El pueblo ocup¨® el vac¨ªo de poder dejado por el Gobierno
Las tareas de rescate y desescombro de la capital mexicana tras el terremoto del pasado jueves contin¨²an noche y d¨ªa, mientras se extiende el temor a la difusi¨®n de enfermedades infecciosas y se abre paso una reflexi¨®n sobre las repercusiones pol¨ªticas para el futuro del pa¨ªs. Ante las ruinas del edificio Nuevo Le¨®n, en la plaza de Tiatelolco, una enfermera de 38 a?os, Mar¨ªa Teresa Rivera, da rienda suelta a su indignaci¨®n: "La culpa de todo es la baja calidad de los materiales de construcci¨®n empleados". Las consecuencias para el futuro de M¨¦xico est¨¢n claras para la mujer: "Debe haber un cambio. Tenemos que ser m¨¢s exigentes con nuestro Gobierno".
La revista Proceso titul¨® ayer su cr¨®nica principal sobre el desastre con una frase reveladora: "La solidaridad de la poblaci¨®n, en realidad fue toma de poder". El periodista Carlos Monsiv¨¢is resume en Proceso sus reflexiones ante el terremoto y escribe que "el 19, y en respuesta ante las v¨ªctimas, Ciudad de M¨¦xico conoci¨® una toma de poderes de las m¨¢s nobles de su historia, que trascendi¨® con mucho los l¨ªmites de la mera solidaridad. La conversi¨®n de un pueblo en Gobierno y del desorden oficial en orden civil. Democracia puede ser tambi¨¦n la importancia s¨²bita de cada persona".El desorden oficial parece patente si se tiene en cuenta que los edificios m¨¢s da?ados son los p¨²blicos, complejos hospitalarios, escuelas, viviendas sociales, centros paraestatales y media docena de ministerios. Con un toque de cinismo, un periodista franc¨¦s coment¨®: "esta ciudad era un monstruo, y ahora se presenta la ocasi¨®n ideal para llevarla a otra parte, si tenemos en cuenta que se destruyeron tantos edificios del Gobierno".
El terremoto puede dejar en la sociedad mexicana huellas m¨¢s profundas que las grietas y los edificios destruidos. La conciencia de la capacidad organizativa del orden civil frente al desorden oficial. La experiencia solidaria de estos d¨ªas ha evocado en algunos el movimiento estudiantil y juvenil de 1968, que acab¨® precisamente en la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, liquidado a tiros desde los altos edificios ahora desalojados por la amenaza de ruina.
Conciencia pol¨ªtica
El terremoto ha sido la segunda gran cat¨¢strofe sufrida por la capital mexicana en poco tiempo, pero no es comparable con la explosi¨®n de gas de San Juanico. En esta ocasi¨®n, las dimensiones son mucho mayores, y el desastre no ocurri¨® en un bario marginal, sino en el mismo centro del distrito federal, en zona de barrios comerciales y de clases medias, donde viven gentes mucho m¨¢s capaces de una toma de conciencia pol¨ªtica que los habitantes de un barrio marginal. Los afectados, en esta ocasi¨®n, son m¨¦dicos de hospital -que yacen bajo los escombros-, ingenieros y miembros de una capa social que tiene mucha m¨¢s capacidad de plantear exige cias al Gobierno, responsable finalmente de la calidad de las construcciones que contrata. Proceso recoge la frase de un m¨¦dico que no dio su nombre: "Es incre¨ªble que se caigan los hospitales. Es lo ¨²ltimo que deber¨ªa caer. Esto s¨®lo sucede en M¨¦xico". Dos polic¨ªas comentan ante las ruinas de un hospital: "F¨ªjate la viga que utilizaron para el edificio. Se utiliza s¨®lo para las viviendas. Los ingenieros que hicieron esto no tienen madre, deber¨ªan buscarlos y refundirlos". El otro replic¨® m¨¢s dr¨¢sticamente: "Cu¨¢nto dinero se ahorraron esos cabrones. Ya ni la chingan".
Ante las ruinas del edificio Nuevo Le¨®n, de Tlatelolco, se amonto naban la tarde del domingo, ya oscurecido, los j¨®venes que desea ban sumarse a las brigadas de rescate. Los reflectores iluminaban el impresionante mont¨®n de ruinas, por los altavoces se daban ¨®rdenes. Los civiles trabajaban y desescombraban y los soldados y polic¨ªas vigilaban la zona. Un teniente coronel mandaba a los soldados, que confirmaban que s¨®lo ten¨ªan la orden de evitar el pillaje y guardar el orden. En la calle lateral de la avenida, varias enfermeras vacunaban e invitaban a vacunarse contra el t¨¦tano y el tifus, porque crece cada hora el temor a las infecciones.
La labor de las tareas de rescate se enfrenta a un dilema grave: intentar rescatar posibles supervivientes; hay que trabajar con cuidado al desescombrar para no matarlos con la maquinaria pesada. Al mismo tiempo, cada d¨ªa que los cad¨¢veres permanecen sepultados aumenta el riesgo de epidemias.
En algunas zonas de la ciudad se aprecia el olor a la descomposici¨®n de los cad¨¢veres. La capacidad de supervivencia es a veces asombrosa. El mismo domingo, hacia las seis de la tarde, hora local (dos de la madrugada, hora peninsular espa?ola), sacaron viva en Tlatelolco a una anciana de unos 70 a?os.
10 d¨ªas sepultados
Expertos franceses comentaron que en ocasiones hab¨ªan rescatado con vida a personas sepultadas tras 10 d¨ªas bajo los escombros. La radio ped¨ªa el lunes a las siete de la ma?ana: "Por favor, env¨ªen urgentemente aire comprimido a la esquina de Ju¨¢rez y Reforma. All¨ª se encuentran, bajo los escom bros, 10 personas vivas".Los rescates de personas con vida rompieron todas las leyes de la l¨®gica, y lleg¨® a salvarse a beb¨¦s reci¨¦n nacidos que hab¨ªan quedado muchas horas sin alimentos bajo los montones de cascotes. Tambi¨¦n han aparecido ni?os de los que no se sabe a que familia pertenecen.
Con gesto desesperado segu¨ªan las tareas de desescombro dos hombres el domingo por la tarde en Tlatelolco. El m¨¢s joven se indign¨® ante las preguntas del periodista y replic¨® airado: "Aqu¨ª no estamos en un circo". El otro explic¨® con gesto conciliador: "No se moleste, se?or. Es mi hermano, y llevamos aqu¨ª tres d¨ªas. Mi mam¨¢, dos hermanas y dos sobrinos est¨¢n sepultados all¨ª. Estamos un poco nerviosos y por eso reacciona as¨ª". El hombre no confiaba en recuperar a su familia con vida. Las brigadas excavaban por otra parte del punto donde se supon¨ªa enterrados a sus familiares.
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