En favor de la psiquiatr¨ªa
Perm¨ªtame ocupar un poco del espacio de Cartas al Director y manifestarle a t¨ªtulo personal mi sorpresa y estupor ante la carta firmada por el se?or Pendas en EL PAIS del 27 de julio de 1985, en la que refleja tal n¨²mero de inexactitudes que es ¨ªmposible sustraerse a la tentaci¨®n de contestar.Resulta llamativo que nadie pretenda decirle a un cardi¨®logo c¨®mo debe tratar un infarto de miocardio y, sin embargo, cuando se trata de psiquiatr¨ªa todo el mundo se considere capacitado no ya para emitir opiniones, que para ello todos somos libres, sino para proferir juicios de valor, en algunos casos difamatorios, y ofrecer opciones terap¨¦uticas y hasta hip¨®tesis etiol¨®gicas sin mayor conocimiento que la propia intuici¨®n y, quiz¨¢, alguna lectura de divulgaci¨®n mejor o peor digerida.
La carta del se?or Pendas est¨¢ repleta de lugares comunes y de osadas ingenuidades. Para ¨¦l resulta incomprensible que se hable de reinserci¨®n social por un lado y se apliquen psicof¨¢rmacos por otro; como si las enfermedades mentales fueran una entidad ¨²nica a la que cabe dar caf¨¦ con leche para todos. Psicof¨¢rmacos que, hasta hoy, ignoraba que produjeran enfermedades ps¨ªquicas, a pesar de mis a?os de pr¨¢ctica cl¨ªnica e investigaci¨®n, ni que anulen la voluntad como manifiesta el citado se?or.
Como tantas otras veces, se confunde un conflicto situacional generador de ansiedad -el paro- y que no precisa ni psiquiatra ni psic¨®logo, con una enfermedad mental; algo as¨ª como pensar que atragantarse es lo mismo que tener c¨¢ncer de es¨®fago. Por otro lado, es preciso saber que los procesos bioqu¨ªmicos cerebrales que desencadenan una enfermedad llamada depresi¨®n precisan de f¨¢rmacos antidepresivos para alcanzar su equilibrio, como las anginas precisan de antibi¨®ticos, salvo que ahora las amigdalitis se. curen con la fuerza de voluntad del paciente-
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