Pira
Ah¨ª est¨¢n, en primera p¨¢gina de los peri¨®dicos, con sus nombres y apellidos, reas del descomunal delito de pretender que se respeten sus derechos.No son suficientes, por lo visto, las habituales congojas del aborto; la soledad de la decisi¨®n, el temor f¨ªsico, el revuelo de los fantasmas interiores. Hay que aplicar un castigo ejemplar y convertir a las cumplidoras de la ley en delincuentes. Las muy locas osaron operarse s¨®lo porque pod¨ªan gestar un hijo subnormal o morir en pleno parto. 0 sea, nimiedades: algo turbio tendr¨¢n estas mujeres, alg¨²n tizne moral oculto y hondo. Qu¨¦ pena que no sean heroin¨®manas, como un peri¨®dico se apresur¨® a decir; pero, en fin, siempre queda el recurso de exponer sus entra?as en la prensa, de vocear su identidad, de convertirlas en las abortistas m¨¢s c¨¦lebres de la peque?a historia. Se ve que el secreto profesional no se cumple con todos los pacientes.
De los m¨¦dicos, claro est¨¢, no se ha publicado casi nada. Con ellos s¨ª que ha funcionado la reserva. No se conocen sus nombres, no se sabe qui¨¦nes han dicho que s¨ª y qui¨¦nes que no al asunto. Faltar¨ªa m¨¢s: los pobrecitos est¨¢n tan desprotegidos y angustiados. Incluso hay algunos que, sumidos en una tribulaci¨®n profunda, se han negado a practicar la operaci¨®n para no ser ellos los primeros. Es ¨¦ste, como se ve, un fino escr¨²pulo. Y qu¨¦ decir de esa atroz duda: ?Me negar¨¦ al aborto en la SS y lo practicar¨¦ privadamente en mi consulta? En fin, que los doctores andan con la conciencia en carne viva.
Lluch se ha comprometido a un riguroso control sobre el aborto. Pero su control parece estar limitado a las mujeres. "Que la ley no sea un coladero", dice Lluch, y centra as¨ª el asunto en sus verdaderas dimensiones: las perseguidas son ellas, siempre ellas. La entrada en funcionamiento de la ley se ha convertido en un acto p¨²blico de relajaci¨®n, pira de herejes. Me pregunto cu¨¢ntas mujeres habr¨¢ que no se atrevan a ejercer su derecho por miedo a pasar por tal suplicio. Ah¨ª han quedado expuestas las tres primeras, con la coroza penitencial convenientemente calada hasta las cejas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.