La Iglesia en Nicaragua
LA P?RPURA de monse?or Obando Bravo, arzobispo de Managua, comienza a pesar sobre los hombros del sector m¨¢s duro de la Junta Sandinista. El ministro del Interior, Tom¨¢s Borge, lo presenta como enemigo de la revoluci¨®n, simple dirigente pol¨ªtico que olvida su misi¨®n religiosa. El estado de emergencia, al que ha tenido que recurrir el Gobierno, responder¨ªa, a juicio del comandante Bayardo Arce, a la necesidad pol¨ªtica de desarticular "el frente interior" ideol¨®gico, que re¨²ne en la misma trinchera a los agentes de los contras invasores pagados por Reagan, a los dirigentes de la patronal y hasta partidos y sindicatos de extrema izquierda. Con estos socios antisandinistas, la Iglesia oficial ahoga los gritos de los grupos cat¨®licos progresistas, que no han cesado de proclamar: "Entre cristianismo y revoluci¨®n no hay contradicci¨®n".El Papa parece haber elegido a Obando para reconstruir la unidad de la Iglesia nicarag¨¹ense. En su visita de 1983 tuvo gestos expl¨ªcitos de predilecci¨®n para el arzobispo, ya entonces enfrentado con- la Junta. A partir del ¨²ltimo consistorio, en que Obando fue creado cardenal, el purpurado volvi¨® por Miami, donde fue aclamado por miles de compatriotas exiliados. Hizo adem¨¢s una entrada triunfal en Managua y est¨¢ realizando una gira por las di¨®cesis que tiene olor de cruzada. Refuerza su protagonismo el hecho de haber pasado a ocupar la presidencia de la Conferencia Episcopal, sustituyendo a monse?or Pablo Vega, un obispo conservador, pero que patrocin¨® el di¨¢logo con el Gobierno y pronunci¨® la oraci¨®n en el acto de toma de posesi¨®n del presidente Daniel Ortega. El recorte de las libertades democr¨¢ticas le ofrece ahora una buena oportunidad para capitalizar el descontento y lanzar consignas religiosas de f¨¢cil interpretaci¨®n pol¨ªtica.
En la comunidad cat¨®lica, los riesgos de divisi¨®n y enfrentamiento se han multiplicado. La obsesi¨®n antimarxista de una parte de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica la empuja hacia los dominios de la burgues¨ªa conservadora y del imperialismo americano, pero no tiene eco en las capas populares y en el numeroso campesinado de la naci¨®n, ganado ya para el sandinismo por la campa?a de alfabetizaci¨®n. Por otra parte, los cristianos por la revoluci¨®n, algunos de los cuales ocupan cargos de influencia en el Gobierno, desautorizados por Roma, se ven ahora acorralados contra las cuerdas por el grupo de los sandinistas duros. No pueden romper con la jerarqu¨ªa cat¨®lica ni proseguir su acci¨®n catalizadora en el seno de la revoluci¨®n. Gestos como el de Reagan estrechando la mano al comandante Ortega favorecen la distensi¨®n interior y disminuyen las posibilidades de Obando de capitalizar el descontento, pero no refuerzan la posici¨®n de los cristianos en el Gobierno.
Una vez m¨¢s, el duro enfrentamiento con el marxismo por parte de una comunidad cat¨®lica, reduce su capacidad de penetraci¨®n social, refuerza su imagen de poder reaccionario y le hace v¨ªctima de su propio espejismo. El enemigo principal de la religi¨®n, como se ha demostrado en otros pa¨ªses latinos de Europa y Am¨¦rica, no es el ate¨ªsmo militante, sino los procesos que se re¨²nen en tomo a una promesa ideol¨®gica de cambio social. La Iglesia institucional de Nicaragua se encuentra pues en una tesitura dif¨ªcil. Con la dial¨¦ctica actual la revoluci¨®n de los pobres se le puede escapar, r¨¢pidamente de las manos.
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