Cerco al 'apartheid'
La represi¨®n ya no sirve al presidente Botha, cada vez m¨¢s a¨ªslado, para contener la marea de las reivindicaciones negras
CARLOS MENDO ENVIADO ESPECIAL "Una vez que ha perdido la oportunidad de convertirse en estadista, el State president (presidente de la Rep¨²blica) no tiene otra salida que no sea entregar su cargo a personas m¨¢s capaces y dimitir. Todos aplaudir¨¢n esta decisi¨®n". Esta afirmaci¨®n no procede de ninguna organizaci¨®n extremista, surafricana, ni siquiera de alguno de los pocos l¨ªderes negros moderados que todav¨ªa no han sido encarcelados por el r¨¦gimen de Pretoria. Por el contrario, forma parte de un editorial que, con el t¨ªtulo Botha abandona, publica esta semana la respetada revista Financial Mail, de Johanesburgo, portavoz oficioso de la comunidad financiera de Sur¨¢frica, y refleja un estado de opini¨®n ampliamente extendido en los c¨ªrculos industriales y pol¨ªticos de Sur¨¢frica, que se refleja casi cotidianamente en los editoriales y en las cartas de los lectores a los peri¨®dicos.
Como en el mito de Saturno, pero a la inversa, Botha puede acabar siendo devorado por sus propios hijos; en este casa, su t¨ªmido programa de reformas, iniciado con la aprobaci¨®n de una nueva Constituci¨®n y la instauraci¨®n de un sistema parlamentario tricameral, en el que por primera vez tomaron asiento los representantes de la comunidad mestiza o coloured, compuesta por 2.500.000 de personas, y asi¨¢tica, principalmente india, formada por 870,000.
El peque?o problema de la nueva Constituci¨®n surafricana es que la abrumadora mayor¨ªa de la poblaci¨®n, compuesta por 23 millones de negros, segu¨ªa sin representaci¨®n pol¨ªtica de ninguna clase y sin ning¨²n acceso a los centros de decisi¨®n del poder pol¨ªtico. A los aproximadamente 12 millones de negros urbanos, confinados en los guetos que rodean las grandes ciudades blancas y separados de ellas por una franja de seguridad o tierra de nadie, se les continuaba excluyendo de los mecanismos de decisi¨®n de su propio pa¨ªs y s¨®lo se les conced¨ªa una participaci¨®n en los asuntos municipales de las townships o ciudades negras. Con este planteamiento, no es de extraflar que en las elecciones municipales de esas ciudades la participaci¨®n no excediera del 15 % del electorado.
EI resto de la poblaci¨®n negra, otros 12 millones aproximadamente, hab¨ªa sido establecido, en la mayor¨ªa de los casos con traslados forzosos de la poblaci¨®n, en los llam¨¢dos homelands oestados nacionales y, por tanto, seg¨²n la teor¨ªa del r¨¦gimen de Pretoria, no eran ciudadanos de Sur¨¢frica, sino de sus respectivos estados nacionales. La teor¨ªa se vino abajo por razones externas e internas. Ni uno solo de los cuatro homelands -Ciskei, Transkei, Bophuthatswana y Venda-, que cuentan con sus propios Gobie- rnos y fuerzas de polic¨ªa, ha sido reconocido por la comunidad internacional, que ve en ellos un intento m¨¢s de Pretoria de igualar en cifras de poblaci¨®n a los blancos, mestizos e indios con los negros.
Un plan fallido
Internamente, el plan de des arrollo de los bantustanes se derrumb¨® cuando el ministro principal de Kwazulu y l¨ªder de la poderosa naci¨®n zul¨², jefe Gatsha Buthelezi, con un seguimiento de seis millones de zul¨²s y una organizaci¨®n pol¨ªtica -Inkhata- de un mill¨®n de afiliados, acept¨® la autonom¨ªa, pero no la seudoindependencia que se le ofrec¨ªa. "La nacionalidad surafricana -no es negociable", declaraba Buthelezi en una entrevista con EL PAIS, en su capital de Umtuli, el pasado abril.
A pesar de algunas medidas para dulcificar el r¨¦gimen de apartheid que acompa?aron a la nueva Constituci¨®n, como la suspensi¨®n de los traslados forzosos, la anulaci¨®n de la ley que prohib¨ªa los matrimonios mixtos y las relaciones sexuales entre personas de distinto color, y la posibilidad de que los negros tuvieran acceso a la propiedad de sus casas, la puesta en marcha de la nueva Constituci¨®n, en 1983, se convirti¨® en un catalizador de sentimientos y movimientos contra el Gobierno.
De una parte, provoc¨® una escisi¨®n en el Partido Nacional, compuesto casi exclusivamente por afrikaners y en el poder desde 1948, encabezada por un ministro de Botha, el doctor Andries Treurnicht, que fund¨® el ultraderechista Partido Conservador y que en la actualidad cuenta con 18 de los 178 diputados que forman la C¨¢mara Blanca del Parlamento de Ciudad del Cabo. Para Treurnicht, que el mi¨¦rcoles pidi¨® la dimisi¨®n de Botha por blando en la represi¨®n de los disturbios raciales que asolan a Sur¨¢frica desde hace m¨¢s de un a?o, y que han producido hasta ahora m¨¢s de 675 muertos -de ellos, s¨®lo cuatro blancos-, -las reformas constituyen una amenaza a la supremac¨ªa blanca y una traici¨®n a la cultura y a.la tradici¨®n afrikaners.
Empleando una terminolog¨ªa t¨ªpicamente nazi, Treurnicht aprovecha cada discurso para hablar de la "defensa de la raza" y prevenir a un electorado principalmente rural y simplista en las antiguas rep¨²blicas boers del Transvaal y del Estado libre de Orange sobre "el genocidio blanco" que se puede producir si el Gobierno sigue adelante con su pol¨ªtica.
Por su parte, la oposici¨®n liberal blanca, principalmente de habla inglesa, encabezada por los l¨ªderes del Partido Federal Progresista, el doctor Frederick van Zyl ,Slabbert y la veterana luchadora antiapartheid Helen Suzman, denunciaron la nueva Constituci¨®n como un intento del Gobierno para perpetuar el sistema racista y entronizarlo en la Constituci¨®n. "Por lo menos, antes", declar¨® a EL PAIS en abril el doctor Van Zyl Slabbert, "el apartheid era un rosario de decisiones administrativas, pero a partir de 1983 forma parte de la Constituci¨®n".
En el otro lado del espectro pol¨ªtico, el sistema tricameral introducido provoc¨® el nacimiento del Frente Democr¨¢tico Unido, una organizaci¨®n multirracial compuesta por m¨¢s de 200 asociaciones religiosas, estudiantiles y sindicales, originalmente fundada para hacer campa?a contra la nueva Constituci¨®n y que de hecho se ha convertido en la organizaci¨®n m¨¢s activa de las todav¨ªa no declaradas fuera de la ley en la lucha contra el apartheid.
La preocupaci¨®n del Gobierno por las actividades del Frente Democr¨¢tico Unido queda demostrada por el hecho de que la mayor¨ªa de sus dirigentes se encuentra en la c¨¢rcel, incluido el doctor Alan Boesak, presidente del Consejo Mundial de las Iglesias Reformadas y anfitri¨®n del senador Edward Kennedy en su visita a Sur¨¢frica a principios de a?o. Boesak fue detenido a finales de agosto por intentar organizar una manifestaci¨®n de apoyo a Nelson Mandela, el dirigente del African National Congress (ANC), que cumple cadena perpetua desde hace 23 a?os, por lo que el Gobierno considera actividades subversivas.
El Frente Democr¨¢tico Unido comparte con el African National Congress, prohibido en Sur¨¢frica, el deseo de conseguir un Estado unitario en el que cada ciudadano tenga un voto, deseo que constituye anatema para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n afrikaner, para quienes en ?frica, el sistema de un hombre, un voto hay que entenderlo como un hombre-un voto-una vez.
El sobresalto econ¨®mico
En este contexto pol¨ªtico, la prosperidad de la poblaci¨®n blanca, asentada sobre la baratura de la mano de obra, se ha visto sacudida por la crisis del rand, que oblig¨® al Gobierno a anunciar el pasado domingo una suspensi¨®n durante cuatro meses de la deuda externa de Sur¨¢frica. Ha sido la ca¨ªda de la moneda, y no los disturbios raciales, lo que ha causado un mayor impacto entre los integrantes de la poblaci¨®n blanca, quiz¨¢ porque por primera vez la situaci¨®n pol¨ªtica est¨¢ afectando a su econom¨ªa particular.
Y una vez m¨¢s todas las cr¨ªticas se dirigen contra el presidente Botha, a quien se acusa de no haber previsto a tiempo la gravedad de la situaci¨®n econ¨®mica. El r¨¦gimen de Pretoria, que tiene su aparato de seguridad intacto y que explota a su favor ras disensiones tribales y pol¨ªticas evidentes entre la poblaci¨®n negra, no va a caer de la noche a la ma?ana. Hay que recordar que en Zimbabue, lan Smith, con unos medios infinitamente inferiores a los de Sur¨¢frica, aguant¨® durante 17 a?os el bloqueo internacional.
Pero lo que s¨ª parece evidente es que la cuenta atr¨¢s ha comenzado en este pa¨ªs y que hay mucha gente que ya se prepara a dialogar con algunos de sus l¨ªderes futuros. Prueba de ello es que una delegaci¨®n de las m¨¢s importantes compa?¨ªas surafricanas se dispone a entrevistarse esta semana en Lusaka, la capital de Zambia, con una representaci¨®n del African National Congress, que estar¨¢ encabezada por el presidente del ANC en el exterior, Oliver Tambo. Y el Gobierno norteamericano, que retir¨® a su embajador de Pretoria a ra¨ªz de la ¨²ltima incursi¨®n de las fuerzas armadas surafricanas en Botsuana, ha hecho saber de forma inequ¨ªvoca a Bothaque el African National Congress tiene que estar incluido en cualquier futura negociaci¨®n sobre los destinos del pa¨ªs.
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