Suspendido 'a divinis'
La raz¨®n por la que he sido suspendido del ministerio sacerdotal es mi candidatura para el Parlamento Europeo. Creo que lo que se me pide a trav¨¦s de la sentencia emitida por el tribunal de G¨¦nova es el arrepentimiento, es decir, mi dimisi¨®n como diputado. Si ello fuera la ¨²nica raz¨®n del conflicto, yo no tendr¨ªa demasiadas dificultades para enmendarme, pues nada ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil para m¨ª que renunciar a esta candidatura, puesto que el Parlamento Europeo no constituye una experiencia emocionante.Pero lo que me empuj¨® en 1984 a presentar mi candidatura en las listas socialistas no fueron meras razones pol¨ªticas, sino mi convicci¨®n de que se puede ser cura, y por tanto testigo de la experiencia de Dios, que se ha materializado a trav¨¦s de Jesucristo, s¨®lo estando dentro del mundo. S¨®lo se puede hablar de Dios cuando los problemas de la historia y del mundo, de sus tensiones y sus diferencias, se han convertido en nuestros problemas. ?sta es la condici¨®n del lenguaje religioso de nuestro tiempo.
Cuando hice la campa?a electoral en la zona m¨¢s pobre de Italia, el Mezzogiorno (el Sur), sent¨ª que no era el gusto por el esc¨¢ndalo o el sabor de la novedad lo que empujaba a los hombres y mujeres a escucharme: eran los hombres de izquierda los que sent¨ªan, a pesar de vivir al margen de una Iglesia que se identifica de hecho con el complejo poder del clientelismo democristiano, que las ra¨ªces de sus elecciones humanas, de sus vidas, son cristianas: ?Por qu¨¦ el ser cura tiene que implicar el situar entre la palabra de Jes¨²s y estos hombres el s¨ªmbolo de la Democracia Cristiana? ?Por qu¨¦ Dios tiene que parecer ante ellos como el poderoso sobre este mundo, como un juez severo que s¨®lo habla con los preceptos de la instituci¨®n eclesi¨¢stica pero que nunca es verdaderamente amigo del hombre?
Las razones que me han llevado ante los electores, por tanto, se hallan relacionadas con mi existencia como cura. Aprend¨ª en el concilio que existe el pueblo de Dios. Dios se halla presente en la vida cotidiana de cada hombre, es. el coraz¨®n el que habla al coraz¨®n. Por tanto, hay una Iglesia fuera de la Iglesia. ?Y no era al pueblo de Israel fuera de Israel al que se dirig¨ªa Jes¨²s cuando hablaba ante la multitud sin tener en cuenta a los ¨¢ridos escribas y fariseos?
No creo que la Iglesia se pueda definir s¨®lo por medio de la confesi¨®n, la misa del domingo y el voto a la Democracia Cristiana: es decir, no creo que la Iglesia se identifica con el mundo cat¨®lico. No lo creo porque el Concilio Vaticano II hizo que volvi¨¦semos a hacer una lectura de las fuentes de la fe, y por tanto nos ha hecho comprender de nuevo que Dios se halla en las experiencias cotidianas de cada hombre. Ser creyente y ser cura quere decir, por tanto, saber ayudar a cada hombre a realizar esta lectura.
Si hay algo que verdaderamente me duele, en el sentido en el que dec¨ªa Unamuno cuando afirmaba Me duele Espa?a, es Dios. Me duele Dios, que se ha convertido en el gran ausente de nuestro lenguaje. Dios al principio era un t¨¦rmino pagano que indicaba los poderes de este mundo. Cuando se dijo que Dios era ¨²nico, se dijo tambi¨¦n que era humano; que ?l, que es ¨²nico y se siente solo al igual que cada humano, ama y necesita amor. ?D¨®nde encontrar a este Dios si no es en la experiencia cotidiana, por medio del desgarro de las mediaciones conjuntas de la ley y de lo sagrado? Por estas razones, a pesar de seguir siendo cura (y llevando incluso la sotana para subrayar la continuidad), he elegido ser candidato. No porque busque el poder, porque no tengo ning¨²n poder, sino como respuesta a un impulso que en toda la Iglesia surge del esp¨ªritu de Dios y que el concilio ha convertido en una palabra comprensible y calificada para cualquier creyente, incluso para el Papa que fue elegido tras el concilio. Pero Juan Pablo II nos condujo ante una Iglesia peculiar que ni siquiera corresponde a la de P¨ªo XII. Es una Iglesia que se propone a s¨ª misma como soluci¨®n cultural y pol¨ªtica a los problemas de la historia, en un momento en el que toda soluci¨®n escapa dram¨¢ticamente a todas nuestras preguntas.
Es una Iglesia que basa su seguridad en las incertidumbres de los dem¨¢s. En esta Iglesia prefiero estar en una condici¨®n de humillado antes que en una situaci¨®n normal. Quiero manifestar, al aceptar la condena, que existe siempre la posibilidad de seguir el camino real del pueblo de Dios que el concilio ha abierto y que es el ¨²nico camino en el que es posible encontrar el rastro del dios perdido, del lenguaje extraviado, de la direcci¨®n que se ha resquebrajado. Por esto no quiero cambiar, no puedo aceptar cambiar. Espero que la Iglesia vuelva a los d¨ªas del concilio, que vuelva a ser una Iglesia de b¨²squeda y di¨¢logo, una Iglesia de simplicidad y de libertad, abierta a todos como un lugar hospitalario para los que creen, para los que dicen que creen, para los que esperan creer, para aquellos para los que la esperanza carece de objeto. Me doy cuenta de que es parad¨®jico que todo ello surja a trav¨¦s de una realidad peculiar como es la del mandato parlamentario europeo. Sin embargo, no ocurre as¨ª, a pesar de que este hecho es el que ha determinado inevitablemente la sanci¨®n y provocado el conflicto. No siempre se puede esperar ser comprendidos; lo importante es el poderlo ser. Creo que la sanci¨®n aumenta esta credibilidad precisamente porque es dolorosa y humillante. Son las ¨²ltimas palabras de las que dispongo y que quisiera pronunciar incluso tambi¨¦n para aquellos que no pueden hacerlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.