La fiesta nacional
Creo que nadie va a estar en condiciones de atender al emplazamiento p¨²blico hecho por el se?or Agust¨ªn Arana (el 18 de agosto), para que le sea demostrado que la fiesta de los toros no es una salvajada. Dejando aparte las connota ciones inequ¨ªvocamente. etnoc¨¦ntricas y racistas del calificativo, resulta evidente que responde a una categorizacion ¨¦tico-moral de car¨¢cter subjetivo, muy relativa y, por tanto, imposible de tratar en t¨¦rminos absolutos.No obstante, lo que s¨ª es posible objetivar son las ra¨ªces infraestructurales que generan una determinada ideolog¨ªa cultural, desde la que unos determinados actos u objetos son descalificados en base a su presunta condici¨®n de salvajes (esto es, contrarios a lo civilizado). Esta ideolog¨ªa cultural encuentra su g¨¦nesis y los signos m¨¢s claramente denotativos de su riaturaleza en factores como son:
1. La relaci¨®n entre el nacimiento del poder capitalista-burgu¨¦s y los conceptos relativos a la defensa de los animales, especialmente en conexi¨®n a la consideraci¨®n de la violencia como una actitud contagiosa, a la voluntad de ocultaci¨®n de la muerte de las bestias y de la muerte en general y a la exaltaci¨®n del criterio del utilitarismo social. En este caso me remito al interesante art¨ªculo de V. Pelosse, Imaginaire social et protection de l'animal (L'Homme, XXI/4, 1981: 5-33), y apreciaciones como la de Bataille, seg¨²n las cuales "el sacrificio es la ant¨ªtesis de la producci¨®n" (Teor¨ªa de la religi¨®n, Madrid, 1975: 53).
2. La secular actitud restrictiva mantenida por las formas m¨¢s autoritarias del Estado con relaci¨®n a la fiesta de los toros y, asociado directamente a ello, la virulenta postura antitaurina sostenida por la jerarqu¨ªa de la Iglesia cat¨®lica, siempre y en ambos casos, en nombre de la supuesta condici¨®n salvaje o inhumanitaria de la fiesta. Los ejemplos de ello ser¨ªan innumerables y est¨¢n recogidos en cualquiera de los manuales sobre la historia del toreo: de los intentos prohibitivos de Torquemada a la pol¨ªtica suavizadora del dictador Primo de Rivera. (No debe extra?ar la parad¨®jica tesitura de halcones del Estado o la Iglesia, promulgando medidas favorables a evitar sufrimientos p¨²blicos a los animales; pi¨¦nsese si no en el proverbial amor por ellos de que siempre hizo gala Adolfo Hitler.)
3. La aceptaci¨®n, en ¨²ltima instancia y como mal menor, de la fiesta como alternativa y sustitutivo de las fiestas taurinas populares. Esto explicar¨ªa el proteccionismo franquista hacia la fiesta comercializada, mientras somet¨ªa a represi¨®n (tambi¨¦n por razones de consideraci¨®n hacia el padecimiento de las v¨ªctimas) ritos at¨¢vicos como el toro j¨²bilo de Medinaceli o las Fiestas de San Juan, en Soria (a este ¨²ltimo respecto, considero extraordinariamente revelador el estudio cient¨ªfico publicado en Celtiberia (1955: 290299), por el propio CSIC, justificando la violenta prohibici¨®n de 1953). Sobre esta cuesti¨®n me remito al interesante libro de Serr¨¢n Pag¨¢n (de la universidad de Nueva York) Grazalema-Pamplona (N. Y., 1980), en el que se desctiben anal¨ªticamente los intentos estatales y eclesiales por domesticar las fiestas taurinas folcl¨®ricas, a trav¨¦s de la corrida convencional.
4. La ubicaci¨®n de todos los ritos cruentos espa?oles en el marco de la llamada cultura popular, que les hace compartir su suerte de objeto de hostilidad y desconfianza por los aparatos ideol¨®gicos y represivos oficiales. Sobre el folclore, como expresi¨®n ideol¨®gica y vital de clase, me remito a iodo lo que sobre el tema escribiera l¨²cidamente Antonio Gramsci.-
Manuel Delgado. .
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