La necesidad de un giro sindical / y 2
Una de las caracter¨ªsticas de los sindicatos que explica por qu¨¦ c¨®mo organizaciones de masas son las m¨¢s numerosas es la de actuar sobre lo concreto, sobre los problemas m¨¢s directamente sentidos por los trabajadores.Consideramos que una de las causas del desapego hacia la afiliaci¨®n y encuadramiento sindicales viene dada por la propensi¨®n de las direcciones sindicales a institucionalizar el papel de los sindicatos, a dar prioridad a las relaciones hacia arriba, a plantear grandes alternativas macro m¨¢s o menos interesantes, pero de repercusi¨®n poco relevante en la pr¨¢ctica, a costa de desatender las relaciones directas hacia abajo, hacia los trabajadores.
Se est¨¢ minimizando que donde el trabajador vive m¨¢s directamente los efectos de las relaciones de poder entre las clases es precisamente en su centro de trabajo. Que es all¨ª donde siente su papel de sujeto sometido a explotaci¨®n. Que es all¨ª donde comienza el tejido de su organizaci¨®n.
Uno de los giros es prestar mucha m¨¢s atenci¨®n, medios y dedicaci¨®n al centro de trabajo, a la funci¨®n reivindicativa, a la resoluci¨®n de problemas concretos, a disputarle poder al capital en su c¨¦lula primaria. Giro que conlleva, entre otras cosas, desburocratizar la acci¨®n sindical, bastante extendida en los v¨¦rtices y en algunos ¨®rganos de base.
Y este giro no puede menospreciarse con el argumento de que los problemas fundamentales en el centro de trabajo son consecuencia de decisiones generales que se toman fuera de ¨¦l, e incluso, cada vez m¨¢s, fuera del propio pa¨ªs.
Rechazar los pactos sociales
Precisamente otro de los giros que deben producirse, el de rechazar los pactos sociales y la aqu¨ª denominada concertaci¨®n social, deviene como exigencia por cuanto el pacto social en esta etapa representa, en primer lugar, un intento ut¨®pico de incidir en las pol¨ªticas econ¨®micas gubernamentales por la v¨ªa del acuerdo en el v¨¦rtice, ante la debilidad de las relaciones de poder en las empresas. Se conforma as¨ª un c¨ªrculo vicioso en el que la justa concepci¨®n de proteger a los peor organizados y m¨¢s, necesitados -que son la mayor¨ªa- termina reflejando en los contenidos del pacto social esas desfavorables relaciones de poder en las bases, en las empresas.
Con anterioridad a la crisis, los pactos sociales, frecuentes en la Europa sindicalmente dominada por la socialdemocracia, y coherentes a su vez con el modelo sindical de gesti¨®n t¨ªpico del reformismo, no supon¨ªan retrocesos materiales para los trabajadores, aunque contribu¨ªan a perpetuar y consolidar el capitalismo.
Tras la crisis, como hemos venido se?alando, los retrocesos y el incremento del paro con el saldo que el pacto social, all¨ª donde se ha dado, no ha conseguido impedir.
Cabe admitir que en este per¨ªodo, sin tales pactos, los resultados materiales no habr¨ªan sido sustancialmente distintos.
Pero queda la razonable cr¨ªtica de si al aparecer las organizaciones sindicales implicadas en las pol¨ªticas gubernamentales, han contribuido con ello a su propio deterioro y, sobre todo, a alimentar las inhibiciones y las concepciones reformistas y conciliadoras, existentes siempre entre los trabajadores, a la par de frenar y enfriar a sectores m¨¢s combativos de la clase obrera.
No se trata, ni mucho menos, de desentenderse de las pol¨ªticas gubernamentales. Tampoco se trata de eludir la necesaria elaboraci¨®n de alternativas propias para la soluci¨®n de los grandes problemas econ¨®micos y sociales existentes, referencia imprescindible de la acci¨®n reivindicativa. Y ni que decir tiene que el poder negociador de los sindicatos debe no s¨®lo ejercitarse, sino desarrollarse.
Organizar a los parados
La cuesti¨®n es, como certeramente se?al¨® Sergio Garavini, secretario confederal de la CGIL, que "debemos colocarnos, como movimiento sindical, en una l¨®gica de clase, es decir, de organizaci¨®n y representaci¨®n del trabajo asalariado, que sea capaz de intervenir efectivamente sobre los poderes reales que influyen en lo econ¨®mico... en una articulaci¨®n de actos contractuales, y de influencia pol¨ªtica con el objetivo de hacer realidad actos del Gobierno y del poder legislativo, no en un pacto social general y en un programa econ¨®mico global, que son, si llegan a existir, apariencia de poder y sustancia de subordinaci¨®n". (Rassegna Sindicale, n¨²mero 6, del 22 de abril de 1981) (Los subrayados son m¨ªos.)
El tercer giro se refiere a la organizaci¨®n de los parados. Hasta ahora esa organizaci¨®n part¨ªa de que la situaci¨®n de paro del trabajador era en general de corta duraci¨®n y que su encuadramiento, caso de estar afiliado, deb¨ªa ser en el sindicato del sector de producci¨®n correspondiente -metal, construcci¨®n, etc¨¦tera.
Pero en la situaci¨®n actual, donde para empezar es gigantesca la cifra de j¨®venes en busca de su primer empleo, y en los dem¨¢s desempleados los per¨ªodos del paro son cada vez m¨¢s prolongados, la forma tradicional no sirve, al menos en el caso espa?ol,
El potencial movilizador y reivindicativo de los trabajadores en paro es enorme; falla su organizaci¨®n. A su vez, la especificidad de sus diferentes reivindicaciones, incluida la fundamental, que es el encontrar un puesto de trabajo, necesita de un lado entroncar su organizaci¨®n con la de los activos y, de otro lado, instrumentos propios, de representaci¨®n, y encuadramiento.
La solidaridad de clase tiene que manifestarse ayudando a la dotaci¨®n de medios materiales, de informaci¨®n, servicios y prerrogativas que hagan atractiva y potencien la organizaci¨®n de los parados.
En suma, el giro ser¨ªa promover una estructura organizativa para los trabajadores parados, equivalente a la de una federaci¨®n de industria o servicios, con autonom¨ªa y, a la vez, articulada con su correspondiente central sindical en los diversos ¨¢mbitos geogr¨¢ficos, desde la comarca y provincia hasta el nivel nacional.
La bandera del socialismo
El cuarto giro que deben dar los sindicatos es de matriz ideol¨®gica. La contradicci¨®n entre el formidable desarrollo de la ciencia y de la t¨¦cnica que hoy conocemos y la paralela y progresiva depauperizaci¨®n y marginalidad de ampl¨ªsimos colectivos sociales es consecuencia del sistema de apropiaci¨®n y utilizaci¨®n privadas de ese desarrollo, en manos cada vez m¨¢s reducidas, poderosas y sin pol¨ªtico y, social.
Es decir, el movimiento sindical debe retomar un elemento capital de movimiento obrero, como es el de inscribir toda acci¨®n sindical en la perspectiva de transformaci¨®n revolucionaria del sistema capitalista.
El objetivo del socialismo -lo de los modelos y las v¨ªas pol¨ªticas compete fundamentalmente a los partidos que aspiran a ese objetivo- decimos que debe ser retomado no como una semivac¨ªa formulaci¨®n que a modo de inercia del pasado se sigue de tarde en tarde recordando, sino como necesidad ineludible de futuro si, efectivamente, se discrepa del modelo de sociedad que bajo la iniciativa del capitalismo se est¨¢ configurando.
Es m¨¢s, la acentuaci¨®n de esa contradicci¨®n a que nos referimos crea condiciones favorables para dicho objetivo. Si insistimos en tal necesidad es porque subjetivamente, por la fuerte presi¨®n ideol¨®gica y pol¨ªtica que acompa?a la salida actual a la crisis, se est¨¢ retrocediendo tanto en la izquierda en general como en particular por el movimiento sindical.
Uno de los muchos s¨ªntomas de ese retroceso lo hallamos en la creciente subvaloraci¨®n por significativos sectores de la izquierda respecto de la clase obrera, en cuanto a su papel motor en todo proyecto transformador.
Sint¨¦ticamente dicho, se considera que la clase obrera va desapareciendo y que emerge una amplia masa de t¨¦cnicos, de nuevas profesiones, que reflejan la extinci¨®n a plazo no muy largo de los trabajos manuales y repetitivos.
En este sentido se hace preciso desmitificar el efecto de las nuevas tecnolog¨ªas y superar la estrecha concepci¨®n de que clase obrera es poco m¨¢s que la que, con mono azul, est¨¢ a pie de m¨¢quina en la industria.
Datos ilustrativos de la realidad es que a comienzos de siglo hab¨ªa, seg¨²n algunos autores, 64 millones de obreros en todo el mundo -concentrados en su gran mayor¨ªa en Europa y EE UU-, poblado entonces por 1.700 millones de seres. Aunque no disponemos de estad¨ªsticas, en la actualidad esa cifra de obreros se ha extendido a otros continentes, y se ha multiplicado bastantes m¨¢s veces que lo ha hecho la poblaci¨®n.
Sobre las nuevas profesiones, seg¨²n datos y estudios de la primera potencia econ¨®mica del mundo, EE UU, resulta que en los ¨²ltimos 10 a?os, mientras, por ejemplo, los analistas de sistemas han crecido un 17%, cre¨¢ndose as¨ª 127.000 puestos de trabajo en el sector de la inform¨¢tica, el n¨²mero de nuevos puestos de cocinero ha sido m¨¢s del triple.
Y seg¨²n la Oficina de Estad¨ªstica Laboral del Gobierno federal, de aqu¨ª a 1995 los empleos de nueva creaci¨®n de mayor amplitud ser¨¢n: secretarias, cajeros, enfermeras y vendedores. Se prev¨¦ que en 1995 se crear¨¢n 53.000 puestos en ordenadores y 800.000 de vigilantes de inmuebles.
En todos los pa¨ªses desarrollados, efectivamente, el sector de servicios est¨¢ aumentando su poblaci¨®n activa, a la par que disminuye en la industria y en la agricultura. Pero la gran mayor¨ªa de los nuevos empleos que crea no son, como se est¨¢ demostrando, ni para las categor¨ªas de t¨¦cnicos ni de trabajo intelectual.
En cualquier caso, el proceso real en el que estamos es el de un crecimiento de la masa de los proletarios. El sujeto revolucionario, la clase potencialmente transformadora, va en aumento y no al rev¨¦s, lo que en principio abre enormes posibilidades al sindicalismo de clase.
Un paso adelante
Hemos insistido a lo largo de este trabajo en el t¨¦rmino giro sindical. Se trata de un giro concebido como paso adelante, esto es, como algo ligado a la necesidad de que el sindicalismo de clase, desde su ¨¢mbito espec¨ªfico de actuaci¨®n, contribuya a que se abran camino alternativas pol¨ªticas progresistas, a que se produzca ese vuelco hacia la izquierda en la sociedad; a derrotar, en definitiva, las pol¨ªticas de la derecha o de sus leales gestores.
En suma, ese giro sindical debe propiciar un reforzamiento del papel de la clase obrera en la sociedad y, l¨®gicamente, un cambio en las correlaciones de fuerzas pol¨ªticas hoy existentes en los pa¨ªses capitalistas.
A todo ello hay que a?adir otros retos y problemas a los que tambi¨¦n debe hacer frente el sindicalismo.
Desde una mayor precisi¨®n en los an¨¢lisis de los cambios de estructura interna de la clase trabajadora, pasando por la amplia desvinculaci¨®n de t¨¦cnicos y cuadros, respecto de los sindicatos de clase, siguiendo por la reivindicaci¨®n de negociar la introducci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas y llegando hasta las cuestiones de unidad de acci¨®n y necesidad de superar barreras ideol¨®gicas para una m¨¢s amplia coordinaci¨®n del movimiento sindical europeo, podr¨ªa hacerse una extens¨ªsima relaci¨®n de cuestiones que exigen alternativas y soluciones.
Pero dada la penuria de debate sindical en nuestro pa¨ªs, por algo hay que empezar. Lo aqu¨ª planteado pretende contribuir a impulsar ese debate.
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