El pacto cultural en Catalu?a
LA FIRMA de un pacto para la coordinaci¨®n de todas las actuaciones institucionales en favor de la cultura catalana -rubricado el pasado lunes por el consejero de Cultura de la Generalitat, el alcalde de Barcelona, los presidentes de tres di putaciones y los presidentes de las dos asociaciones de municipios- ha dado respuesta a una demanda ampliamente extendida en la opini¨®n p¨²blica. En Catalu?a, al igual que en otros lugares, la capitalizaci¨®n partidista de los acontecimientos culturales y las interferencias disfuncionales entre promotores de inicia tivas de muy parecido contenido estaban desembocan do en rid¨ªculas batallas de prestigio, libradas,entre dis tintas administraciones preocupadas por apuntarse los m¨¦ritos de cualquier realizaci¨®n. La situaci¨®n era tanto m¨¢s lamentable cuanto que las deficiencias estructura les y las dificultades de financiamiento imped¨ªan en la pr¨¢ctica que gran n¨²mero de proyectos de aut¨¦ntico in ter¨¦s, cuya realizaci¨®n no pod¨ªa ser acometida por una sola instituci¨®n, llegasen a buen puerto. El pacto cultural que ha sido firmado significa, en ese sentido, un princ¨ªpio de acuerdo para que la Administraci¨®n auton¨®mica, las diputaciones y los ayuntamientos catalanes puedan trabajar de manera coordinada en beneficio de todos los ciudadanos.El pacto es la primera gran realizaci¨®n de Joan Rigol desde que anunci¨® su programa en julio de 1984, enca minado a conseguir el mejoramiento del panorama cul tural de Catalu?a, castigado en los ¨²ltimos a?os por las pr¨¢cticas clientelistas de influyentes sectores del partido de Jordi Puiol. El nuevo consejero de Cultura, acuciado por los compromisos del anterior Gabinete y por las es trecheces presupuestarias, quiso romper con la pol¨ªtica de limitarse a dar satisfacci¨®n parcial a las reclamaciones corporativistas y a los agravios gremiales, por entender que esas soluciones improvisadas no conformaban un modelo serio ni digno. La firma del pacto cultural, lograda ante la.incredulidad o las reticencias de destaca dos personajes de la coalici¨®n gubernamental -hasta el punto de que el presidente de la Diputaci¨®n de Tarrago na a ¨²ltima hora no quiso rubricarlo, reflejando as¨ª el distanciamiento con que lo reciben tanto algunos secto res pujolistas como determinadas esferas que recelan del protagonismo de la ciudad de Barcelona-, significa un importante giro hacia el camino correcto. Las administraciones socialistas que han suscrito ¨¦l pacto apor tan tambi¨¦n su contribuci¨®n. De entrada, se conseguir¨¢ una coordinaci¨®n en la distribuci¨®n del dinero con destino a las entidades p¨²blicas municipales y una gesti¨®n pactada de las subvenciones a instituciones o personas privadas, para intentar frenar las tentaciones de cliente lismo electoral y de caciquismo ilustrado. El Ayunta miento de Barcelona, con el peso espec¨ªfico que le da su condici¨®n de capital de Catalu?a, est¨¢ destinado a de sempe?ar un destacado papel en este pacto cultural. Porque el acuerdo se orienta a evitar que Barcelona sea escenario de una tragic¨®mica pugna entre quien hace all¨ª cultura porque es su municipio y quien la hace porque es el n¨²cleo central de la comunidad aut¨®noma.
Tras la firma del pacto queda por comprobar si existe una verdadera voluntad pol¨ªtica para cumplir sus t¨¦rminos. La asignaci¨®n de recursos presupuestarios por las diferentes administraciones ser¨¢ la piedra de toque del proyecto. La mayor carga financiera recaer¨¢ sobre la Generalitat, aunque los fondos comprometidos no satisfagan el porcentaje recomendado para cultura por la Unesco (3%) en su presupuesto. Antes de la pol¨ªtica restrictiva de Solchaga, el pacto hubiera supuesto un notono incremento neto de las disponibilidades econ¨®micas para cultura; despu¨¦s de Solchaga, lo exigible no es tanto el volumen del incremento como el porcentaje. Falta por ver la eficacia. Hasta ahora las relaciones entre las distintas administraciones (auton¨®mica, municipal y central) en el terreno cultural estuvieron presididas por un af¨¢n de protagonismo competitivo de elevados costes. En la reciente crisis ministerial, los socialistas cometieron el error de bulto de atribuir a Javier Solana dos tareas dificilmente compatibles entre s¨ª: la administraci¨®n de los bienes y de las actividades culturales para todos los ciudadanos, una labor suprapartidista y al margen de los conflictos ideol¨®gicos, y el trabajo de hacer llegar la voz del Gobierno a los medios de comunicaci¨®n y la opini¨®n p¨²blica, misi¨®n que implica irremediablemente sesgos inf¨®rmativos y tonos propagandlsticos. No olvidemos, de a?adidura, que los celos rid¨ªculos y las emulaciones contraproducentes entre la Administraci¨®n central, la Administraci¨®n auton¨®mica y la Administraci¨®n municipal constituyen algo m¨¢s que fen¨®menos espor¨¢dicos en buena parte de nuestro territorio. El pacto firmado en Catalu?a se convierte as¨ª en un ejemplo para el resto de Espa?a y para el propio Gobierno s pcialista.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.