Jer¨®nimo Podest¨¢, "En la iglesia hacen falta espacios de libertad"
, Jer¨®nimo Podest¨¢ fue vicario general de La Plata y de 1964 a 1967 obispo de Avellaneda, ciudad que se encuentra en las afueras de Buenos Aires. Desde 1972 vive con Clelia, que era su secretaria mientras ¨¦l pertenec¨ªa a la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica argentina. En 1967 Podest¨¢ present¨® su renuncia al cargo eclesial, pero no se la concedieron, hasta que en 1972 fue suspendido a divinis. Estudi¨® Derecho Can¨®nico en la universidad Pontificia de Comillas y se doctor¨® posteriormente por la universidad Gregoriana de Roma. Actualmente asiste a las sesiones que el II S¨ªnodo de Sacerdotes Casados celebra en Ariccia, cerca de Roma, y se est¨¢ convirtiendo en el principal propagandista de la causa en favor del celibato opcional. Jer¨®nimo Podest¨¢ concedi¨® una entrevista a EL PAIS.
Pregunta. ?Ha participado usted en la realizaci¨®n de los. dos s¨ªnodos, el actual y el de 1983, en favor del celibato opcional?Respuesta. No hab¨ªa participado hasta ahora. Sin embargo, en Argentina inici¨¦ trabajo pastoral con presb¨ªteros casados, ya que muchos de estos sacerdotes se encontraban en una situaci¨®n vejatoria. Estaban marginados por la Iglesia y tambi¨¦n por la sociedad civil. No ten¨ªan si quiera el status de laico, sino, que eran laicos en situaci¨®n de pecado. Por eso quise darles ¨¢nimos y ayudarles, aunque no intent¨¢bamos hacer ning¨²n movimiento. En 1973 empez¨® el terrorismo de Estado en Argentina, y como la mayor¨ªa de estos sacerdotes estaban ligados a movimientos reivindicativos, fueron blanco de los ataques fascistas. Por ese motivo tuvimos que suspender las reuniones. En el a?o 1974 recib¨ª amenazas de muerte por parte de la Triple A a trav¨¦s de cartas enviadas por esta organizaci¨®n a los diarios. Mis amigos me aconsejaron que dejara el pa¨ªs, y, por tanto, el proceso de contacto con los sacerdotes casados se cort¨®.
P. ?C¨®mo se desarrollaron los hechos desde que en 1967 se present¨® su renuncia al cargo hasta que en 1972 fue suspendido a divinis?
R. La renuncia me fue aceptada. Yo qued¨¦ como obispo sin di¨®cesis; entonces quer¨ªan ofrecerme otro cargo, me tentaban con sacarme del pa¨ªs. Se hablaba de que iban a ofrecerme el rectorado de una universidad en Sumaica y varias cosas m¨¢s. Quer¨ªan separarme de Clelia, y yo no acept¨¦ ning¨²n traslado. Si yo hubiera aceptado, quiz¨¢ me hubieran buscado un cargo en Roma. Cuando me suspendieron a divinis yo formalic¨¦ mi relaci¨®n con Clelia y empezamos a vivir bajo el mismo techo.
"Me parece vejatorio pedir dispensa"
P. ?Por qu¨¦ no ha pedido usted dispensa papal?
R. Ni la ped¨ª ni la voy a pedir. Me parece vejatorio pedir dispensa para pasar a un estado laical, porque yo sigo siendo sacerdote y obispo, les guste o no les guste. Si salgo a la calle y hay un accidente, tengo que actuar como sacerdote. Me han prohibido que p¨²blicamente act¨²e como tal, pero no me pueden prohibir que yo celebre misa en mi casa.
P. ?Cree que si su caso se hubiera planteado en los momentos actuales el resultado hubiera sido el mismo?
R. El Papa actual revive un pensamiento antiguo. Juan Pablo 1II, que condena la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, se apropia conceptos de ella. Pero eso es en el terreno social de la Iglesia, ya que en el terreno eclesial el Papa tiene una mentalidad que coincide con la preconciliar. Pienso que hubiera sido distinto con Juan Pablo I. Entonces me hubiera podido presentar en el Vaticano y discutir mi caso.
P. ?Todav¨ªa quiere plantear su caso en Roma?
R. No; ahora no tengo ning¨²n inter¨¦s. Es in¨²til, ya que Roma nunca da marcha atr¨¢s. Veo muy clara mi experiencia como sacerdote, como hombre, como obispo que encontr¨® una gran fuerza en su compa?era, en la mujer. A veces me preguntan que por qu¨¦ no regularizo mi situaci¨®n, y yo respondo que lo que Dios ha unido no lo puede separar el hombre y siento que mi uni¨®n con Clelia ha sido querida por Dios.
A m¨ª personalmente no me importa que modifiquen la ley del celibato. Yo no quiero que me abran la puerta si personalmente yo salt¨¦ por arriba. Sin embargo, veo claro que la Iglesia se ha convertido en una estructura en la que el ser humano, y especialmente el sacerdote, est¨¢ constre?ido. En la Iglesia no hay un verdadero espacio de libertad para la persona humana. Tenemos que ser ejecutores, se nos marca el camino, se nos trazan directrices. Pero no hay posibilidad de b¨²squeda personal. En la Iglesia hacen falta espacios de libertad.
El papa P¨ªo XII le pregunt¨® en una ocasi¨®n al fil¨®sofo Gilson qu¨¦ hab¨ªa que hacer para salir del impasse en el que se encontraba la filosof¨ªa cristiana. Gilson le respondi¨® que la Iglesia deb¨ªa volver a la libertad del siglo XII, cuando exist¨ªan escuelas y corrientes. Ahora la jerarqu¨ªa le dice al te¨®logo brasile?o Leonardo Boff que no puede hablar por espacio de un a?o. ?Qu¨¦ clase de libertad es ¨¦sta? ?Es que Boff es acaso un delincuente o un irresponsable? No; lo que sucede es que no les gusta y no han encontrado en qu¨¦ condenarlo.
P. ?Qu¨¦ opina sobre la producci¨®n intelectual que desarrollan los llamados te¨®logos de la liberaci¨®n?
R. Todav¨ªa recuerdo una diatriba del escritor Giovanni Papini contra los cristianos latinoamericanos. Papini afirmaba que ni siquiera ten¨ªamos una herej¨ªa, que no ten¨ªamos capacidad intelectual. Ahora sucede que por primera vez en la historia nuestros pa¨ªses tienen una producci¨®n intelectual propia. La Iglesia latinoamericana creo que es la que m¨¢s ha tenido en cuenta el esp¨ªritu del concilio, porque lo importante es el esp¨ªritu, no la letra. La teolog¨ªa de la liberaci¨®n hace abrir los ojos a la realidad y, en definitiva, hace pensar sobre los signos de los tiempos, como afirma el Concilio Vaticano II
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