La fiesta nacional
Acepto el reto, de hace algunos d¨ªas, lanzado por Agust¨ªn Arana en Cartas al Director a trav¨¦s de su peri¨®dico. El asunto trataba de nuestra fiesta nacional.No s¨®lo los ingleses con sus v¨¢ndalos del f¨²tbol y los mexicanos con sus peleas de gallos impresionan negativamente poco a las mentes civilizadas. Tambi¨¦n los ciudadanos de otros pa¨ªses europeos, asi¨¢ticos, americanos o africanos se entusiasman con el noble arte del boxeo hasta el punto de permitir que anualmente perezcan cantidad de p¨²giles, influyendo con todo esto escasamente en la mente de sus gobernantes. Tampoco los circuitos para carreras de coches, causantes de infinidad de v¨ªctimas, l¨¦ase, por ejemplo, Indian¨¢polis o Le Mans, nunca fueron suprimidos definitivamente a pesar de estas circunstancias. Al contrario, parece que cada vez hay m¨¢s aficionados. Y d¨ªgame este se?or si la antigua costumbre de la caza del zorro por las verdes praderas del Reino Unido constituy¨® alguna vez modelo a imitar, por otras naciones.
Todo esto en cuanto a algunos deportes y distracciones. Porque si nos pasamos, por ejemplo, a los conceptos de la palabrajusticia interpretada por algunos Estados actualmente, entonces las corridas de toros resultar¨ªan las delicias del g¨¦nero humano. Y si no, ?c¨®mo se puede denominar, hoy por hoy, a ese Gobierno de Sur¨¢frica que mantiene sin representaci¨®n parlamentaria a varios millones de hombres de color? Esto s¨ª que es una verdadera salvajada. ?Y c¨®mo puede permitirse en pleno siglo XX que en algunas naciones existan leyes que toleren la ceguera o la amputaci¨®n de alg¨²n miembro del cuerpo humano como castigo de ciertos delitos? Esto s¨ª que es una brutalidad.
Y para concluir, me limito a copiar lo que de Hemingway, el Nobel de Literatura en 1954, dijo uno de sus bi¨®grafos: "Estuvo buscando siempre el momento del estremecimiento, ese ¨²nico momento de miedo que s¨®lo se pasa con la muerte o con la victoria. Por eso se apasion¨® con la fiesta de los toros y con la caza mayor. No le bast¨® seguir la fiesta desde lejos, necesitaba poner su vida en juego, y as¨ª una vez salv¨® la vida a Antonio Ord¨®?ez sujetando con sus solas manos a un toro por los cuernos".-
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