La consagraci¨®n de Daniel Barenboim
Grandes jornadas para el II Festival de Oto?o. Est¨¢n recientes las cr¨®nicas desde Santander sobre Barenboim y la Orquesta de Par¨ªs, a cuyo frente lleva el pianista y director de origen argentino 10 a?os, pues sucedi¨® a Solti en 1975. Habr¨ªa que renovar los comentarios sobre la inteligencia y la musicalidad de Barenboim y anotar c¨®mo se ha convertido en una de las primer¨ªsimas batutas de nuestro tiempo.La consagraci¨®n de la primavera, de Stravinski, cobra en manos de Barenboim y en la ejecuci¨®n de la magn¨ªfica orquesta parisiense su m¨¢xima belleza po¨¦tica y su m¨¢s transparente clarificaci¨®n. Con el impulso humanista de Barenboim caen por tierra muchos de los comentarios que en su momento, y durante d¨¦cadas, se hicieron sobre La Sacre: nada de m¨²sica b¨¢rbara, nada de heterofonismo, nada de violencia gratuita. Stravinski logra uno de los productos m¨¢s refinados de la cultura occidental e imagina un mundo de sonoridades y una organizaci¨®n r¨ªtmica de una hermosura perversa y fascinante. Ser¨ªa in¨²til destacar, a lo largo de tan intensa sucesi¨®n de bellezas, la labor de tal o cual solista, pues en la Orquesta de Par¨ªs lo son todos y cada uno de los profesores que la componen, pero bastar¨ªa aludir a la calidad fuera de serie de los fagotes, que hacen del comienzo de la obra -que desat¨® el esc¨¢ndalo el d¨ªa del estreno en el teatro de los Campos El¨ªseos el a?o 1913- la m¨¢s importante respuesta que pudo tener nunca la flauta del fauno debussiano y la m¨¢s insospechada ampliaci¨®n de horizontes a que dio lugar el impresionismo en alianza con el profundo y trascendente nacionalismo ruso.
II Festival de Oto?o
Orquesta de Par¨ªs. Director: Daniel Barenboirn. Obras de Ravel, Boulez, Stravinski, Wagner y Bruckner. Teatro Real. Madrid, 8 y 9 de octubre.
Para el Ravel de Ma m¨¨re l'oie, verdadera transustanciaci¨®n del modernismo a trav¨¦s de una sensibilidad y un pensamiento de m¨¢gico prodigioso, como dijera Falla, tienen los profesores parisienses y su maestro titular un criterio y una realizaci¨®n en la que todas las sutilezas sonoras y conceptuales se desenvuelven con naturalidad y sin convertir lo preciosista en una nueva ret¨®rica.
Entre una y otra obra pudimos escuchar Notations I-IV, una obra de Boulez anterior a la importante R¨¦pons, en la que el compositor parte de unas piezas pian¨ªsticas que dedicara en 1945 a su amigo, tan distante est¨¦ticamente, Serge Nigg. El desarrollo de las ideas b¨¢sicas o, si se quiere, el af¨¢n de exploraci¨®n de Boulez, capaz de analizar su propio pasado y extraer, de ¨¦l las m¨¢ximas posibilidades, es magn¨ªfico y de gran impacto, por la concisi¨®n de las formas y la exuberancia de una orquestaci¨®n que proclama la fidelidad al maestro Olivier Messiadn. Para Boulez, la t¨ªmbrica es algo sustancial en sus distintos valores: morfol¨®gicos, fon¨¦ticos, ac¨²sticos y expresivos. Desde ellos no s¨®lo "estabiliza" su modernidad, sino que, adem¨¢s, conecta con el gran p¨²blico, que apludi¨® tanto o m¨¢s la nueva partitura que los pentagramas amigos de Maurice Ravel.
Ante los aplausos, Barenboim y la Orquesta de Par¨ªs concedieron dos propinas: una magistral traducci¨®n -serena, detallista, aireada, garbosa- de Triana, de Alb¨¦niz-Arb¨®s, y la inevitable obertura de Ruslan y Ludmila, de Glinka.
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