La cruzada de Maria Antonietta Macciocchi
La promotora del congreso sobre 'El espacio cultural europeo' describe su pasi¨®n intelectual por la unidad del continente
Maria Antonietta Macciocchi llevar¨¢ su pasi¨®n intelectual por la unidad cultural de Europa un paso m¨¢s all¨¢ la pr¨®xima semana. En Madrid, a partir del pr¨®ximo jueves, esta italiana, promotora del congreso El espacio cultural europeo, va a proponer instrumentos -una universidad europea, una iniciativa editorial comunitaria, etc¨¦tera- que le den contenido a ese prop¨®sito. El congreso se celebrar¨¢ en el Paraninfo de la universidad Complutense hasta el s¨¢bado 19 de octubre. La Comisi¨®n Europea, el Parlamento Europeo y la Comunidad de Madrid patrocinan el acontecimiento.A Maria Antonietta Macciocchi le cansan las batallas burocr¨¢ticas, pero le llena de entusiasmo el objetivo final de la contienda que lleva personalmente para conseguir que las de Europa sean leves fronteras en las que incluso las lenguas sean veh¨ªculos de cultura y no de diferencia. No cree que la suya sea una cruzada ut¨®pica, pero en todo caso opina que "las utop¨ªas siempre han movido al mundo". Su voluntad visionaria de llegar alg¨²n d¨ªa a que se cumpla ese prop¨®sito, dice con iron¨ªa, puede durar a?os y hasta siglos, pero la importancia del empe?o le tiene tan convencida que arrostra con gallard¨ªa todas las dificultades que hay para aglutinar el difuso mundo de los intelectuales europeos.
Su obsesi¨®n por unir a los europeos es casi biogr¨¢fica. Dice Maria Antonietta Macciocchi que detr¨¢s de ese trabajo est¨¢ su propia experiencia personal. Nacida en Roma, donde en 1962 se firm¨® el tratado por el que hoy Europa es una comunidad de doce pa¨ªses heterog¨¦neos con objetivos pol¨ªticos y econ¨®micos b¨¢sicamente comunes, asisti¨® muy pronto al tormentoso debate interno de los intelectuales europeos. "La guerra dej¨® dividida y vencida a Europa. La intelectualidad europea acept¨® la derrota y tom¨® conciencia de que hab¨ªa sido liberada, frente al nazismo y al fascismo, gracias a la intervenci¨®n de norteamericano! y rusos. La consecuencia de ese agradecimiento fue que unos intelectuales miraron al Kremlin como la ¨²nica estrella que pod¨ªa brillar y otros se apoyaron vivamente en Estados Unidos para enfrentarse con su ayuda moral a cualquier forma de autoritarismo".
Intelectualidad vencida
Hasta tal punto se produjo esa dicotom¨ªa que los dos mundos separados de los que habla Mar¨ªa Antonietta Macciocchi ten¨ªan hasta lenguas diferentes para entenderse entre ellos. "Los intelectuales de izquierda no viajaban a Estados Unidos, ni siquiera conoc¨ªan la lengua inglesa. S¨®lo llegaban a aprender franc¨¦s, porque el ingl¨¦s era la lengua de los norteamericanos, como la coca-cola".
"Esa intelectualidad vencida por la guerra tuvo un heroico comportamiento frente a fen¨®menos dictatoriales de la posguerra, como el franquismo -la izquierda espa?ola, por cierto, fue extremadamente europea- o el salazarismo y otras formas de totalitarismo". La autora de 2.000 a?os de felicidad no fue ajena a ese activo compromiso de la izquierda, de la que forma parte, pero es consciente de las carencias con que esa intelectualidad se enfrent¨® a su propia presencia en el continente "Actuaron los intelectuales europeos con un gran sentido de la culpabilidad que los reprimi¨® y los inmoviliz¨® en el marco de un pensamiento marxista-leninista que convirti¨® aquellos a?os en una ¨¦poca no excesivamente brillante".
La mirada sobre Europa fue cr¨ªtica, extremadamente cr¨ªtica, como en el caso de Jean-Paul Sartre, un hombre a quien Macciocehi admira, que denunci¨® toda represi¨®n y que tuvo una actitud muy severa y esquiva con respecto a Europa. "Era una actitud furiosamente tercermundista. Parec¨ªa que sobre Europa se concentraban todas las culpas, la culpa del colonialismo, la culpa de la pobreza, la culpa de la opresi¨®n. Los otros eran los grandes inocentes del mundo".
Mar¨ªa Antonietta Macciocchi no es ajena a esa historia, porque ella estuvo en la lucha de la liberaci¨®n de Argelia, estuvo en China y lo cont¨®, lanz¨® una apasionada mirada sobre Am¨¦rica Latina, vivi¨® el mayo de 1968 en Par¨ªs y particip¨® de la inquietud intelectual contra la represi¨®n en cualquier parte del mundo. Esa militancia personal en los frentes que los intelectuales transitaban entonces no le desvi¨® de la que hoy es su principal obsesi¨®n: devolver al europeo la dignidad de serlo.
"Yo no he escrito con la antipat¨ªa que los hombres de izquierda siempre tuvieron frente a la Europa de la posguerra. La izquierda europea naci¨® para ser anti-Europa, y no he participado nunca de esa idea, y tampoco he cre¨ªdo que nuestro porvenir haya de ser el de la Europa de los mercados exclusivamente, porque nuestro continente tiene una historia enorme de la que es imposible avergonzarse a pesar de que sobre la conciencia de todos pesaran las grandes plagas que nuestro sentimiento de infidelidad y de culpabilidad nos adjudicaban".
"Mi cruzada, si as¨ª quiere usted llamarla, es la de ahuyentar para siempre la verg¨¹enza de ser europeo, cuyas se?as de identidad hay que reivindicar. ?Que mi prop¨®sito de aglutinar a los europeos dentro de fronteras culturales b¨¢sicamente comunes es una utop¨ªa? Eso es probable, pero secundario. El mundo ha salido adelante gracias a las grandes utop¨ªas".
Mar¨ªa Antonietta Macciocchi hace uso de las citas de los grandes ut¨®picos para poner en marcha su propia utop¨ªa. ?Qu¨¦ es un europeo? M¨¢s all¨¢ del bien y del mal, el apocal¨ªptico Nietzsehe se lo imagina, seg¨²n la cita de la promotora del Espacio cultural europeo, como un ser "que crecer¨¢ en vehemencia y en profundidad", un nuevo tipo de hombre, m¨¢s fuerte como car¨¢cter, "una especie de hombre esencialmente supranacional y n¨®mada que, como signo distintivo, posee, psicol¨®gicamente hablando, un m¨¢ximo de facultad y de fuerza de asimilaci¨®n". Un poeta, Paul Val¨¨ry, le lleva a otra m¨¢xima que tambi¨¦n parece un estandarte: Europa es para ella y para el escritor franc¨¦s "el lugar privilegiado donde se han conseguido los prop¨®sitos m¨¢s fecundos".
Menuda y viva como una fuerza de la naturaleza, Maria Antonietta Macciocehi es en s¨ª misma un mensaje de vitalidad. Pero no es una pensadora fuerte. Tampoco hay hoy "pensadores fuertes", seg¨²n su propia divisi¨®n. No existen en el mundo actual personajes como el aludido Nietzsche, ni como Bertrand Russell o Jean-Paul Sartre. Eran pensadores fuertes, l¨ªderes. No los echa de menos.
La cruzada de Maria Antonietta Macciocchi
"En la filosof¨ªa europea hay dos corrientes, la de los fuertes, que es la de los pensadores de las grandes ideolog¨ªas, como el marxismo, y la de los d¨¦biles, que representa una cierta manera italiana de pensar y que incluye en su sistema una especie de duda constante, una visi¨®n que se enfrenta honestamente cada d¨ªa a la realidad y que en funci¨®n de esa confrontaci¨®n redimensiona cada d¨ªa sus posiciones".Ese pensamiento, al que se adscribe la organizadora del congreso sobre El espacio cultural europeo, "es pesimista, desesperado y generoso, y participa por igual de la necesidad del olvido y de la pasi¨®n de la risa, como escrib¨ªa Milan Kundera".
Con ese equipaje, esta pensadora d¨¦bil hace coincidir a partir del pr¨®ximo jueves en Madrid a personajes de las m¨¢s diversas ideolog¨ªas y de las m¨¢s distintas dedicaciones, desde fil¨®sofos y escritores a expertos en la planificaci¨®n de la econom¨ªa y de la pol¨ªtica. El objetivo es dise?ar esa idea recurrente, el espacio cultural europeo. ?Qu¨¦ es? "Es un concepto complejo. Existe en la geograf¨ªa, en la historia, en la literatura, en la m¨²sica, en la lengua. Hoy en Europa no hay una sola lengua, y debemos mantener la ilusi¨®n de que haya muchas, pero debemos hablarlas todas, aunque sea mal. Debemos perder el temor de hablar mal las otras lenguas. Somos demasiado viejos y refinados y seguimos creyendo que es preceptivo defender la virginidad de la lengua propia. Las lenguas hay que aprenderlas, no defenderlas; las lenguas han de estar constantemente amenazadas".
Escalofr¨ªo
Maria Antonietta Macciocchi sabe que "Europa no est¨¢ lista, institucionalmente, para recibir su idea y para darle curso. La idea de un espacio cultural europeo se abre paso dif¨ªcilmente en el Parlamento de Estrasburgo, por ejemplo, porque all¨ª cada vez que se nombra la palabra cultura surge como un escalofr¨ªo, como si se estuviera evocando algo muy peligroso o extra?o".
Ese escalofr¨ªo que vio a su alrededor desde su esca?o de parlamentaria radical y luego socialista fue el que llev¨® a la intelectual italiana a poner en marcha, en solitario, la iniciativa que se concret¨® en el congreso La identidad cultural europea, que tuvo lugar en Venecia en marzo de 1984, y que el pr¨®ximo jueves tiene en Madrid su segunda edici¨®n en la convocatoria del congreso sobre El espacio cultural europeo. "Har¨¢n falta muchas m¨¢s reuniones, pasos hacia atr¨¢s y hacia adelante, como en las procesiones espa?olas, para que alg¨²n d¨ªa sea posible que el tejido cultural com¨²n europeo nos permita ser cada vez menos espa?oles, portugueses, franceses, italianos o alemanes para ser sobre todo europeos".
Optimista, imparable, lejana al desaliento, Mar¨ªa Antonietta Macciocchi necesita el aire de Madrid para despejarse de las escaramuzas burocr¨¢ticas que tiene todo congreso. Cree que el esfuerzo vale la pena: "Europa fue construida contra el totalitarismo, los nacionalismos, la dom¨ªnaci¨®n y la arrogancia, y hoy sufre una crisis de identidad que dura muchos a?os y que procede de su enorme sentido de la culpabilidad. Encuentros como ¨¦ste pueden contribuir a que se unan fuerzas intelectuales para devolverle a Europa la dignidad de ser ella misma".
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.