El pensamiento de la derecha, hoy / y 2
Habl¨¢bamos en el art¨ªculo anterior del liberalismo como la ideolog¨ªa -m¨¢s que la filosof¨ªa: hemos sido un tanto generosos al respecto- de la derecha actual: una ideolog¨ªa que fue progresista y bombardeada por la derecha del siglo pasado como responsable de los males de Espa?a, y que hoy constituye el basamento te¨®rico de hombres como Jos¨¦ Antonio Segurado, bajo una cobertura generalizada por el pensamiento posizquierdista, l¨¦ase neoderechista. La apelaci¨®n a la liberaci¨®n individual frente y contra la paliza de quienes luchan nada menos -qu¨¦ aburrimiento escucharles- por su liberaci¨®n nacional y social, lo cual, para olfatos no puestos en hora, puede oler sin duda a nacionalsocialismo y a otras podredumbres, apunta al fen¨®meno que se?alamos: una siniestra ancilla dextrae (latinajo). El problema del pensar inerte, aferrado a categor¨ªas que correspond¨ªan a las cosas que fueron, se plantea una vez m¨¢s, pero ahora hay que atribuirlo, ?voto al ch¨¢piro!, tambi¨¦n a quienes se pretenden cr¨ªticos del conservadurismo.La lucha por la liberaci¨®n individual... Est¨¢ bien. "Ser uno mismo", dec¨ªa ya do?a Simona de Beauvoir, creo que refiri¨¦ndose al pensamiento de otro ilustre fil¨®sofo de la derecha, Jaspers, "constituye uno de los lugares comunes m¨¢s complacientes de la derecha". ?Pero con qu¨¦ se comer¨¢ eso de ser uno mismo? Mirando la realidad a trav¨¦s del teatro, que es un buen modo de explorarla, me encuentro con que hay en el escenario una tentativa, que se ha dado muchas veces, que se llama mon¨®logo: es una tentativa de reducci¨®n de la realidad humana a una aventura propiamente individual. En escena, los proyectores iluminan a un solo actor o a una sola actriz, y ning¨²n otro actor, ninguna otra actriz, aparecer¨¢n a lo largo del monodrama. El asunto resulta siempre de lo m¨¢s forzado y convencional si no es que, en definitiva, el mon¨®logo es, en realidad, la apariencia de, por lo menos, un monodi¨¢logo. Para decirlo en dos palabras: o el actor habla con el p¨²blico o habla con personajes imaginarios o coge un tel¨¦fono o se dirige a un personaje que est¨¢ en el cuarto de al lado o a un personaje presente y mudo. (Ejemplos: de tel¨¦fono, La voz humana, de Cocteau; de personaje en el cuarto de al lado, Antes del desayuno, de O'Neill; de personaje presente y mudo, La m¨¢s fuerte, de Strindberg ... ) Est¨¢ claro en estas experiencias algo como esto: que un mon¨®logo sensu strictu es una cosa imposible. El monodi¨¢logo unamuniano es, en fin, el ¨²nico mon¨®logo posible. O no; pero el mon¨®logo sensu strictu que desmintiera nuestra tesis de la imposibilidad del mon¨®logo sonar¨ªa algo as¨ª como: uhhhhh o ajjjjj, o a modo de un aullido o de un lamento silvestre. Sobre el hombre que es uno mismo y sus caracter¨ªsticas puede leerse la edici¨®n que hizo Rafael S¨¢nchez Ferlosio de las obras Los ni?os selv¨¢ticos, (le L¨²cien Malson, y Memoria e informe sobre Victor de l'Aveyron, de Jean Itard. (Los comentarios de S¨¢nchez Ferlosio no son moco de pavo, pero yo los le¨ª s¨®lo fragmentariamente.) Un texto muy breve y bello de Henri Michaux sobre El ni?o mono de Burundi es otra lectura posible. Copio tan s¨®lo un parrafito: "Pour exprimer I'inexprimable qui est en lui, le d¨¦bordant, l'inmense, le totalement inexprimable, il a un certain hurlement (...) Hurlement qui ¨¦loigne...". Es discutible que en ese ni?o mono hubiera "algo inexpresable", pero, sea como sea, todo lo que se oye: es ese terrible alarido.
Todav¨ªa hay quienes piensan -pero lo sorprendente es que esa idea prospera en gentes que se reclaman del ejercicio del pensamiento- que la sociedad es un agregado de individuos preexistentes, que en la relaci¨®n social s¨®lo encontrar¨ªan obst¨¢culos al magno proyecto de "ser ellos mismos". Me gusta recordar en ocasiones como ¨¦sta lo que Marx escribi¨® en la introducci¨®n a sus Grundrisse: aquello de que "el cazador o el pescador solos y aislados ( ... ) pertenecen a las imaginaciones desprovistas de fantas¨ªa que produjeron las robinsonadas dieciochescas", etc¨¦tera, etc¨¦tera. ?Robinsonadas dieciochescas? Todav¨ªa hoy se dan esas rob¨ªnsonadas, y con qu¨¦ frecuencia, y a cargo tambi¨¦n -?o sobre todo?- de quienes se presentan en la sociedad en calidad de macroc¨¦falos ciudadanos, 0 sea, de habitantes de los territorios propios de la intelligentsia. Quiz¨¢ un apriorismo propio de la matem¨¢tica act¨²a.aqu¨ª de modo confundente y mixtificante, pues si bien es cierto que el n¨²mero 1 es anterior al 2 en el campo matem¨¢tico -o puede que tampoco en ese campo-, lo cierto es que en la vida social humana el 2 es anterior al 1. Esto lo saben hasta los ni?os que hayan trabajado un poco con los bellos textos de Gianni Rodari: que es en el 2 cuando empieza a haber algo y, desde luego, unos. "Ex uno nihil fit", por escribir ahora otro latinajo. Rodar? llama "binomio fant¨¢stico" a esta c¨¦lula de la imaginaci¨®n narrativa. Tiene algo que ver con esto que estoy diciendo la satisfacci¨®n te¨®rica que en ocasiones he sentido al escuchar que los taurinos llaman a una banderilla medio par. ?Tienen raz¨®n! Una banderilla es, ciertamente, medio par.
Cuando se habla de estos temas (que si los intelectuales por aqu¨ª o por all¨¢, que si la concepci¨®n del ser humano o de la sociedad humana por parte de los intelectuales en este o en aquel momento, que si su noci¨®n de la funci¨®n que corresponde a su oficio en el caso de que les corresponda alguna funci¨®n social espec¨ªfica ... ) casi parece obligado traer a colaci¨®n aquel pol¨¦mico libro de Julien Benda, La trahison des clercs. Desde luego que no es obligado, pero s¨ª es interesante hacerlo ahora, aunque aqu¨ª no se haya pronunciado una palabra tan fuerte como traici¨®n. Para ¨¦l, la traici¨®n de los intelectuales -o de los cl¨¦rigos, como ¨¦l dec¨ªa- se comprobaba en el hecho de que ya no cumpl¨ªan su funci¨®n, la cual consist¨ªa para ¨¦l en "poner freno a las pasiones" de los laicos, profanos o no intelectuales. Traidores a la raz¨®n y al humanismo abstracto, los intelectuales se hab¨ªan entregado a lo que a?os despu¨¦s Sartre hab¨ªa de definir como el engagement. La posici¨®n de Sartre fue, pues, diametralmente opuesta a la de Benda: lo que para ¨¦ste significaba una traici¨®n, para el otro era una exigencia moral: comprometerse en las luchas sociales, tomar partido, de manera que los traidores habr¨ªan de ser justamente quienes rechazaran alinearse- -y hasta qui¨¦n sabe si alienarse- en la lucha del tiempo, apoyando decididamente a las clases o capas oprimidas contra las altas instancias opresoras y a las naciones en proceso de liberaci¨®n contra sus metr¨®polis imperialistas. ?Qu¨¦ queda ahora de todo aquello? Dado que parece claro que son much¨ªsimos los intelectuales que rechazan hoy el modelo Sartre (dig¨¢moslo as¨ª), ?es el modelo Benda (dig¨¢moslo tambi¨¦n as¨ª) el que est¨¢ resultando vigente? La repugnancia actual por pringarse en las luchas de liberaci¨®n nacional y/o social, ?habr¨ªa hecho feliz, o relativamente feliz, a Benda? ?Habr¨ªa llegado el final de aquella traici¨®n a la funci¨®n distante, propia de los cl¨¦rigos? ??stos habr¨ªan retornado a la pureza debida para su trabajo,- que necesita, seg¨²n Benda, no s¨®lo de desapasionamiento, sino de una cr¨ªtica de las pasiones sociales, ya de naci¨®n, ya de raza, ya de clase?
No creo que pueda decirse, ni mucho menos, que Julien Benda fue, en su momento, un pensador de la derecha; y para considerar esto que digo como v¨¢lido no hay m¨¢s que recordar que, cuando ¨¦l clamaba contra las pasiones nacionales miraba a l¨ªderes como Mussolini y a intelectuales como Charles Maurras, entre otros. Su libro es de 1927 y hay que leerlo entonces: cuando, desde luego, ya estaba en marcha desde hac¨ªa 10 a?os la revoluci¨®n sovi¨¦tica, y ah¨ª s¨ª que se advierte lo que de pensamiento propio de la derecha hay en toda autocolocaci¨®n llau d¨¦ssus de la inel¨¦e", cuando la realidad social se observa desde las alturas de la raz¨®n abstracta. Es una perspectiva desde la cual seguramente se observan las cosas como formando parte de una especie de pur¨¦ m¨¢s o menos espeso. Gulliver en Liliput es una tentaci¨®n que hace del intelectual, insensiblemente, un agent e de la derecha.
Postular la autodeterminaci¨®n individual versus las luchas de liberaci¨®n nacional y/o social es, por otro lado, como quiz¨¢ ha quedado predicho de alg¨²n modo en el curso de este art¨ªculo, una muestra de inepcia intelectual que sit¨²a a los postulantes de ese proyecto de liberaci¨®n en las afueras de un pensamiento cr¨ªtico -o sea, del pensamiento-, situaci¨®n a la que tambi¨¦n se puede llegar, desde luego, cuando uno se sit¨²a en los ant¨ªpodas del liberalismo: en el fascismo. Cualquiera puede recordar con espanto aquella pr¨¦dica de uno de los fundadores del fascismo espa?ol, Ramiro Ledesma Ramos, cuando clam¨® por el traje uniforme, contra las diferencias burguesas -las diferencias con que unos burgueses se distingu¨¦n de -otros- al grito de "?El individuo ha muerto!". Masas uniformadas, y a la porra el campo de las subjetividades. Tampoco es eso, hombre. Pero s¨ª es verdad que la autodeterminaci¨®n individual s¨®lo se puede producir en t¨¦rminos de una opci¨®n social: si usted decide excluirse del mundo de su naci¨®n -de su nacimiento- y de las luchas que ello comporta en algunos casos (luchas de liberaci¨®n nacional), o del territorio de su clase f¨¢ctica, aquella en la que uno aparece en escena como hijo, por ejemplo, de un tornero ajustador, y de la posici¨®n que ello comporta en el campo de la lucha de clases, lo cierto es que se hallar¨¢, de pronto, objetivamente asociado a otros mundos: hippies (?ya no hay?), ejecutivos, intelectuales u otro- mundillo cualquiera; y si uno decide- autodeterminar su individualidad segreg¨¢ndose de los problemas de su pueblo, se hallar¨¢ inevitablemente asociado a otro pueblo, a otro mundo o mundillo nacional, aunque ¨¦ste sea la patria... de los ap¨¢tridas, que tiene, sin duda, sus propias caracter¨ªsticas sociales., As¨ª es que ocurre lo que ocurre: por ejemplo, ah¨ª est¨¢ ese listo que estudia la situaci¨®n para salir en solitario de la ciudad con su autom¨®vil. Para ello estudia el comportamiento borreguil de sus conciudadanos y elige hora: ?la hora del listo! ?Y qu¨¦ pasa? Que cuando sale a la carretera se encuentra viajando en la nutrida compa?¨ªa de otros muchos listos; as¨ª son las cosas, y es que formamos parte de una estructura m¨¢s o menos visible o invisible. A los intelectuales tendr¨ªa que corresponder, precisamente, contribuir a la visibilidad de lo invisible. Pero, en lugar de eso, robinsonadas dieciochescas y otros cuentos... ?Qu¨¦ le vamos a hacer! En los ¨²ltimos a?os se ha formado lo que los intelectuales individualistas m¨¢s dicen odiar: una procesi¨®n (como dec¨ªa Barr¨¨s) en la que marchan. Esta procesi¨®n est¨¢ compuesta por gentes, entre otras, que recorren con gusto, al parecer, el camino que va desde sus ?ntiguos dogmatismos a sus actuales escepticismos. ?Mal asunto es ¨¦se! A m¨ª, que no me ofrezcan ninguna vela en ese entierro. Emmanuel Kant someti¨® a muy justa y severa cr¨ªt¨ªca tanto el dogmatismo, todo el mundo que haya le¨ªdo cuatro libros lo sabe, como el escepticismo que, seg¨²n ¨¦l, "nada nos promete, ni aun el descanso en una ignorancia l¨ªcita".
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