Una estocada en lo alto
Plaza de Las Ventas. Madrid, 1 de septiembre.
Cinco toros de Mart¨ªnez Elizondo y tercero sobrero de El Sierro (todos para rejones), grandes, mansos, exageradamente desmochados; dieron juego.
?ngel Peralta: rej¨®n bajo descordando (vuelta por su cuenta). Rafael Peralta: Diez pinchazos con el rej¨®n -aviso-, otro descordando e insistente rueda de peones (silencio). Antonio Ignacio Vargas: Rej¨®n en lo alto y otro en el cuello (petici¨®n y vuelta). Joao Antonio Ventura: cuatro pinchazos con el rej¨®n; remata el sobresaliente Manolo Osuna de buena estocada y descabello (aplausos a ambos). Por colleras: Hermanos Peralta, cuatro pinchazos con el rej¨®n, otro bajo y rueda exagerada de peones (vuelta por su cuenta). Vargas-Ventura, tres rejones bajos; pie a tierra, Vargas, un descabello (vuelta).
Las cuadrillas y el p¨²blico puesto en pie guardaron un minuto de silencio en memoria del matador de toros Yiyo, recientemente fallecido en Colmenar Viejo.
El cuarto toro lo tuvo que matar el sobresaliente, porque el rejoneador no acertaba, y lo hizo de una estocada en lo alto y descabello. Cuando el sobresaliente sal¨ªa pertrechado de espada y muleta, al p¨²blico, empachado de galopada caballar (que una cosa es el bello rejoneo de un toro y otra de seis), le supo a fresca brisa.Y cuando esa muleta y esa espada las utiliz¨® para instrumentar unos ayudados por bajo, los justos, y cambio de mano torero, que dejaron perfectamente cuadrado el toro, le supo a fresca brisa en verde pradera ribere?a de rumoroso y cristalino r¨ªo. Luego, la estocada result¨® a volapi¨¦ neto, bajando la mano del enga?o, cruzando bien y saliendo limpiamente por el costillar, mientras el acero toledano quedaba en lo alto; por estas que s¨ª.De manera que en la corrida de toreo a caballo el triunfador -si de alguna manera hay que decirlo- fue el torero de a pie, sobresaliente desconocido para los no eruditos en tauromaquia. Manolo Osasuna es su nombre, que conviene anotar en la historia de la tauromaquia actual, no importa sea la peque?a historia, pues acert¨® a ejecutar el volapi¨¦ seg¨²n mandan los c¨¢nones y hundi¨® el estoque hasta la bola por el hoyo de las agujas, lo cual es todo un acontecimiento en esta ¨¦poca de matachines chundaratas y bajonazos solapados o francos.
El toreo ecuestre sali¨® bien, sin apenas sobresaltos ni explosiones de genialidad. Un toreo ecuestre fluido, plano, tantico vulgar, si bien realizado a nivel alto, pues el rejoneo es en estos tiempos de categor¨ªa t¨¦cnica considerable, muy superior al que hab¨ªa antes de la llegada de Lupi y dem¨¢s creadores portugueses.
El espa?ol ?ngel Peralta; que es caballero rejoneador desde la guerra (la civil, no la del 14, como creen algunos) intent¨® los virtusismos con experimentada mesura y cuando la perdi¨®, de poco se pega un porrazo. Al quinto lo corr¨ªa de costado, con enorme temple, y daba un giro" espectacular ante los pitones. Repiti¨® la suerte. y el caballo cay¨® sentado. Afortunadamente se incorpor¨® enseguida y el toro no embisti¨®.M¨¢s en forma
Su hermano Rafael, m¨¢s en forma -m¨¢s joven tambi¨¦n; as¨ª cualquiera- luci¨® su monta y su gracia torera tanto en solitario como en el n¨²mero de las colleras, pero con el rej¨®n de muerte no acertaba ni a la de tres ni a la de nueve. El presidente le dejaba intentar la suerte hasta el infinito, sin ning¨²n respeto al reglamento, que mide cu¨¢ntas veces puede entrar a matar desde el caballo un rejoneador.La calidad art¨ªstica del espect¨¢culo se remont¨® un poco con Antonio Ignacio Vargas, cuyo conocimiento de los terrenos, seguridad al clavar, autenticidad en las reuniones, consolida a grandes trancos, como los de las jacas galanas. Toda su actuaci¨®n transcurri¨® con ritmo y adem¨¢s fue el ¨²nico que consigui¨® clavar un rej¨®n de muerte en lo alto. Por esta habilidad ins¨®lita, se daba la mano con el sobresaliente.
"A porta gayola", pero de verdad, en la misma boca del chiquero, esper¨® Joao Ventura al cuarto y en dos pasadas ya hab¨ªa templado la embestida del toro. Despu¨¦s del alarde estuvo muy desigual, principalmente al clavar los hierros; lo mismo los dejaba en el morrillo que en el quinto espacio intercostal. Mas prendi¨® uno de viol¨ªn, suerte apenas vista, reuniendo al estribo y clavando arriba por a?adidura, de forma que si otros le salieron de viol¨®n, quedan condonados los errores de c¨¢lculo con aqu¨¦l bonito regalo.
Por colleras, Vargas y Ventura repitieron el abusivo acorralamiento del toro, caracter¨ªstico de este invento, y era bochornoso. Al toro le entraban en el cuerpo lacerantes hierros, tirados con las de dar no sab¨ªa desde donde; derrotaba al aire caliente de la can¨ªcula madrile?a el trauma de su indefensi¨®n, vilmente acentuada porque le hab¨ªan cortado los pitones -como a todos-, que son el arma vital y el atributo m¨¢ximo de su casta.
El toro cuajado, bello antes de la grosera manipulaci¨®n de las astas, seguramente hubiera preferido morirse, que sufrir semejhante afrenta. El Parlamento Europeo posiblemente recomendar¨¢ la supresi¨®n de las corridas de toros, seg¨²n han dejado decir. A lo mejor son las corridas de rejones. Pero es improblable; el a?o no va bueno.
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