®sofo-historiador ofrece de las fuertes connotaciones de reacci¨®n antiespa?ola con que la independencia de las nuevas rep¨²blicas se manifiesta, se me ocurre pensar que ah¨ª pudiera deber contarse con uno de esos factores azarosos capaces de torcer el curso de los acontecimientos, o al menos de prestarle una particular inflexi¨®n. M¨¢s de una vez en mi vida me he preguntado, contemplando el mapa del continente americano, donde en seguida salta a los ojos que la extensi¨®n territorial de Brasil es equiparable a la del conjunto de los pa¨ªses de lengua espa?ola, cu¨¢l puede haber sido la causa -que deber¨¢ ser, en todo caso, una causa hist¨®rica- de que aquel pa¨ªs surgiera desde el comienzo y se haya mantenido -pese a sus tremendos desniveles internos de todo tipo- como un cuerpo pol¨ªtico unido, mientras que ¨¦stos se encuentran divididos en multitud de Estados, varios -de ellos apenas viables, o no viables en absoluto. Y si tan chocante contraste ha de tener una causa hist¨®rica, a la historia habr¨¢ que pregunt¨¢rsela.
Veamos, pues, qu¨¦ nos dice la historia respecto de los or¨ªgenes del proceso de independencia. El punto de partida se encuentra, es claro, en la invasi¨®n de. esta nuestra com¨²n Pen¨ªnsula Ib¨¦rica por las fuerzas de Napole¨®n Bonaparte.
Los datos de la historia informan de que, para finales de 1807, y ante el -avance de las tropas francesas, el rey regente de Portugal, Juan VI, hab¨ªa decidido huir hacia las costas americanas; y ya al a?o siguiente lo hallamos instalado con su corte en R¨ªo de Janeiro, gobernando el pa¨ªs bajo el t¨ªtulo de "Imperio", luego "Reino Unido de Portugal y Brasil". Una vez pasada en Europa la tormenta napole¨¢nica, volver¨¢ el rey don Juan a Lisboa en 1821, pero dej¨¢ndose en Brasil como regente a su hijo don Pedro. Cuando, de ah¨ª a poco, las Cortes portuguesas piden al pr¨ªncipe regente de Brasil que regrese a Portugal, don Pedro se niega, pronunciando la c¨¦lebre declaraci¨®n de 9 de enero de 1822: 'Fico", es decir, "me quedo"; y el 7 de septiembre del mismo a?o proclama la independencia, siendo exaltado no muchas semanas despu¨¦s a emperador constitucional del Brasil". Sesenta y tantos a?os han de pasar antes de que, en 1889, se proclame all¨ª la Rep¨²blica; pero nadie va a cuestionar para entonces la unidad de Brasil como cuerpo pol¨ªtico...
Atendamos ahora a lo ocurrido en Espa?a bajo circunstancias parejas. Bien sabido es que, ante la presi¨®n creciente de las fuerzas francesas, y probablemente por iniciativas de Godoy, la familia real se dispone a salir de Aranjuez, donde a la saz¨®n se encontraba, rumbo a Andaluc¨ªa, con vistas a embarcar eventualmente para Am¨¦rica; pero en la noche del 17 al 18 de marzo de 1808 estalla el famoso mot¨ªn que frustrar¨ªa el proyectado viaje y precipitar¨ªa el derrumbe de la estructura institucional de la monarqu¨ªa, desencadenando las guerras intestinas que, .tanto en la Pen¨ªnsula como en Am¨¦rica, iban a llenar de ah¨ª en adelante la cr¨®nica de los pueblos hispanos durante todo el siglo XIX... y hasta ahora.
Independencia precipitada
Cabe, pues, preguntarse si, en el caso de no haberse producido el mot¨ªn de Aranjuez, que impidi¨® el traslado de la familia real espa?ola al otro lado del oc¨¦ano, el curso de los acontecimientos en los territonos ultramarinos dependientes de la Corona espa?ola no hubiera quiz¨¢ podido ser en lo fundamental an¨¢logo al que sigui¨® en aqueRos que depend¨ªan de la Corona portuguesa, manteni¨¦ndose unidos bajo un pr¨ªncipe de la dinast¨ªa borb¨®nica, tal cual deseaban algunos de los pr¨®ceres de la independencia, como -por ejemplo muy notorio- el general Belgrano. Ya s¨¦ que las especulaciones acerca de "lo que hubiera podido ser" resultan vanas; pero quiz¨¢ pueden ayudar a entender algo de lo que efectivamente ocurri¨®.
Despu¨¦s de todo, la independencia de los pa¨ªses hispanoamericanos se cumpli¨® de hecho, en unos bajo un. signo pol¨ªtico, y bajo el signo opuesto en otros, siguiendo la lucha de partidos que la quiebra del Estado mon¨¢rquico hab¨ªa desorbitado entre nuestros pueblos, tanto europeos como am. ericanos. No suele recordar la opini¨®n vulgar -pero s¨ª alude al hecho, aunque en t¨¦rminos generales, el libro de Mar¨ªas- que (y es tambi¨¦n un ejemplo elocuente) la independencia de M¨¦xico se consum¨® el a?o 1821 en defensa del poder absoluto de un Fernando VII mediatizado por el restablecimiento del constitucionalismo en la Pen¨ªnsula.
En suma, no parece demasiado arriesgada la afirmaci¨®n de que la independencia de Hispanoam¨¦rica, si no prematura, fue en todo caso ¨ªncidentalmente precipitada por la desintegraci¨®n del Estado mon¨¢rquico, ante la cual, ni siquiera los perspicaces proyectos y esfuerzos de un Bol¨ªvar consiguieron evitar, o al menos reducir, la dispersi¨®n que tan lamentables consecuencias ha tenido y tiene hasta el d¨ªa de hoy.
Babelia
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