Pintadas
EL JUICIO contra un profesor de bachillerato que public¨® en una revista de su instituto -en Sanl¨²car de Barrameda- la transcripci¨®n de las pintadas hechas por los alumnos en las paredes del cuarto de ba?o, siguiendo ellos una tradici¨®n escatol¨®gica que se perpet¨²a desde tiempos inmemoriales, tiene sabores de esperpento. Los profesores y alumnos de ese centro de ense?anza, dej¨¢ndose llevar de algunos signos externos de libertad, quisieron que la revista -titulada Al Andalus- fuese una publicaci¨®n abierta, con discusiones p¨²blicas sobre el contenido y colaboraci¨®n de todos. El profesor Pedro Barrios crey¨® conveniente publicar las pintadas como la exposici¨®n de un hecho reprobable. Supuso que la letra impresa tendr¨ªa un car¨¢cter revelador y ser¨ªa una especie de ejercicio freudiano, o de catarsis, para los urgidos de esta obsesi¨®n de las inscripciones en los urinarios. Pero hete aqu¨ª que algunos padres de familia -partidarios de que las expansiones de sus hijos se limitaran al chirrido del l¨¢piz sobre la cal del recinto cerrado o retrete- no estuvieron de acuerdo con el sentido pedag¨®gico -dudoso, desde luego, en cuanto a resultados- del hecho y denunciaron el caso ante el juzgado. Con mejor sentido, la mayor¨ªa de los padres de los alumnos restaron importancia al incidente y convencieron a los denunciantes para que no formalizasen la querella, no sin que el profesor hubiera sido ya trasladado de centro y de ciudad, para lo que se llama evitar roces. Pero la fiscal¨ªa de C¨¢diz consider¨® que se trataba de un delito de esc¨¢ndalo p¨²blico perseguible de oficio. No s¨®lo el profesor, sino tres de los jovenc¨ªsimos escritores fueron llamados a juicio. Hab¨ªan escandalizado. Maldito aqu¨¦l por quien el esc¨¢ndalo llegue. Frente al divino anatema, el ministerio p¨²blico concret¨® su maldici¨®n humana en peticiones concretas y solicit¨®, inicialmente, nada menos que cinco meses de arresto mayor, siete a?os de inhabilitaci¨®n profesional y 300.000 pesetas. El aut¨¦ntico esc¨¢ndalo suscitado por esa petici¨®n fiscal hizo tal vez reflexionar a quien la hac¨ªa y el ministerio p¨²blico modific¨® en la vista oral la calificaci¨®n de los hechos, pidiendo 10 d¨ªas de arresto y 30.000 pesetas de multa para cada uno de los acusados. Si se recuerda el contraste -recogido por el fiscal general del Estado en su Memoria- entre el elevado n¨²mero de procedimientos penales en curso y la baja cifra de sentencias dictadas a lo largo de 1984, este juicio en la Audiencia Provincial de C¨¢diz adquiere perfiles grotescos. La administraci¨®n de justicia se halla atascada por la proliferaci¨®n de querellas y denuncias referidas a asuntos graves y por la baja capacidad resolutiva de los tribunales. ?Tiene entonces el m¨¢s m¨ªnimo sentido que se ponga en marcha su pesada maquinaria para dirimir conflictos cuya inclusi¨®n en el ¨¢mbito penal es una decisi¨®n rayana en el absurdo? La querella del fiscal del Estado en el asunto de Las Vulpes, acusadas de haber cantado una letra indecente por televisi¨®n, mostr¨® ya la escasa sensibilidad del ministerio p¨²blico para distinguir entre conductas penalmente perseguibles y otras cuya consideraci¨®n se refiere al buen o mal gusto de las personas. El juicio contra el profesor y los alumnos del Instituto de Sanl¨²car de Barrameda indica que el fiscal del Estado y sus subordinados no se hallan demasiado dispuestos a encontrar esa "l¨ªnea de equilibrio ¨®ptimo entre la cantidad de criminalizaci¨®n y las incitaciones a la permisividad", cuya b¨²squeda, la propia Memoria de la fiscal¨ªa aconseja a los ciudadanos. La declaraci¨®n del fiscal de C¨¢diz como persona non grata por algunas fuerzas pol¨ªticas andaluzas es un hecho simb¨®lico, pero encubre la aut¨¦ntica debilidad del PSOE: su impotencia frente a un Gobierno socialista que ampara de continuo actitudes como la descrita. Si el profesor y los alumnos no fueran absueltos, nos volver¨ªamos a topar una vez m¨¢s con la reaparici¨®n, apenas encubierta, de la censura. No importa la modestia de la publicaci¨®n, su car¨¢cter local o restringido: Al Andalus forma parte de la Prensa, de la expresi¨®n del pensamiento y de la concreci¨®n de unas opiniones. No puede haber dolo en un profesor cuya intenci¨®n manifiesta era la de exponer lo que ¨¦l consideraba un mal, y tratar por este medio de evitarlo apelando a la publicidad y no al castigo directo. Y es chocante contemplar que el esc¨¢ndalo p¨²blico, para el fiscal, lo constituyen unas pintadas en el retrete. Para muchos ciudadanos el verdadero esc¨¢ndalo es la actuaci¨®n de este fiscal.
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