?De d¨®nde es el campesino?
La guerra civil espa?ola ha producido un despliegue bibliogr¨¢fico impresionante. En todos los g¨¦neros literarios su proyecci¨®n ha sido tan copiosa como la manifiesta en documentos o en aproximaciones hist¨®ricas varias. Lo espa?ol, aplicado a guerra y con el latiguillo solidario de civil, es una se?a de identidad tan lamentable sin duda como obstinada; pero ah¨ª est¨¢. L'espoir, de Ma1raux, y sus h¨¦roes vivo/pintados (Bergam¨ªn conjugando un cristianismo musara?ero), los t¨ªtulos de Hemingway (incluso al sesgo, como el relato prodigioso Colinas como elefantes blancos o el zumb¨®n, The capital of the world, ?Madrid!), los cementerios bajo la luna de Bernanos, los poemas de Auden y de Brecht, la saga de Max Aub, los tremendos ensayos que suscit¨® la contienda -combativos, irreductibles-, la vuelta a lo narrativo, sucesiva y proliferadamente despu¨¦s. Lo religioso y lo pol¨ªtico, lo anecd¨®tico y lo especulativo. Todos los europeos, el mundo todo, abocaron o alegorizaron -cerca o lejos del avispero- sus preocupaciones y su inquietud en aquel ensayo siquiera aproximativo de la II Guerra Mundial. Ram¨®n J. Sender consigui¨®, despu¨¦s de Mr. Witt en el cant¨®n, Im¨¢n y aun el apresurado Siete domingos rojos, uno de sus mejores t¨ªtulos en la vena encendida del escritor comprometido. Con su R¨¦quiem por un campesino espa?ol traz¨® parab¨®licamente una f¨¢bula m¨ªnima en su localizaci¨®n, vasta y lacerante por el impl¨ªcito lamento frente a la devastaci¨®n del obcecamiento desbocado. [En el ¨²ltimo volumen de memorias de Canetti, El juego de ojos, irrumpe tambi¨¦n la guerra civil y desencadena un verdadero instante conflictivo entre el escritor y su adm¨ªrado Abraham Sonne, porque este -m¨¢s all¨¢ de la ciudad destruida- dice temer por las ciudades. Ese plural parece arrumbar una tragedia cercana y concreta. Pero, con ese desafuero, Sonne est¨¢ viendo arder -ya- Coventry y Varsovia, Dresde y W¨¹rzburg, Hiroshima y Nagasaki. Cuando ocurre un crimen pueden ocurrir todos, y lo perpetrado en un lugar dobla a difuntos por todos los del mundo].Fue una guerra civil espa?ola que prolifer¨® en escisiones por todas sus partes m¨¢s o menos auf¨®nomas. En definitiva, ese conjunto, y ese descoyuntamiento, es conocido como Espa?a. Espa?a es su guerra civil, a la que dedic¨®, Sender la intensa concentraci¨®n parab¨®lica del R¨¦quiem (t¨ªtulo sobrea?adido que Sender no rechaz¨®). Una adaptaci¨®n cinema.togr¨¢fica va a presentarse en Venec¨ªa y, por un momento, el adjetivo espa?ol (para campesino) pareci¨® qu¨¦ se iba a excluir. Por lo le¨ªdo, hay quien no conced¨ªa a eso mayor importancia. Me pregunto qu¨¦ respeto (si alguno) implica esa actitud. M¨¢s ac¨¢ del respeto, me pregunto el sentido pr¨¢ctico (si alguno) de tama?a eliminaci¨®n. ?De d¨®nde ser¨¢ el campesino? ?Ser¨¢ un campesino abstracto, la quintaesencia del agro, lo campesino sin m¨¢s?
Un campesino espa?ol es alguien. Y un r¨¦quiem por ¨¦l, en el marco de la guerra civil espa?ola, es algo muy digno que importa respetar y ventilar con la mejor amplitud. Y esa amplitud se la da el hecho de que deba llam¨¢rsele, como acept¨® su aragon¨¦s autor, espa?ol. Lo dem¨¢s son irredentismos sem¨¢nticos de angosta circulaci¨®n mental. O tal vez falta de informaci¨®n, simplemente.
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