Las paradojas del nuevo inquisidor
El cardenal Ratzinger -es el nuevo inquisidor de la Iglesia. Unos le critican y otros alaban la medida de Juan Pablo II de elevarle hasta las cumbres doctrinales del catolicismo.Lo curioso, sin embargo, es el viraje dado por este dirigente de la Iglesia. Cuando s¨®lo era un te¨®logo resultaba inteligente y, hasta cierto punto, abierto en sus reflexiones religiosas, hechas con una base de buena cultura y comprensi¨®n del mundo moderno.
Pero hoy nadie le reconocer¨ªa bajo la vestimenta del inquisidor. Fen¨®meno involutivo experimentado por ¨¦l que ya comenz¨® a manifestarse cuando le hicieron cardenal.
Al pensar en lo ocurrido no puede uno por menos que acordarse del famoso principio de Peter. En las grandes organizaciones, todo el mundo puede observar lo frecuente que resulta que quien est¨¢ acertadamente situado y cumple bien su funci¨®n tiende a subir, y va escalando puestos hasta que, la mayor¨ªa de las veces, llega a su nivel de incompetencia, dentro del cual ya, nadie podr¨ªa reconocer ni lo que fue ni las buenas cualidades de las que estuvo adornado. Los ejemplos. cotidianos se multiplican, lo mismo en el mundo profano que en el eclesi¨¢stico.
Pero ci?¨¦ndonos s¨®lo a este ¨²ltimo, numerosos son los casos en que sacerdotes excelentes y abiertos, al llegar a obispos, perdieron casi todo lo que de bueno ten¨ªan antes. El desconocimiento. y la contradicci¨®n empezaron poco a poco a gobernar sus pasos en el nuevo cargo hasta que hicieron irreconocible su figura anterior. Yo podr¨ªa poner tristes ejemplos de lo que digo en nuestro ¨¢mbito espa?ol. Y lo mismo ocurre cuando salimos de la ¨®rbita de nuestra naci¨®n.
Un ejemplo de altura fue el caso de Pablo VI, y en parte el de P¨ªo XII. Aqu¨¦l cay¨® en. una temerosa y neur¨®tica aprensi¨®n los ¨²ltimos a?os de su pontificado, creyendo sentir -como lleg¨® a decir- el olor al azufre de Satan¨¢s en la Iglesia. Sus enc¨ªclicas del principio, como la del di¨¢logo de la Iglesia, en comparaci¨®n con los discursos de sus ¨²ltimos tiempos suponen un abismo de diferencia. Igual dir¨ªamos de P¨ªo XII, con su magn¨ªfica enc¨ªclica sobre las interpretaciones b¨ªblicas al compararla con la temerosa Humani g¨¦neris, escrita contra la nueva teolog¨ªa, corriente fomentada por los que luego dieron el mismo giro hacia atr¨¢s -como los jesuitas Daniel¨®u y De Lubac- al ir subiendo en consideraci¨®n y altura eclesi¨¢stica.
El ¨²nico que supo mantenerse firme en sus ideas y convicciones fue un hombre grandemente sano y de fuerte arraigo evang¨¦lico -como el papa Juan XXIII. Desde profesor de seminario anuncio, y luego arzobispo y cardenal, siempre fue para adelante, llegando como Papa a escribir las mejores y m¨¢s valientes cartas enc¨ªclicas del siglo, que dieron a la Iglesia el vuelco que necesitaba, y que culminaron en el Concilio Vaticano II, que consigui¨® convocar, a pesar de la oposici¨®n de sus propios colaboradores vaticanos.
El -alem¨¢n vaticanista Ratzinger es el ¨²ltimo ejemplo de esta desgraciada ascesi¨®n al nivel definitivo de incompetencia. Ya no ve m¨¢s que peligros y enemigos en la Iglesia. Y al reaccionar emotivamente no sabe ya gobernar el tim¨®n doctrinal que tiene en sus manos, dado el importante cargo que detenta en el Vaticano, como es el antiguo Santo Oficio. Su libro Infonne sobre lafe no es m¨¢s que expresi¨®n de lo que digo: temerosas opiniones, pedir barreras contra la modernizaci¨®n de la Iglesia y dar a todo un tinte catastrofista.
Esta reacci¨®n es producto de la debilidad humana, que no sabe mantenerse firme en su pensar y sentir profundos cuando el mareo que produce la altura del cargo le impacta demasiado.
Para que se vea la variaci¨®n doctrinal de este hombre de carne y hueso veamos lo que lleg¨® a decir en ocasiones antes de esta, subida al carro del poder.
La fe, seg¨²n ¨¦l, no es algo abstracto y r¨ªgido, porque "no es un sistema de verdades, sino una entrega". ?A qui¨¦n? A una persona que atrae, la de Jes¨²s. En ¨¦l se conf¨ªa y apoya -el verdadero creyente, y no en una tabla de normas de prohibici¨®n abstractas. Por eso, en vez de ser la fe un jerogl¨ªfico puesto a la mente humana, lleno de incomprensibles misterios, es "una postura existencial".
De ah¨ª que la fe "no se puede presentar en forma abstracta", sino "mostrando a los hombres que han vivido esta postura consecuentemente hasta el final".
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Las paradojas del nuevo inquisidor
Viene de la p¨¢gina 9Muchos de los cuales fueron perseguidos, y suspectos en su ¨¦poca, como Francisco de As¨ªs, Ignacio de Loyola, Teresa de Jes¨²s , Vicente de Pa¨²l y Juan XXIII (al que intent¨® condenar el Santo Oficio antes de llegar a se? Papa).
Algunos han cre¨ªdo tambi¨¦n que la escol¨¢stica era la filosof¨ªa que necesariamente deb¨ªa salvaguardar la fe. Pero antes no pensaba eso Ratzinger, porque la fe", dice, "ya no puede anclarse fija y seguramente en ninguna parte dentro del ¨¢mbito del pensamiento humano". Parece incluso asumir el planteamiento existencial de Schlciermacher contra los abstractismos escol¨¢sticos, y piensa que el suyo es un "planteamiento inapreciable". Por eso pone como modelo a un cardenal canadiense del siglo XVIII, como el cardenal Laval, que pretend¨ªa ampliar la presencia eclesi¨¢stica de los seglares. Y hace suya la valiente postura de los 280 obispos y monjas que hab¨ªan sido consultados sobre el Concilio de Calcedonia, contestando que lo que necesitaba la Iglesia no eran "aristot¨¦licos, sino pescadores" que atrajesen almas al amor del Evangelio.
Semeja inclinarse en alg¨²n momento hacia una filosof¨ªa po¨¦tica, como lo intent¨® S¨®crates o el ¨²ltimo Heidegger, base de la teolog¨ªa que hoy se necesita. Me recordaba esto la definici¨®n que da Santayana de la religi¨®n: "Una poes¨ªa en la cual se cree".
No era tampoco ning¨²n pesimista. Para ¨¦l, "el hombre es la esperanza del hombre", ya que no hay m¨¢s regla del, esp¨ªritu que la alegr¨ªa: "Quien se alegra profunda y cordialmente..., no est¨¢ lejos del Dios del Evangelio".
Pon¨ªa como modelo al discutido y combatido obispo del siglo pasado Johann Michael Sailor, un hombre abierto a todas las cuestiones de su ¨¦poca" que luch¨® contra "la empolvada escol¨¢stica jesu¨ªtica" de algunos te¨®logos de entonces, y por ese motivo eligi¨® ese obispo como compa?eros de di¨¢logo a Kant, Jacobi y Schelling -tan mal vistos por los conformistas religiosos de entonces- y mantuvo que "la fe no est¨¢ ligada a un sistema de proposiciones..., y ha de subsistir en abierta confrontaci¨®n con el hoy". Para nada le afect¨® el enfrentamiento que tuvo con san Clemente Mar¨ªa Hofbauer, que era, seg¨²n Ratzinger, "estrecho de miras, incluso un poco reaccionario". El cuadro final es claro: se va hacia una Iglesia "peque?a", "interiorizada", "sin reclamar su mandato pol¨ªtico"; pero que nunca aparte de la "construcci¨®n del mundo" ni del "bienestar de los pobres", una Iglesia de los peque?os", que "suprimir¨¢ la cerrada parcialidad sectaria" porque tendr¨¢ que "cuestionarse continuamente por su propia racion¨¢lidad".
?C¨®mo no hemos de estar de acuerdo con estas opiniones entresacadas de la postura anterior del Ratzinger sin pretensiones de mando, y estar ahora totalmente en. contra del Ratzinger imbuido por un falso autoritarismo?
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