Dispersi¨®n y p¨¦rdida
Bodas de sangre era una obra dif¨ªcil cuando se estren¨®, en 1933, y lo es ahora, en 1985. Entonces, por la audacia con que irrump¨ªa en un teatro de pan seco, en el t¨®pico del drama rural, y met¨ªa en ¨¦l una nueva poes¨ªa y algo que esa poes¨ªa acarreaba: una profundidad, un tanteo, una adivinaci¨®n sobre la tragedia del amor contrariado, de la pasi¨®n, de la honra, del cerco contiguo a la mujer, de la angostura de la vida en los pueblos. Son todos ellos temas de la raza y el tiempo.La dificultad se mantiene ahora, porque, es un mito, una obra que vive y vive en las p¨¢ginas de los libros y en los miles de comentarios profesorales, todo un cuadro de museo. Y, adem¨¢s, porque sus temas, aunque a¨²n se sucedan en la vida est¨¢n despejados de otra manera.
Bodas de sangre
De Federico Garc¨ªa Lorca (1933). Int¨¦rpretes: Gemma Cuervo, Hello Pedregal, Kiti Manver, Jorge de Juan, Montserrat Salvador, Sonsoles Benedicto, Blanca Portillo, Manuel Torremocha, Alicia Agut, Asunci¨®n S¨¢nchez, Lala Aguilera, Maite Chac¨®n, Antonio Morales, H¨¦ctor Colome, Jos¨¦ Antonio Gallego, Tony Carrasco. Escenograf¨ªa y luminotecnia de Manfred, Dittrich. Figurines de Pepe Rubio. M¨²sica de Paco Aguilera. Direcci¨®n: Jos¨¦ Luis G¨®mez. Estreno: Teatro Alb¨¦niz (Festival de Oto?o). 26 de octubre de 1985.
Jos¨¦ Luis G¨®mez se acerca, a esa dificultad, y la sensaci¨®n de espectador es la de que no ha terminado de resolverla. La emprende de varias maneras, sin consumir ninguna y contradici¨¦ndose. A veces la lleva por el camino de la ¨®pera o por el del oratorio con una pureza de canto popular muy bella, pero despeg¨¢ndola de la acci¨®n dram¨¢tica.
En otras ocasiones busca el fondo del realismo -en los trajes, en los gestos, en los objetos: la espl¨¦ndida mesa de la boda- para irse seguidamente a un superrealismo de la ¨¦poca misma de Garc¨ªa Lorca -un ejemplo claro es el di¨¢logo de la Luna y de la Muerte- y para introducir en medio del expresionismo alem¨¢n -los le?adores, con la ya dif¨ªcilmente soportable c¨¢mara lenta- .
El resultado es que el todo que es la obra aparece despedazado, fragmentado, m¨¢s atento a la pl¨¢stica que a la narraci¨®n y la pasi¨®n: no liga ni cuaja, no se le deja vivir en la caja ambarina del decorado yerto. Puede decirse que lo mismo sucede con la compa?¨ªa: no llega a trabar.
La generalidad de los actores conserva el tonillo con el que mima al director de escena juntamente con su manera personal de dicci¨®n; unos son inaudibles, otros estent¨®reos.
El ritmo de toda la obra es lento. Sea cual sea la visi¨®n que uno pueda tener de Federico Garc¨ªa Lorca, de su teatro y de su poes¨ªa, algo en lo que se coincide siempre es en su vitalidad, su militancia -con la sociedad, con el pueblo con la vida- y su apasionamiento. Oscurecido, transfugado, enfriado por la luz, los decorados y la interpretaci¨®n, zarandeado por la indecisi¨®n, es poca cosa.
Jos¨¦ Luis G¨®mez es director que suele estudiar profundamente sus temas, que busca arrancar los signos teatrales de todos los textos que emprende y que los trabaja intensamente. Lo ha hecho as¨ª sin duda con esta versi¨®n de Bodas de sangre, y hay grandes destellos de su conocida personalidad creadora, y consigue mantener la atenci¨®n del espectador durante la representaci¨®n. Pero la totalidad se le ha ido de las manos.
[Ver art¨ªculo de Joan de Sagarra sobre el estreno en Almer¨ªa de Bodas de sangre en EL PA?S del 7 de octubre].
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