Letan¨ªa mortal
Pepe-Hillo, Joselito, Manolete, Paquirri... Barbudo, Bailaor, Islero, Avispado... Madrid, Talavera, Linares, Pozoblanco... Desde que el toreo de a pie empieza a ordenarse hace m¨¢s de dos siglos, los nombres de matadores muertos por toros bravos en plazas de Espa?a se suceden en una l¨²gubre letan¨ªa. Han muerto al hacer el quite a un compa?ero, al adornarse con la muleta, al clavar el estoque en la suerte llamada suprema; por un exceso de pundonor o por un peque?o descuido o porque "el toro le hizo un extra?o". Yiyo, Burlero y Colmenar no son los ¨²ltimos nombres, s¨®lo los m¨¢s recientes. El d¨ªa que los toros dejen de coger, la v¨ªctima ser¨¢ la propia fiesta.El primer diestro importante muerto por asta de toro fue Jos¨¦ C¨¢ndido Exp¨®sito -contempor¨¢neo de los legendarios Hillo, Costillares y Romero- el 23 de junio de 1771 en El Puerto de Santa Mar¨ªa. Su muerte. impresion¨® a todos menos a su hijo, de ocho a?os; cuando tuvo uso de la raz¨®n se hizo torero, uno de los grandes: Jer¨®nimo Jos¨¦ C¨¢ndido.
En mayo de 1801 el diestro sevillano Pepe-Hillo acude a Madrid para matar reses de Pe?aranda de Bracamonte, temibles toros castellanos. Hillo, autor de la primera Tauromaquia y uno de los grandes maestros de todos los tiempos, est¨¢ viejo y sin facultades. Sale Barbudo, grande, bronco y bien armado. La descripci¨®n de la cogida, tras la estocada, podr¨ªa ser la del mismo Yiyo: "El toro le empunt¨® por el ca?¨®n izquierdo de su calz¨®n y, volte¨¢ndole contra sus lomos, le derrib¨® de espaldas en los suelos. Carg¨® de nuevo contra el torero inerme, le ensart¨® el cuerno izquierdo por la boca del est¨®mago y le campane¨® un largo espacio de tiempo". Goya estaba en el tendido y pint¨® la escena. Durante un mes no se corrieron toros en la Corte.
El temerario Curro Guill¨¦n
Diecinueve a?os m¨¢s tarde otro gran torero sevillano, Curro Guill¨¦n, ajust¨® un festejo en Ronda. Exist¨ªan entonces claras diferencias entre los estilos taurinos de las dos ciudades andaluzas: los alegres recortes, quiebros y cuarteos sevillanos no gustaban en la cuna del toreo serio, pausado y estoico, y las dos aficiones se llevaban a matar. Es fama que un espectador ronde?o le invit¨® sarc¨¢sticamente a Guill¨¦n a matar recibiendo a un toro que no serv¨ªa para esta suerte. El temerario Guill¨¦n -"que en ocasiones parec¨ªa llevar una venda de sangre en los ojos", seg¨²n un historiador de la fiesta- recibi¨® al toro y, a la vez, una tremenda cornada, de la que muri¨® casi inmediatamente, igual que Yiyo.
En 1862, el cordob¨¦s Jos¨¦ Rodr¨ªguez Pepete, un matador valiente pero algo basto, lidiaba toros de Miura en Madrid. Se cay¨® un picador y Pepete acudi¨® al quite. Jocinero hizo caso omiso del capote y le asest¨® a Pepete dos cornadas, una de las cuales le parti¨® el coraz¨®n, igual que le pas¨® a Yiyo. Con esta tragedia empez¨® la fat¨ªdica leyenda de los toros de Miura, y se levant¨® una viva pol¨¦mica. El destacado pol¨ªtico Salustiano Ol¨®zaga discurs¨® elocuentemente en el Congreso contra la fiesta nacional pero las corridas segu¨ªan celebr¨¢ndose.
Manuel Garc¨ªa El Espartero sali¨® de la nada para hacer c¨¦lebre la frase "M¨¢s cornadas da el hambre". Era uno de los matadores m¨¢s simp¨¢ticos y populares de la historia. Temerario pero sin recursos t¨¦cnicos, nunca se daba por vencido, y menos cuando, en mayo de 1894, acudi¨® a Madrid para matar toros de Miura. Su primero, Perdig¨®n, colorao y ojo de perdiz, le volte¨® espectacularmente al entrar a matar. Testarudo, de nuevo Manuel entr¨® por derecho, y de nuevo fue cogido. Se discuti¨® largo y tendido sobre si la muerte fue instant¨¢nea o si hubo tiempo para recibir los ¨²ltimos sacramentos.
Jos¨¦ G¨®mez Joselito era uno de los mejores diestros de todos los tiempos, un prodigio de valor y conocimiento, para quien no ten¨ªa secretos el toreo. Se, dec¨ªa que no hab¨ªa nacido la vaca que podr¨ªa parir el toro que podr¨ªa matarle, y, sin embargo, Bailaor, destartalado y burriciego, hijo de vaca de una ganader¨ªa desconocida, le quit¨® la vida en Talavera de la Reina el 16 de mayo de 1920. Desolaci¨®n total. "Si un toro ha matado a Jos¨¦, ?qu¨¦ va a ser de nosotros?", se preguntaron los coletudos. En los aniversarios de esa fecha, en todas las plazas de lapiel de toro, los toreros hacen el pase¨ªllo descubiertos y guardan un minuto de silencio para Joselito.
Con la muerte de Joselito los aficionados buscaron a un heredero. Se fijaron en Manuel Granero, un chaval valenciano de familia acomodada: era valiente, artista, buen lidiador, y en un par de temporadas -a la misma edad que Yiyo- se hizo popular¨ªsimo. El 7 de mayo de 1922 toreaba en Madrid. En los primeros pases de muleta Pocapena, del duque de Veragua, le lanz¨® contra la barrera y destruy¨® su cabeza con un certero hachazo. Granero hab¨ªa tocado el viol¨ªn con sentimiento y se interesaba por los temas art¨ªsticos. Tantos madrile?os juraron haber presenciado la tragedia que la peque?a plaza de la carretera de Arag¨®n tendr¨ªa que haber tenido el aforo del estadio Bernabeu. El acontecimiento inspir¨® a un franc¨¦s para escribir una novela er¨®tica, Historia del ojo.
Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas, cu?ado de Joselito, era un diestro incre¨ªblemente temerario. Ten¨ªa aficiones literarias y hab¨ªa estrenado con ¨¦xito varias obras teatrales. En 1934, a los 43 a?os de edad y sin facultades, decidi¨® volver a los ruedos. Esto desconcert¨® a sus amigos, porque durante meses los artistas gitanos del tablao Villa Rosa hab¨ªan venido diciendo que S¨¢nchez Mej¨ªas ol¨ªa a muerte. En el mes de agosto y de sustituci¨®n -igual que Yiyo- contrat¨® una corrida en Manzanares. Le esperaba Granadino, que le cogi¨® cuando daba uno de sus t¨ªpicos pases sentados en el estribo. A los pocos d¨ªas muri¨® en Madrid de gangrena. Su amigo Garc¨ªa Lorca escribi¨® su c¨¦lebre Llanto.
Manuel Rodr¨ªguez Manolete pensaba retirarse al t¨¦rmino de la temporada de 1947. Cada tarde los p¨²blicos le exig¨ªan m¨¢s, cada vez m¨¢s se le censuraba el toro peque?o, los pitones afeitados, la espadita de madera. En agosto de ese a?o -dos d¨ªas antes de la fecha en que cay¨® Yiyo- Manolete acudi¨® a Linares para matar reses de Miura. Despu¨¦s de la corrida s¨®lo se recordar¨ªan el pundonor, la personalidad y el arte del torero. Manolete mat¨® a Islero, que le mat¨® a ¨¦l. Igual que hizo Yiyo, con Burlero, en Colmenar...
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