Otras visiones de la Rep¨²blica de Weimar
Hace unos d¨ªas le¨ª, en estas mismas p¨¢ginas, un art¨ªculo de Jos¨¦ Donoso titulado Visiones de la Rep¨²blica de Weimar, surgido de reflexiones del autor ante una exposici¨®n presentada en Chile por el Instituto Goethe sobre el arte gr¨¢fico de cr¨ªtica social de la Alemania de la Rep¨²blica de Weimar. No es, vaya por delante, mi prop¨®sito criticar a Jos¨¦ Donoso. Seleccion¨® un tema y lo trat¨® con dignidad. Pero con el paso de los d¨ªas mi mente ha ido alimentando un sentimiento mezcla de frustraci¨®n e irritaci¨®n por encontrarme -?una vez m¨¢s!- con un ejemplo en el que se discuten aspectos determinados de la vertiente humanista del proceso hist¨®rico.En esta ocasi¨®n se trata de la Rep¨²blica de Weimar. Nos encontramos con un autor que, con erudici¨®n, estilo y sentimiento, nos habla de Grosz, Gropius, Kandinski, Mann, Brecht o Canetti. Antes nos hab¨ªamos encontrado con otros. Un ejemplo: en su conocido libro La cultura de Weimar (1968, edici¨®n en castellano, Argos Vergara, 1984), Peter Gay no menciona un solo cient¨ªfico, con la excepci¨®n de dos rid¨ªculas referencias a Albert Einstein; una, como ejemplo de exiliado del nacismo, otra, a prop¨®sito de la torre Einstein, de Potsdam, la famosa, edificaci¨®n de Erich Mendelsohn.
S¨ª, ya ha aparecido. Aqu¨ª est¨¢ mi tema: el de la castraci¨®n que cotidianamente sufre la historia, la propia noci¨®n de cultura. Una castraci¨®n sin culpables aparentes. ?Por qu¨¦ vamos a acusar a Jos¨¦ Donoso por hablarnos de parcelas de la vida, de la cultura de la Rep¨²blica de Weimar? Muy al contrario, habr¨ªa que agradec¨¦rselo. Pero la mutilaci¨®n existe y no se limita al caso germano de entreguerras. ?Cu¨¢ntos, por ejemplo, nos hablan de Kelvin, de Maxwell o de otros menos c¨¦lebres al referirse a la Gran Breta?a victoriana? S¨ª, ya lo s¨¦, hay contraejemplos. Existen profesionales, intelectuales que han estudiado, profundizado, en la vertiente cient¨ªfico-t¨¦cnica de la historia de la civilizaci¨®n. Pero me atrevo a decir que no son suficientes, que todav¨ªa ofrecen m¨¢s el tipo de erudito que el de expositor social; que su tribuna es m¨¢s la monografia, la revista especializada, que el diario, la conferencia popular.
La noci¨®n de cultura es en la actualidad, al menos en nuestro entorno, s¨ª no un monopolio de los hombres de letras, s¨ª una sociedad en la que ¨¦stos son los accionistas mayoritarios. No creo que sea ni preciso ni conveniente "dar la vuelta a la tortilla", pero s¨ª equilibrar la situaci¨®n. Se dice que estamos entrando en una nueva era, la tecnol¨®gica. No es correcto. Ya estamos en ella, s¨®lo que nuestros modos de comportamiento y pensamiento, nuestras categor¨ªas, pertenecen a eras pasadas. Esto no es necesariamente malo. La velocidad con que se desarrollan las ideas cient¨ªfico-t¨¦cnicas es superior a la de la evoluci¨®n de los h¨¢bitos sociales. Una generaci¨®n humana puede albergar a muchas generaciones de ordenadores. Se crea de esta manera una tensi¨®n que debe producir -es previsible- nuevas pautas de organizaci¨®n y escalas de valores. Existe una nueva realidad a la que amoldarse y sobre la que intervenir si as¨ª queremos. C¨®mo encontrar nuestro camino en esta mara?a es el problema. Yo no pienso que el m¨¦todo, supuestamente fr¨ªo, l¨®gico, del cient¨ªfico deba ser el ¨²nico que nos indique el camino. La realidad es variada, compleja,. borrosa. Dec¨ªa Virginia Woolf en su -no s¨¦ si llamarle dram¨¢tico, s¨ª al menos vibrante- libro Una habitaci¨®n propia (1928) que la realidad contenida en una buena novela no es menos imaginaria por ser producto de la ficci¨®n, de la mente de su autor. Sin duda. No ser¨ªa posible reconstruir, entender, aprehender lo que fue la Rep¨²blica de Weimar sin tener en cuenta, por ejemplo, La monta?a m¨¢gica, de Thomas Mann; La ¨®pera de tres centavos, de Bertolt Brecht, o los dibujos de George Grosz. De ellos nos habla Donoso. Pero ?es que es posible entender la Rep¨²blica de Weimar sin referirse a su ciencia y a su tecnolog¨ªa? Cuando veo que la reconstrucci¨®n predominante de uno de los per¨ªodos m¨¢s creativos de todos los tiempos en las ciencias es una reconstrucci¨®n pol¨ªtica, humanista, se me hiela la sangre. ?C¨®mo vamos a ser capaces de encontrar ese elusivo equilibrio social al que me refer¨ªa antes s¨ª nuestras visiones de la historia, en per¨ªodos especialmente significativos adem¨¢s, est¨¢n mutiladas?
Si en 1919 aparec¨ªa Los ¨²ltimos d¨ªas de la humanidad, del austriaco Karl Kraus, y Walter Gropius fundaba la Bauhaus, ese mismo a?o Arnold Sommerfeld publicaba su influyente libro Estructura del ¨¢tomo y l¨ªneas espectrales, y los brit¨¢nicos hac¨ªan de Einstein, al observar la curvatura de los rayos de luz en un campo gravitacional, un h¨¦roe universal. Es cierto, s¨ª, que en 1922 Hermann Hesse publicaba Siddharta, pero tambi¨¦n que el mismo a?o Engl, Massole y Vogt presentaban el procedimiento del cine sonoro. Sabemos que en 1929 Alfred D?blin publicaba Berl¨ªn Alexanderplatz, pero no es menos cierto
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