El cardenal Ratzinger, el papa Wojtyla y el miedo a la libertad / 2
Con el silencio de todos los errores y esc¨¢ndalos hist¨®ricos y presentes se corresponde la doctrina atractivamente expuesta en el informe de nuestro prefecto de la fe:1. La Reforma protestante (comienzo de la decadencia moderna) el presentada con superficialidad teol¨®gica: se previene contra un masoquismo cat¨®lico que se confiesa culpable con demasiada radicalidad y contra una protestantizaci¨®n (comienzo de la perniciosa modernizaci¨®n); Lutero tendr¨ªa que ser condenado tambi¨¦n hoy como hereje no cat¨®lico, porque neg¨® la infalibilidad de los concilios ecum¨¦nicos, menospreci¨® la tradici¨®n y puso la autoridad del individuo por encima de la escritura y de la tradici¨®n (?asumen los protestantes ahora cada vez m¨¢s la protesta en lugar de dej¨¢rsela a los cat¨®licos cr¨ªticos?).
2. La reconciliaci¨®n ecum¨¦nica, no s¨®lo con los protestantes, sino tambi¨¦n con los ortodoxos y anglicanos, a pesar de toda la labor ecum¨¦nica realizada por la comisi¨®n a lo largo de casi dos decenios y de todos los documentos de consenso emanados de ella ("ning¨²n acercamiento verdaderamente vital") queda aplazada para las calendas griegas: resulta ahora que los protestantes no tendr¨ªan pastores v¨¢lidamente ordenados ni celebraciones eucar¨ªsticas v¨¢lidas (por tanto, imposible la intercomuni¨®n con ellos), los ortodoxos rechazar¨ªan las prerrogativas del obispo de Roma (primado de jurisdicci¨®n e infalibilidad), y los anglicanos se han mostrado partidarios recientemente de objetivos tan poco cat¨®licos como la admisi¨®n a los sacramentos de los divorciados y casados de nuevo, la ordenaci¨®n sacerdotal de las mujeres y otras aspiraciones problem¨¢ticas de orden teol¨®gico-moral. Por eso, Ratzinger llama sin rodeos a los protestantes a que vuelvan a la Iglesia cat¨®lica romana apelando el car¨¢cter cat¨®lico de la Biblia: "Pero la Biblia es cat¨®lica... El aceptarla tal como est¨¢... significa, por tanto, entrar en el catolicismo".
3. La Edad Media (y el catolicismo b¨¢varo) se aduce varias veces como ejemplo: "La gran tradici¨®n de los padres de la Iglesia y de los maestros del medievo fueron para m¨ª m¨¢s convincentes" (que la Reforma y la modernidad); los usos y concepciones medievales -no s¨®lo indulgencias, rosario, procesi¨®n del Corpus y celibato, sino tambi¨¦n la exaltaci¨®n de Mar¨ªa ("de Mar¨ªa, nunca suficiente") apariciones de la Virgen (el oscuro secreto de F¨¢tima) y la posici¨®n inferior de la mujer- son recomendadas de nuevo por Ratzinger como algo esencialmente cat¨®lico.
4. Toda interpretaci¨®n moderna de doerinas problem¨¢ticas de la Iglesia -desde los demonios y ¨¢ngeles de la guarda personales y el pecado original, pasando por determinadas teor¨ªas sobre Cristo y la Iglesia, hasta los nov¨ªsimos- es rechazada sin prestar la m¨¢s m¨ªnima atenci¨®n a los resultadso de la investigaci¨®n hist¨®rico-cr¨ªtica de la escritura y de. la historia de los dogmas (presuntamente siempre ideol¨®gicas), con una infundada apelaci¨®n a la "unidad de la Biblia y la Iglesia" y a una tradici¨®n eclesi¨¢stica presuntamente unitaria, y de esta forma la escritura queda realmente despedida como norma cr¨ªtica de la Iglesia y de la tradici¨®n posb¨ªblica ("solo la tradici¨®n").
5. El Vaticano II, seg¨²n Ratzinger, no ha tra¨ªdo apenas nada bueno, sino que con tantos caminos equivocados y peligrosos ha iniciado un "proceso progresivo de decadencia", contra el que el cardenal quiere hacer valer de forma integralista la catolicidad total e indivisa y una recentralizaci¨®n en Roma (y contra las conferencias episcopales). El hecho de que el n¨²mero de sacerdotes, y lo mismo el de religiosas, haya retrocedido dr¨¢sticamente (en la regi¨®n del mundo con el ¨ªndice de religiosas m¨¢s elevado en relaci¨®n al n¨²mero de habitantes, el Quebec canadiense, entre 1961 y 1981 el descenso de las religiosas alcanz¨® el 44%, y el de nuevas vocaciones lleg¨® al 98,5%) no lo atribuye Ratzinger, pongamos por caso, a la pol¨ªtica mis¨®gina del Vaticano, sino al feminismo introducido en los conyentos, al psicoan¨¢lisis, la sociolog¨ªa y la teolog¨ªa pol¨ªtica. ?Cu¨¢l es el remedio contra la moderna emancipaci¨®n de la mujer y teolog¨ªa. feminista, seg¨²n Ratzinger? "Mar¨ªa, la Virgen, enemiga de todas las herej¨ªas".
Restauraci¨®n como programa
El redactor jefe de la revista cat¨®lica, y no precisamente progresista, Herder Korrespondenz, David Seeber, ha analizado perfectamente el problema central del Informe sobre la fe, de Joseph Ratzinger (S¨¹ddeutsche Zaitung del 20 de julio de 1985): "Su rechazo estricto de todo lo que tiene la menor relaci¨®n con el esp¨ªritu racionalista de la Ilustraci¨®n permite reconocer r¨¢pidamente qu¨¦ significa en realidad para Ratzinger la restauraci¨®n como programa: una purificaci¨®n del concilio y la Vida cristiana de todas las impurezas modemas que nacen con la Reforma y encuentran su expresi¨®n definitiva y falsificadora del cristianismos en la Ilustraci¨®n...".
?Ad¨®nde va a parar pr¨¢ctica y pol¨ªticamente este Informe sobre la fe, con su exigencia preconciliar de catolicidad integral y de nueva centralizaci¨®n en Roma? A lo siguiente: el amenazado poder de Roma (= de la Iglesia = de Cristo = de Dios) sobre las almas de los hombres en el campo del dogma, la moral y la disciplina eclesi¨¢stica tiene que ser reforzado, seg¨²n Ratzinger, con todos los medios (papalismo y marianismo juntos) y ser desarrollado de nuevo. Cuando este poder curial y su sistema romano dirigido centralmente est¨¦n asegurados, la Iglesia estar¨¢ a salvo. Para ello no se necesitan sociedades democr¨¢ticas corrompidas con libertades modernas. No; seg¨²n Ratzinger, la Iglesia hoy s¨®lo funciona bien de suyo en los Estados totalitarios del Este, donde sencillamente no se permiten nunca la pornograf¨ªa, las drogas y dem¨¢s. Si all¨ª se le concediera a la Iglesia jer¨¢rquica un poco m¨¢s de libertad para su predicaci¨®n, sus escuelas, asociaciones y dem¨¢s instituciones, y no se convirtiera ingenuamente el ate¨ªsmo en ideolog¨ªa del Estado, esos reg¨ªmenes ser¨ªan probablemente en el fondo m¨¢s aceptables para la Iglesia que aquellos democr¨¢ticos de Occidente que tambi¨¦n el Papa censura constantemente (y en realidad no sin raz¨®n) a causa de su permisividad y consumismo. Con este motivo se acuerda uno de la simpat¨ªa del Vaticano, puesta de manifiesto en repetidas ocasiones, por reg¨ªmenes cat¨®licos totalitarios y del concordato de Hitler (1933), que asegura, jur¨ªdica y financieramente todav¨ªa hoy, a la jerarqu¨ªa cat¨®lica su inatacable posici¨®n de poder en la sociedad alemana como Estado dentro del Estado. Por eso Ratzinger, frente a la ¨²ltima investigaci¨®n hist¨®rica (G. Denzler), que ha probado con m¨²ltiples documentos el silencio pernicioso y la actitud acomodaticia del episcopado alem¨¢n frente al nazismo, cambia la funci¨®n de la Iglesia presentando a ¨¦sta como una instituci¨®n de resistencia, mientras que los protestantes s¨®lo habr¨ªan ofrecido resistencia a nivel de personas individuales...
?Qu¨¦ queda, pues, de este Informe sobre la fe? ?Son ¨¦stas realmente meras visiones privadas de un funcionario de la curia romana, que proyecta sus propios temores ante el mundo actual sobre la Iglesia como totalidad? No; este libro no merecer¨ªa ning¨²n comentario si no fuera precisamente una se?al pol¨ªtico-eclesi¨¢stica de primera categor¨ªa, si no se percibiera en ¨¦l tambi¨¦n la voz de su amo. Es, pues, una doble se?al: se?al de un pontificado que en siete a?os se ha metido cada vez m¨¢s en un callej¨®n sin salida y, al mismo tiempo, se?al dirigida al pr¨®ximo s¨ªnodo de obispos, que este oto?o deber¨¢ prestar definitivamente juramento de fidelidad al curso romano.
Los siete a?os 'flacos' del Papa
Las buenas intenciones del Papa y su esfuerzo incansable en favor de la identidad y claridad de la fe cat¨®lica tienen que ser reconocidos, pero no puede uno dejarse enga?ar por el espect¨¢culo de los medios: en comparaci¨®n con los siete a?os gordos de la Iglesia cat¨®lica, que se corresponden con el pontificado de Juan XXIII y el Vaticano II (1958-1962), los siete a?os del pontificado de Wojtyla parecen m¨¢s bien flacos: a pesar de tantos discursos y peregrinaciones muy costosas (con millones de deudas para algunas iglesias locales), apenas se han dado pasos de importancia en la Iglesia cat¨®lica y en la ec¨²mene.
Juan Pablo II no era italiano, pero proced¨ªa de un pa¨ªs, que no hab¨ªa pasado por la Reforma ni la Ilustraci¨®n; era el hombre que respond¨ªa perfectamente a las aspiraciones de la curia. Con el mismo estilo que los populistas papas-P¨ªo, pero con un ropaje t¨¦cnico completamente distinto, el antiguo arzobispo de Cracovia, que en el concilio no se hab¨ªa se?alado en ningun aspecto, y en la delicada comisi¨®n de regulaci¨®n de la natalidad (que por mayor¨ªa recomend¨® a Pablo VI liberar de conciencia en esta materia) se distingui¨® por su ausencia constante (pol¨ªticamente bien calculada); este arzobispo dijo, como Papa con su irradiaci¨®n carism¨¢tica y su talento interpretativo ha dado, por fin, al Vaticano lo que pronto poseer¨ªa tambi¨¦n la Casa Blanca y lo que le. faltaba (al menos hasta hace poco) al Kremlin: el gran comunicador de masas, que con gracia y donaire, esp¨ªritu deportivo y gestos llenos de expresi¨®n simb¨®lica sabe presentar como aceptable hasta la doctrina o pr¨¢ctica m¨¢s conservadora. El cambio de clima que esto trajo consigo lo percibir¨ªan, primero, los sacerdotes que solicitaron su reducci¨®n al estado laical; luego, los te¨®logos, y poco m¨¢s tarde, los obispos.
Tambi¨¦n para los admiradores aparece cada vez m¨¢s claro cu¨¢l era desde el primer momento, pese a todas las aseveraciones verbales, la verdadera intenci¨®n de este Papa: frenar el movimiento conciliar para la reforma interior de la Iglesia, bloquear la reconciliaci¨®n ecum¨¦nica con las iglesias orientales, con los protestantes y anglicanos y sustituir progresivamente el di¨¢logo con el mundo moderno mediante el ejercicio unilateral de la instrucci¨®n. Signos del cambio de clima: a Juan XXIII se le hace responsable del desmoronamiento del poder de la curia tras el concilio y, en consecuencia, apenas se le nombra. Se intenta, en cambio, la beatificaci¨®n del Papa de la infalibilidad, tan discutido en muchos aspectos.
No hay duda: el Vaticano II es afirmativo enf¨¢ticamente por Juan Pablo II, lo mismo que por Ratzinger. Pero ambos piensan, frente al antiguo esp¨ªritu del concilio, en el verdadero concilio, que no significa ning¨²n comienzo nuevo, sino que expresa sencillamente continuidad con el pasado. Los pasajes conservadores del hist¨®rico Vaticano II, exigidos por el grupo de la curia (la nota praevia sobre los privilegios. papales fue formalmente impuesta al Concilio por Pablo VI), son interpretados, cuando hace al caso, en sentido decildamente retrospectivo; en cambio, los nuevos principios epocales que miran al futuro son omitidos en puntos fundamentales:
- En lugar de las palabras program¨¢ticas del Concilio, de nuevo las consignas de un renovado magisterio autoritario.
- En lugar del aggiornamento en el esp¨ªritu del Evangelio, de nuevo la famosa doctrina cat¨®lica tradicional.
- En lugar de la colegialidad del Papa con los obispos, de nuevo un riguroso centralismo romano.
- En lugar de la apertura al
mundo moderno, cada vez m¨¢s acusaci¨®n, lamento y denuncia de la supuesta acomodaci¨®n.
- En lugar de ecumenismo, de nuevo acentuaci¨®n de todo lo estrictamente cat¨®lico-romano.
- Ya no se habla de la distinci¨®n entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia cat¨®lico-romana, entre la sustancia de la doctrina de la fe y su ropaje hist¨®rico-ling¨¹¨ªstico, de una jerarqu¨ªa de verdades.
Aqu¨ª el Vaticano no nada como un mero corcho sobre las olas de una corriente conservadora de ¨¢mbito mundial. No; el Vaticano hace una pol¨ªtica muy activa, y respecto de Am¨¦rica Central y Am¨¦rica Latina, en perfecta consonancia con la Casa Blanca, como manifest¨® p¨²blicamente el propio presidente Reagan. Y sin preocuparse en absoluto de la decepci¨®n y frustraci¨®n de la base: tambi¨¦n las aspiraciones m¨¢s moderadas intracat¨®licas y ecum¨¦nicas de los s¨ªnodos alemanes , austr¨ªacos y suizos (han trabajado durante a?os con mucho idealismo y alto gasto de papel, tiempo y dinero) son informadas negativamente sin ning¨²n fundamento por una curia autocr¨¢tica; pero se acepta sin m¨¢s, ?a qui¨¦n le preocupa ya eso? El n¨²mero de los que van a la iglesia, de bautismos, de matrimonios can¨®nicos sigue bajando sin cesar...
El juridicismo, clericalismo y triunfalismo romanos tan duramente criticados por los padres conciliares celebran ahora, a pesar de todo (cosm¨¦ticamente remozados y modernamente revestidos), sus mejores tiempos: sobre todo, en el nuevo derecho can¨®nico (CIC), que contra las intenciones del Concilio apenas pone l¨ªmites al ejercicio del poder del Papa, de la curia y de los nuncios; en cambio reduce la importancia de los concilios ecum¨¦nicos, a las conferencias episcopales les reserva tareas meramente consultivas, a los laicos sigue poni¨¦ndolos en total dependencia de la jerarqu¨ªa y, por lo dem¨¢s, se desentiende constantemente de la dimensi¨®n ecum¨¦nica. Adem¨¢s, durante las frecuentes ausencias del Papa, su curia convierte este derecho eclesi¨¢stico en una pol¨ªtica absolutamente pr¨¢ctica mediante una serie de nuevos documentos, disposiciones, requerimientos e instrucciones: desde decretos sobre todo lo divino y lo humano, hasta la recusaci¨®n altamente ideol¨®gica de la ordenaci¨®n de las mujeres; desde la prohibici¨®n de la predicaci¨®n de los laicos (incluidos todav¨ªa los colaboradores o colaboradoras que han hecho estudios teol¨®gicos) hasta la prohibici¨®n a las mujeres del servicio de monaguillos en el altar; desde ataques directos de la curia a las grandes ¨®rdenes religiosas (elecci¨®n del general de los jesuitas, estatuto de los carmelitas, visita inquisitorial a las congregaciones americanas de religiosas) hasta los conocidos procesos doctrinales contra te¨®logos.
Dif¨ªcilmente se habr¨ªa cre¨ªdo posible en los d¨ªas de Concilio: la Inquisici¨®n, que constantemente cambia su nombre (ahora se llama Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe) y en parte tambi¨¦n sus m¨¦todos (ahora emplea un tono m¨¢s moderno, di¨¢logos de informaci¨®n y acciones entre bastidores), pero poco o nada sus principios (procedimientos secretos, negaci¨®n de conocimiento de actas, de asistencia jur¨ªdica y de apelaci¨®n; la misma autoridad es parte acusadora y juez); en una palabra, la Inquisici¨®n est¨¢ de nuevo en todo su apogeo, funciona, sobre todo, contra los te¨®logos de moral americanos, los te¨®logos de dogma centroeuropeos y los te¨®logos de la liberaci¨®n latinoamericana y africanos. En cambio, se fomenta por todos los medios el Opus Dei, organizaci¨®n secreta espa?ola, mezclada en bancos, universidades y Gobiernos, reaccionaria desde el punto de vista pol¨ªtico y teol¨®gico, que presenta tambi¨¦n rasgos contrarreformistas medievales y ha sido liberada por este Papa, que ya simpatizaba con ella en Cracovia, de la tutela de los obispos.
As¨ª, la cadena de contradicciones no termina nunca: se habla constantemente de los derechos humanos, pero no se practica ninguna justicia frente a te¨®logos y religiosas; se protesta en¨¦rgicamente contra la discriminaci¨®n social, pero dentro de la Iglesia se practica discriminaci¨®n con las mujeres; se publica una larga enc¨ªclica sobre la misericordia, pero en la pr¨¢ctica se es inmisericorde con los divorciados y los curas casados (cerca de 70.000, de los cuales s¨®lo en Alemania 7.000), y as¨ª sucesivamente. Tambi¨¦n en este aspecto, a?os flacos.
M¨¢s discordia que misericordia
Sobre el provecho de los viajes papales se ha informado ampliamente en los medios de comunicaci¨®n y no debe ponerse en duda el valor positivo para muchas personas en particular y para determinadas naciones. De los innumerables discursos, invitaciones y celebraciones lit¨²rgicas habr¨¢n emanado sin duda muchos impulsos espirituales. Pero ?para la Iglesia vista en su totalidad? ?No han despertado en muchos pa¨ªses los viajes papales grandes esperanzas de resultados tangibles, que luego han quedado defraudadas desgraciadamente? ?Se convirti¨® en alguno de los pa¨ªses visitados algo importante en una realidad mejor?
En relaci¨®n con su propia patria polaca, el Papa ha sobreestimado notoriamente sus posibilidades para cambios pol¨ªticos reales: ahora tiene que contemplar impotente c¨®mo el entusiasmo del pa¨ªs se ha transformado en resignaci¨®n general. En Europa Occidental y en Estados Unidos, la polarizaci¨®n y los antagonismos en la Iglesia entre los que en nombre del concilio miran al futuro y los tradicionalistas se han acentuado y recrudecido en lugar de haberse superado; este Papa, con frecuencia, no cura las heridas, sino que pone sal en ellas, provocando muchas veces sin pretenderlo m¨¢s discordia que concordia. Es cierto que una censura vaticana perfecta impide de antemano la mayor¨ªa de las veces que el Papa pueda abordar en sus viajes los verdaderos problemas del clero y del pueblo; sencillamente, no va a escuchar, sino a ense?ar. Pero cuando se enfrenta con problemas no censurados (como en Suiza y, seg¨²n pudo ver el mundo, en Holanda), entonces se pone de manifiesto cu¨¢n poco tiene que decir realmente el magisterio ante las necesidades m¨¢s perentorias de los hombres y de quienes les atienden espiritualmente. Esto se ve con especial claridad en todos los problemas que afectan de modo particular a la mujer. Contra la mujer moderna, que busca una forma de vida en consonancia con los tiempos, libra este Papa una lucha que parece una caza de fantasmas: desde la prohibici¨®n de la contracepci¨®n y del servicio de ayudantes en la misa hasta la de la ordenaci¨®n sacerdotal de las mujeres y de la modernizaci¨®n de las ¨®rdenes religiosas femeninas. Pero no hay que enga?arse: el problema de la mujer se convertir¨¢ cada vez m¨¢s en piedra de toque de este pontificado.
La tercera y ¨²ltima parte del art¨ªculo de Hans K¨¹ng se publicar¨¢ en la edici¨®n del pr¨®ximo lunes.
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