La Mostra revela la creciente dependencia del cine europeo de las instituciones estatales
ENVIADO ESPECIALEl Festival de cine de Venecia llega a su segunda parte sin que aparezca a¨²n una pel¨ªcula claramente ganadora. Eso no significa que la edici¨®n de Venecia 85 sea decepcionante -el nivel medio es estimable-, sino que falta ese t¨ªtulo que logra unanimidades o que despierta pol¨¦micas encendidas, un equivalente de Fanny y Alexander o de Pr¨¦nom Carmen, las dos v¨ªas u opciones que precisa el jurado de un festival, de primera categor¨ªa para definirse.
En l¨ªneas generales, es posible detectar una serie de factores que se repiten hasta convertirse en rasgos definitorios. Por ejemplo, la progresiva dependencia de la producci¨®n europea respecto a las instituciones estatales.
Ya no se trata ¨²nicamente de las ayudas de la televisi¨®n, sino de la ayuda directa de los distitos ministerios de Cultura o de las instituciones oficiales destinadas a ayudar a la producci¨®n de filmes. Pero, cuidado, esto no significa que la libertad de los cineastas est¨¦ amenazada. Probablemente son mucho m¨¢s convencionales los trabajos que dependen exclusivamente del mercado, pero s¨ª supone la aparici¨®n de una serie de estilos y de obsesiones tem¨¢ticas que tienden a uniformizar la oferta.
As¨ª, hay un marcado predominio de la cr¨®nica hist¨®rica o de las adaptaciones literarias, ya que se trata de materiales que permiten una valoraci¨®n antes del rodaje en la fase de gui¨®n, momento en que hay que discutir la conveniencia o no de una subvenci¨®n. S¨®lo Francia -y Estados Unidos, por supuesto- escapan a la norma.
No es extra?o en este sentido que el ministerio franc¨¦s responsable de la cinematograf¨ªa recupere apenas un 5% de las cantidades que anticipa en concepto de recau daci¨®n de taquilla, pero aqu¨ª, en Venecia, la selecci¨®n francesa -Police, sans toit ni loi y, parcialmente, Tangos, l'exil de Gardel- es lo m¨¢s estimulante de entre todo lo visto hasta ahora.
Espa?a, fuera de las quinielas
La selecci¨®n espa?ola, la cinta de Pati?o y la de Betriu, no figuran en las quinielas, aunque han tenido buena acogida por parte del p¨²blico; quiz¨¢ mejor que la dispensada por la cr¨ªtica.Y quedan, entre las cintas que gozan de los favores festivaleros, t¨ªtulos como Ligstship, de Skolimowski, y No mans land, de Tanner, aunque esta ¨²ltima puede ha bernos decepcionado a quienes hemos seguido la trayectoria del director suizo.
La brit¨¢nica Legend, por razones tambi¨¦n festivaleras -el cine de consumo no es demasiado apreciado por los paladares exqui sitos de unos jurados que quisieran que el s¨¦ptimo arte fuera m¨¢s adulto y menos peterpanesco -se dir¨ªa descartada para cualquier lugar en el palmar¨¦s.
Otra cuesti¨®n, ya comentada en una anterior cr¨®nica, es la del protagonismo, al margen de las pel¨ªculas. La Mostra se quiere que sea un escaparate para la promoci¨®n de los autores, pero nunca ha renunciado al glamour que aportan las estrellas.
Pero ahora este magnetismo y popularidad lo han de compartir con los ministros de Cultura -casos Lang y Melina Mercuri y con una jet-set que se apunta al cine como otra v¨ªa para lograr la atenci¨®n de los paparazzis. Por eso hoy es noticia la presencia de Ira de Furstemberg en Venecia, acompa?ada de Paloma Picasso, esperando la llegada de Carolina y Alberto de M¨®naco. Esto, ligado a los rumores matrimoniales que unen a la princesa a Rainiero ha cen que los Grimaldi compitan con Jack Nicholson, Dustin Hoffman o Ang¨¦lica Houston.
Adem¨¢s tambi¨¦n est¨¢ anunciada la llegada de Henry Kissinger, con lo cual se dir¨ªa que los festivales, incluso los m¨¢s serios y prestigiosos, est¨¢n amenazados por la llamadas revistas del coraz¨®n, muy capaces de convertir Venecia en una sucursal de Marbella. Y ¨¦sta, despu¨¦s de que los cronistas se hayan tenido que someter a un terrible empacho de seis pel¨ªculas diarias, es una perspectiva que no se puede mirar con simpat¨ªa.
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