La importancia de las armas antisat¨¦lite
La oferta sovi¨¦tica de reducir los arsenales nucleares de las dos potencias en un 50%, si se confirma y efectivamente se refiere al n¨²mero de cabezas nucleares y no simplemente al de lanzadores o veh¨ªculos de transporte, ser¨ªa la m¨¢s dr¨¢stica de la breve historia de las negociaciones sobre control de armamentos. No obstante, la determinaci¨®n estadounidense de seguir adelante con la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI) puede crear dificultades insalvables para la consecuci¨®n de un acuerdo. Tales dificultades tender¨¢n a concentrarse en una negociaci¨®n previsible para la limitaci¨®n del desarrollo y prueba de armas contra sat¨¦lites.Durante las ¨²ltimas negociaciones START sobre control de armas nucleares estrat¨¦gicas, que fracasaron a finales de 1983 tras el despliegue en Europa de los primeros misiles de crucero, Estados Unidos propuso a la URSS un l¨ªmite m¨¢ximo de 5.000 cabezas nucleares para cada una de las dos partes implicadas en el intento de acuerdo.
La actual propuesta sovi¨¦tica dejar¨ªa menos de 4.000 cabezas nucleares en los arsenales estrat¨¦gicos de las dos potencias, que hoy re¨²nen a m¨¢s de 7.000 cada uno. Se entiende, por ello, que la oferta de Gorbachov haya sido acogida con inter¨¦s en Washington. Pero las divergencias de las dos partes en torno a la SDI de Ronald Reagan sugieren que el objetivo actual de la URSS es reforzar y ampliar el proceso de la SALT, en tanto que EE UU trata de modificar sustancialmente su contexto, por entender que los acuerdos vigentes no han contribuido significativamente, durante sus 13 a?os de vigencia, al control de armamentos.
El contexto de los acuerdos SALT es el Tratado sobre Limitaci¨®n de Defensas Antimisiles (ABM). Firmado conjuntamente con el SALT 1, por Richard Nixon y Le¨®nid Breznev, en Mosc¨², el 25 de mayo de 1972, el tratado ABNI no es un mero ap¨¦ndice. Recoge la verdadera esencia de las SALT, en la medida en que una limitaci¨®n de las defensas permiti¨® pensar en la posibilidad de limitar las armas ofensivas. El proceso SALT responde, de hecho, al principio de la Destrucci¨®n Mutua Asegurada (MAD) enunciado en los a?os sesenta, cuando Robert Mac Namara estaba al frente del Departamento de Defensa. Seg¨²n esa doctrina, todav¨ªa vigente, lo importante para evitar la guerra nuclear no es protegerse, sino convencer al adversario de que si ataca tambi¨¦n ¨¦l ser¨¢ destruido.
En consecuencia, el nivel de defensas impuesto por el tratado ABM es pr¨¢cticamente nulo, tan insignificante que EE UU renunci¨®, en 1975, a su ¨²nico derecho de proteger su base de Grand Forks, en Dakota del Norte, para el lanzamiento de misiles Minuteman, a pesar de que la URSS conserva su sistema Galosh de defensa de Mosc¨².
Con objeto de impedir la carrera defensiva en el futuro, el tratado proh¨ªbe, adem¨¢s, el "desarrollo, prueba o despliegue de sistemas ABNI o sus componentes basados en el mar, en el aire, en el espacio o en tierra si son m¨®viles".
Un banco de pruebas
Los primeros acuerdos SALT tuvieron, sin embargo, dos defectos, que todav¨ªa se arrastran en el proceso del control de armamentos: no impusieron l¨ªmites sobre el n¨²mero de cabezas nucleares (en 1972, EE UU llevaba ventaja e incluso hab¨ªa efectuado pruebas en el campo de los misiles dotados de cabezas m¨²ltiples y reorientables) ni incluyeron ninguna previsi¨®n para limitar el desarrollo y prueba de las armas antisat¨¦lites. En principio, un sistema antisat¨¦lite puede servir a la vez como elemento y como banco de prueba de un sistema de defensa antimisiles.
La Administraci¨®n norteamericana afirma ahora que la SDI es un proyecto de investigaci¨®n pura -tal y como desean los sovi¨¦ticos-, la cual no est¨¢ prohibida por el tratado ABM, pero a?ade, sin m¨¢s explicaciones, que podr¨¢ superar las fases de desarrollo y prueba sin que se violen los acuerdos vigentes.
La URSS -que tiene desplegada en Tyuratam una base de lanzamiento de misiles antisat¨¦lites- present¨® en 1981 a EE UU un borrador de un tratado para prohibir el estacionamiento "de cualquier tipo de armas en el espacio". Desde marzo de 1984, la Administraci¨®n Reagan rechaza la posibilidad de negociar limitaciones sobre las armas antisat¨¦lites. El tema volver¨¢ a surgir ahora en Ginebra, y sobre ¨¦l incidir¨¢n todas las diferencias de principio que separan a los dos negociadores.
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