Los cristianos y la econom¨ªa
Las reuniones anuales del Foro sobre el Hecho Religioso, que, por los lazos de estrecha convivencia en ellas anudados, por la recuperaci¨®n, curiosa a nuestros muchos a?os, del esp¨ªritu colegial de internado y por existir gracias a la plena dedicaci¨®n a ellas de una persona, ahora la amable y discreta de Jos¨¦ G¨®mez Caffarena, entonces la potente y arbitraria de (don) Alfonso Querejazu, me recuerdan, mutatis mutandis, a las ya lejanas Conversaciones Cat¨®licas de Gredos, se desarrollaron este a?o en torno al tema del cristianismo en relaci¨®n con el nuevo orden econ¨®mico mundial, en su segunda parte, es decir, el mismo de la ONUDI, filial de la ONU, y del suplemento publicado -entre otros -muchos peri¨®dicos de diferentes naciones- por EL PA?S el pasado 3 de octubre.Tema, pues, doble, y que, por lo mismo, se desdobl¨®: por una parte se habl¨® del orden econ¨®mico del presente y del porvenir; por otra, de lo que el cristianismo o, mejor dicho, los cristianos podr¨ªan y deber¨ªan hacer para, no dir¨¦, como se habr¨ªa cre¨ªdo en ¨¦pocas esperanzadas, todav¨ªa en un r¨¦gimen mundial de Cristiandad, cristianizar la econom¨ªa del mundo, pero s¨ª, al menos, de humanizarla.
Dos discursos, por tanto. El primero corri¨® a cargo del economista -y en la actualidad rector de la universidad de Alcal¨¢ de Henares- Manuel Gala, con el contrapunto que a ¨¦l le pusieron Ignacio Sotelo y Carlos Par¨ªs., El segundo -un tanto ensordinado por el primero, reflejo, tal vez, as¨ª se sugiri¨® ingeniosamente, de la situaci¨®n actual, el Norte dominando al Sur- fue tratado por Antonio Marzal, y discutido, principalmente, por Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Ruiz, Agust¨ªn Andreu, Fernando Bianchi, Rodr¨ªguez de Rivera, Alberto Rodr¨ªguez y Juanjo Rodr¨ªguez Ugarte.
El discurso de Gala, muy elaborado, se declar¨®, desde el principio, economicista y fue descriptivo de la situaci¨®n econ¨®mica 1974-1985, y prospectivo del orden que, con optimismo a largo plazo, puede esperarse que se consiga una vez estabilizado mundialmente el crecimiento demogr¨¢fico y una vez desarrolla das plenamente las nuevas tecnolog¨ªas de la energ¨ªa nuclear y de la energ¨ªa solar.... all¨¢ por los a?os en torno al 2070. Las intervenciones de Sotelo y, a su modo, la de Carlos Par¨ªs, afirma ron con ¨¦nfasis, frente al enfoque deliberadamente economicista de Gala, que la econom¨ªa ha de inscribirse en el contexto de las relaciones de poder. Con lo cual se desembocaba en la cuesti¨®n, central para el Foro, del cristianismo frente' a esa situaci¨®n de injusticia econ¨®mica, y Antonio Marzal traz¨® una tipolog¨ªa de los modos de aproximaci¨®n cristiana a la econom¨ªa. Hubo, y sigue habiendo, un pensamiento social-cristiano, heredero de la llamada doctrina social de la Iglesia, que, careciendo, por supuesto, de una teor¨ªa econ¨®mica propia, ha intentado, en di¨¢logo con el capitalismo, atemperarlo y moderarlo, incluso proponiendo modelos de actuaci¨®n econ¨®mica concreta. En el otro extremo, el di¨¢logo con el marxismo descansaba en la esperanza de cristianizar a ¨¦ste, es decir, de adoptar su modelo econ¨®mico, inscribi¨¦ndolo en un -anacr¨®nico, imposible- r¨¦gimen de neo-cristiandad. Y ha habido una tercer tipo, m¨¢s que de aproximaci¨®n a la econom¨ªa, de alejamiento de ella, al que importaba mostrar que el ¨¢mbito del cristianismo, m¨¢s all¨¢ de la econom¨ªa, es el de la realidad en su significaci¨®n ¨²ltima, simb¨®lica, festival y l¨²dica, carism¨¢tica y pentecostal, escatol¨®gica ahora y siempre, ya. Marzal subray¨® agudamente que el supuesto econ¨®mico impl¨ªcito de tal posici¨®n era -optimismo de los a?os -sesenta- la p¨¦rdida efectiva de la importancia de la econom¨ªa -que lo es, siempre, de la escasez- en una sociedad posindustrial, posecon¨®mica, de la abundancia y el bienestar para todos y la utop¨ªa convertida en realidad. Sociedad de la que, ciertamente, estamos muy lejos, y lo sabemos.,
De la consideraci¨®n tipol¨®gica se pas¨® a la evolutiva y, en esta perspectiva, Gonz¨¢lez Ruiz se?al¨® que as¨ª como, hasta cierto punto, el Antiguo Testamento bendec¨ªa al rico, el Nuevo Testamento fue, en principio, la religi¨®n del Pobre y de los pobres. A partir del constantinismo, la Iglesia se ali¨® con el poder y se invent¨®. la entidad del Sacro Imperio. La Modernidad separa lo que la Edad Media uni¨®, y as¨ª, Lutero, con la doctrina de los dos Reinos incomunicantes entre s¨ª; el calvinismo, con su doctrina de una nueva Bienaventuranza, la de los ricos, destrabaron y bendijeron, respectivamente, al entonces naciente capitalismo. Y ?qu¨¦ ocurre hoy? Manuel Gala nos hab¨ªa hecho ver que la econom¨ªa actual no es ya nacional, sino transnacional, a la cual corresponden las empresas transnacionales o, como se las denomina en Espa?a, multinacionales, con su peculiar privatizaci¨®n o reprivatizaci¨®n., Y es en este contexto como vemos funcionar a la Iglesia a modo de una multinacional m¨¢s y como se entiende aquel esc¨¢ndalo, todav¨ªa no lejano, de las colusiones financieras del Vaticano, en el ¨¢mbito de una econom¨ªa que, en el ¨¢mbito global es, tambi¨¦n con respecto a los pa¨ªses del bloque sovi¨¦tico, de mercado capitalista.
S¨ª; mas, ?no hay otros modos posibles de entender la econom¨ªa? En efecto, y voy a referirme a dos, explicitando por mi cuenta sendas, finas observaciones de Agust¨ªn Andreu y Juanjo Rodr¨ªguez Ugarte. Primera de ellas: la supuesta econom¨ªa divina, como orden y administraci¨®n de la Casa de Dios en sus diferentes moradas, Cielo, Infierno, Purgatorio y hasta Limbo. Econom¨ªa seg¨²n la cual los dividendos devengados aqu¨ª en la Tierra se percibir¨¢n en el Cielo, pero, asimismo, la deuda-culpa (ambivalencia sem¨¢ntica de la palabra Schuld, en la que insisti¨® Heidegger) contra¨ªda en este mundo, en el otro habr¨¢ que pagarla.
Seg¨²n la segunda observaci¨®n, m¨¢s que una informaci¨®n de la econom¨ªa, desde fuera, por los valores cristianos, habr¨ªa que demandar una concepci¨®n global y no economicista de la econom¨ªa, que la inscribiese, por una parte, en el ¨¢mbito de la ecolog¨ªa y de la cosmolog¨ªa; por la otra, como ya lo hizo el fundador de la econom¨ªa moderna, Adam Smith, en el de la psicolog¨ªa y en el de la sociolog¨ªa y la ¨¦tica social. Es, se dir¨ªa, la expectativa propia de una ¨¦poca como la nuestra, interplanetaria e interdisciplinar.
Para terminar, respondamos a la pregunta, a la vez inicial y final, de nuestro Foro. Y perm¨ªtaseme un paralelismo. Los pecados verdaderamente capitales son los dos primeros, la soberbia-prepotencia y la avaricia-codicia. Frente, a la soberbia del poder pol¨ªtico y su inseparable reverso, las miserias de la pol¨ªtica, la misi¨®n del intelectual, mil veces lo he repetido, es decir 'lino!". Un no tambi¨¦n es el que ha de elevar el cristiano frente a la ambici¨®n sin l¨ªmites del poder econ¨®mico y su por ahora inseparable reverso, la miseria de los pa¨ªses del Tercer Mundo, y la pobreza y marginaci¨®n de esos hombres y mujeres que forman un Cuarto Mundo, cada vez mayor, en el seno m? sino de Europa y de Occidente.
Si adem¨¢s uno y otro, el intelectual y el cristiano, son capaces de elaborar modelos, ut¨®picos, s¨ª, pero tambi¨¦n, a su modo propio, operativos, miel sobre hojuelas.
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