La violenta recreaci¨®n de Euskadi
A finales del pasado siglo, el nacionalismo vasco hab¨ªa creado Euskadi. ETA lo recrea. ETA es la violenta recreaci¨®n de Euskadi. Coloca su primera bomba en julio de 1961, cuando los medios eran todav¨ªa precarios y la militancia muy reducida. Pese a ello, en mayo de 1962 celebra su primera asamblea, donde se autodefine como "movimiento revolucionario vasco de liberaci¨®n nacional creado en la resistencia patri¨®tica". No tardar¨¢ en producirse en la incipiente organizaci¨®n un intenso debate en torno al uso de la violencia. En 1964, ETA Publica un documento de significativo t¨ªtulo: La insurrecci¨®n en Euskadi. En ¨¦l se sientan las bases en favor de lo que da en denominar como lucha armada. Se aduce para ello que no cabe otra opci¨®n frente a la represi¨®n franquista. Sin embargo, algunos datos revelan ya que nos encontramos ante la elaboraci¨®n de un teorema del terror cuyo delirio perpetuar¨¢ bajo la democracia los argumentos esgrimidos frente a un r¨¦gimen autoritario. El ingrediente que produce tan obnubilada distorsi¨®n no es otro que la m¨ªstica nacionalista. En uno de los textos que servir¨¢n como armaz¨®n ideol¨®gico a ETA se dec¨ªa: "Es una obligaci¨®n para todo hijo de Euskal Herr¨ªa oponerse a la de snacionaliz aci¨®n, aunque para ello hayan de emplearse la revoluci¨®n, el terrorismo y la guerra". Estamos ante una de las formulaciones cl¨¢sicas del trance nacionalista: el milenarismo. Milenarismo que consiste en la actitud de atribuir un valor absoluto al objetivo de la independencia nacional. Es precisamente esta concepci¨®n la que conlleva el cinismo de un fin exclusivista que bendice todos los medios. Aqu¨ª encuentra acomodo el recurso a la violencia y el terrorismo. A la postre, ejercitarlo en un contexto de dictadura o democracia es accesorio: nada ha de cambiar hasta el d¨ªa de la paradisiaca liberaci¨®n final.A lo largo de la tortuosa evoluci¨®n de ETA se har¨¢ patente una tensi¨®n irresoluble entre los postulados del milenarismo separatista y la eventual lucidez de una pr¨¢ctica no sujeta a dogm¨¢ticas absolutizaciones de lo pol¨ªtico. Tal ser¨¢ el caldo de cultivo de sucesivas escisiones. La primera no tardar¨¢ en producirse. En 1965, las circunstancias permiten que la oficina pol¨ªtica de ETA quede en manos del sector m¨¢s obrerista de la organizaci¨®n, tradicionalmente menos nacionalista y m¨¢s inclinado a la acci¨®n de masas que al predominio de una estrategia basada en las armas. En efecto, no fue tanto el marxismo lo que indujo a la violencia como el fanatismo nacionalista. El temor de aquella tendencia radicaba en que la organizaci¨®n entera quedase polarizada por una actividad de car¨¢cter militar. Dicha direcci¨®n ser¨¢ pronto contestada, formalmente acusada de desviacionismo espa?olista y expulsada en 1966, con motivo de la V Asamblea de ETA. La facci¨®n nacionalista acabar¨¢ haci¨¦ndose con el control del aparato, ahora reestructurado en diversos frentes. Se acepta, a partir de entonces, el principio de la espiral acci¨®n/represi¨®n/acci¨®n, estrategia que se materializar¨¢ con el inicio de las operaciones terroristas propiamente dichas en 1967 y en 1968 con los primeros asesinatos. Pese a todo, en 1970 ETA se encuentra de nuevo dividida y en un estado cr¨ªtico. La represi¨®n
ha hecho estragos, y ello, unido a la falta de cohesi¨®n interna, provoca una situaci¨®n casi agonizante. Pero el espect¨¢culo ofrecido con motivo del proceso de Burgos hizo revivir a ETA de entre sus cenizas.
Celebrado a finales de 1970, en el proceso de Burgos son inculpados 16 nacionalistas vascos, acusados, entre otros presuntos delitos, de bandidaje, rebeli¨®n militar y terrorismo. La repercusi¨®n nacional e internacional del acontecimiento fue extraordinaria. El car¨¢cter publicitario y propagand¨ªstico del terrorismo contempor¨¢neo determin¨® que aquel proceso supusiera para ETA un importante triunfo: ser¨¢ el acicate que permita a la organizaci¨®n recomponerse. El franquismo se convert¨ªa as¨ª en valedor de ETA, a la que buena parte de la opini¨®n p¨²blica otorgaba una imprecisa simpat¨ªa, en la falaz convicci¨®n de que se trataba de j¨®venes que ejerc¨ªan una bizarra resistencia contra la ominosa dictadura.
Tama?a mitificaci¨®n era un espejismo que, cual oneroso lastre, acompa?ar¨¢ las disquisiciones de una sociedad persuadida de que la instauraci¨®n de la democracia acarrear¨ªa como inevitable la desaparici¨®n del terrorismo. Pero ETA no luchaba contra la dictadura, sino contra esa comunidad pol¨ªtica que llamamos Espa?a. Ya lo hab¨ªan advertido: "El antifranquismo lucha contra Franco como si no hubiera represi¨®n espa?ola sobre Euskadi. Nosotros luchamos contra la opresi¨®n espa?ola sobre Euskadi como si no hubiese Franco".
Meses despu¨¦s de su VI Asamblea, ETA reivindica el sorprendente y enigm¨¢tico atentado que puso fin a la vida del almirante Luis Carrero Blanco. Corr¨ªa el invierno de 1973 y el franquismo perd¨ªa al titular y garante de la continuidad. El previsible agotamiento de tan acaudillado r¨¦gimen cataliza la reflexi¨®n en algunos sectores de la organizaci¨®n clandestina. Pensar es algo frecuentemente subversivo en colectivos articulados casi exclusivamente por la coordinaci¨®n jer¨¢rquica e imperativa de las pistolas, y no en vano ser¨¢, una vez m¨¢s, ocasi¨®n de cisma. Aunque la lucha armada no era a¨²n cuestionada en el seno de ETA, la creciente autonom¨ªa y prepotencia del frente militar se hac¨ªa insoportable para el frente obrero. En la c¨²pula dirigente predominaban las tesis proclives a conciliar la actividad armada con una acci¨®n pol¨ªtica de masas. El frente militar critica duramente tales posiciones y opta por reducir el aparato a una estructura militar. Es as¨ª como se consuma, en el oto?o de 1974, la ruptura entre ETA Militar (ETAm) y ETA Pol¨ªtico-militar (ETApm).
Alborea la transici¨®n y, con ella, la liza de diversos intereses por un acceso privilegiado a la nueva redistribuci¨®n de poder e influencia. Es el momento en que cristalizan las matrices que habr¨¢n de informar la ulterior evoluci¨®n de ETA, en virtud de valoraciones diferentes y, a posteriori, antit¨¦ticas. ETAm no altera su estrategia. El obcecamiento en la lucha armada agota cualquier atisbo de reflexi¨®n cr¨ªtica. Tras haber estado al borde mismo del desmantelamiento, la rama pol¨ªtico-militar alcanza 1976 sumido en graves controversias internas. En la organizaci¨®n se especulaba ya con el hecho de que Espa?a estuviera en el umbral de una democracia liberal. Tal posibilidad requer¨ªa subordinar la pr¨¢ctica armada al quehacer pol¨ªtico. Para ello se elabor¨® la teor¨ªa del desdoblamiento o disociaci¨®n funcional entre una acci¨®n pol¨ªtica, necesitada de mayor capacidad, y la lucha armada, que deber¨ªa perder su car¨¢cter ofensivo. Lo trascendental de dicha propuesta es que postulaba la creaci¨®n de, un partido pol¨ªtico, lo cual constituye el inicio de un proceso encaminado a paliar la desatada violencia emanada del conflicto nacionalista. De tal suerte que aquel partido vendr¨¢ a ser Euskal Iraultzarako Alderdia (EIA), germen de lo que despu¨¦s ser¨ªa Euskadiko Ezkerra, formaci¨®n comprometida institucionalmente y mediadora de lo que, entre 1981 y 1982, supondr¨¢ el abandono de la violencia y autodisoluci¨®n de la VII Asamblea de ETApm.
Con frecuencia se minimizan o ignoran las diferencias entre ETAm y ETApm, decantadas en el per¨ªodo al cual acabo de hacer referencia. Empero son respuestas netamente distintas a la tensi¨®n bipolar generada entre la actividad pol¨ªtica y la lucha armada, con el trasfondo de una eventual restauraci¨®n democr¨¢tica. La din¨¢mica de ETApm acarrear¨¢ la adopci¨®n de cauces institucionales, formales y leg¨ªtimos, y la consiguiente desaparici¨®n de toda cobertura violenta. La existencia de aquellos canales es lo que provoca el paulatino aislamiento social y pol¨ªtico de la lucha armada. Es as¨ª como ETAm se apercibe de que la efectiva consolidaci¨®n de un r¨¦gimen democr¨¢tico en Espa?a supondr¨ªa su propia extinci¨®n. De tal modo que invertir¨¢ los t¨¦rminos del binomio descrito para, lejos de conformarse en respaldo a una acci¨®n de masas, vertebrar a su dictado una cobertura social amorfa y sin mayor contenido pol¨ªtico que la simple reivindicaci¨®n nacionalista radical. Es lo que con posterioridad conoceremos como Herri Batasuna. El terrorismo se perpet¨²a as¨ª mediante la alevosa disoluci¨®n de lo pol¨ªtico y su sublimaci¨®n en una pr¨¢ctica elitista de la violencia. Violencia que en Euskadi aparecer¨¢ cada vez m¨¢s vinculada a un ente que pretende ser abiertamente militar. El definitivo distanciamiento entre las dos ramas de ETA se producir¨¢ cuando el partido auspiciado por la facci¨®n pol¨ªtico-militar decida concurrir a las elecciones constituyentes convocadas para junio de 1977. Con tal motivo, los comandos especiales beriziak, de ETApm, decidieron escindirse e integrarse en ETAm, aunque algunos de sus militantes renunciaron a tal incorporaci¨®n para crear un nuevo grupo terrorista: los Comandos Aut¨®nomos Anticapitalistas. Acaso este nuevo grupo no sea m¨¢s que una fundaci¨®n ad hoc instaurada para llevar a cabo operaciones particularmente desagradables y problem¨¢ticas, que ETAm no se atrever¨ªa a rubricar.
Tras las primeras elecciones generales, pese a la amnist¨ªa o la concesi¨®n de un r¨¦gimen preauton¨®mico para el Pa¨ªs Vasco, la cifra de v¨ªctimas mortales de ETA se multiplic¨®. El terrorismo recrudeci¨® su frenes¨ª a medida que conclu¨ªa la transici¨®n pol¨ªtica, al ser promulgada la Constituci¨®n de 1978, abriendo de este modo una singladura hacia la consolidaci¨®n democr¨¢tica. Se beneficiaba para ello de los engranajes de la extorsi¨®n econ¨®mica y de la actividad de los comandos legales. Pero la nueva ofensiva supuso tambi¨¦n un s¨²bito e importante salto cualitativo. En julio de 1978, ETAm asesina por primera vez a un general del Ej¨¦rcito. Daba as¨ª comienzo una estrategia de provocaci¨®n dirigida directamente contra las fuerzas armadas- y destinada a alimentar las tentaciones involucionistas que todav¨ªa anidaban en sectores muy determinados de la burocracia castrense. ETAm hab¨ªa asegurado que las elecciones del 15 de junio "no fueron m¨¢s que una trampa para legitimar como democr¨¢tico un r¨¦gimen que, en lo fundamental, es una dictadura militar". Ten¨ªa que demostrarlo, y nunca lo hizo. Pero su ilusorio empe?o produjo graves trastornos en la gobernabilidad del sistema pol¨ªtico.
La emergencia del terrorismo es inseparable de disonancias percibidas en la legitimaci¨®n de las instituciones pol¨ªticas. El terrorismo es epifen¨®meno de un inflamable conflicto generado en Euskadi por el nacionalismo vasco, de cuyo ideario extrajo ETA una visi¨®n deslegitimadora del Estado y la actitud hostil necesaria a toda voluntad de contienda: "En ella", proclamaba ETA, "no habr¨¢ no-beligerantes, sino ¨²nicamente patriotas o traidores". El refer¨¦ndum constitucional result¨® insuficiente para regular este contencioso nacionalista en Euskadi, ¨²nico lugar donde no obtuvo el refrendo. mayoritario de la poblaci¨®n. El hegem¨®nico Partido Nacionalista Vasco (PNV) hab¨ªa propugnado la abstenci¨®n, con lo que iniciaba un comportamiento caracterizado por la ambig¨¹edad para con las instituciones de la nueva monarqu¨ªa parlamentaria. Ambig¨¹edad que, sin embargo, devino soporte impl¨ªcito del terrorismo, al perpetuar el d¨¦ficit de legitimaci¨®n con el cual la democracia hab¨ªa llegado a Euskadi. Las condiciones que posibilitaron aquella laguna s¨®lo pudieron ser superadas en 1979, con la aprobaci¨®n del Estatuto de autonom¨ªa, aceptado por ETApm y rechazado por ETAm. A partir del Estatuto de Guernica, el terrorismo ya no muestra sino su faz de mecanismo fan¨¢tico y ciego, dise?ado con el fin de crear y recrear la m¨ªtica identidad nacional.
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