Novedad, el Estado ayuda al autom¨®vil
Lo habr¨¢n le¨ªdo u o¨ªdo uno de estos d¨ªas, y seguro que les habr¨¢ sonado como normal: que el Estado espa?ol (o el Gobierno, vamos: ?ustedes saben la diferencia?; no, porque adem¨¢s, ?no es verdad que Hacienda somos todos?), pues el Estado se dispone a ayudar a empresas automovil¨ªsticas que lo requieran, a fin sobre todo de evitar -caso mayormente de tratarse de capitales internacionales- que vayan a levantar del suelo hispano su negocio, sino que incluso, con esa ayuda, lo aumenten y mejoren.Es, por cierto, ese mismo Estado el que ¨²ltimamente ha venido regate¨¢ndoles a los ferrocarriles (no digas "a la Renfe") las ayudas con que se remediaban sus d¨¦ficit (en qu¨¦ gran medida debidos a la desastrosa administraci¨®n), hasta el punto de haber cerrado el a?o pasado algunas l¨ªneas de viajeros por haber averiguado (para eso se pagan t¨¦cnicos y computadoras) que eran de insuficiente rentabilidad.
Por cierto que hace unos meses, aprovechando el nombramiento de nuevo ministro de Transportes -no voy a decir que por confianza en que los hombres puedan diferenciarse de sus cargos, pero s¨ª por falta de total seguridad en que hayan de ser lo mismo-, el caso es que me propas¨¦ a dirigirle al ministro una misiva en que, a vueltas de recordarle brevemente esa fechor¨ªa y lo rid¨ªculo del pretexto de la poca rentabilidad y aludir a las connivencias de la Renfe con empresas de autobuses y camiones y al desarrollo por la propia Renfe de transportes por carretera, le hac¨ªa presente lo que es voz de com¨²n sentido: que la Renfe es una empresa de ferrocarriles, y que, por tanto, cualquier dejaci¨®n de la misi¨®n de cuidado, aumento y mejora de v¨ªas f¨¦rreas y de trenes para pasarse al auto y a la pista era traicionar la vocaci¨®n en que se fundaba; que si empresas privadas pueden, por sus intereses propios, cambiar de dedicaci¨®n y pasar de la fabricaci¨®n de alfileres a la promoci¨®n de urbanizaciones suburbanas (ya que todo es igual, puesto que todo es dinero), no parece que una empresa p¨²blica y protegida por el Gobierno, cuyo solo criterio debe ser el del mejor servicio p¨²blico, pueda pasarse del tren de viajeros al autob¨²s, del de mercanc¨ªas al cami¨®n, de la v¨ªa de hierro a la de alquitr¨¢n, por supuestos motivos dinerarios; a no ser que hubiera en esos cambios palpable utilidad para el mejor servicio p¨²blico, que no la hay.
Pues bien, me respondi¨®, puntual y amablemente, no el se?or ministro, pero s¨ª el encargado de su gabinete del "Servicio de Comunicaci¨®n con los Ciudadanos", sin tocar para nada a las razones de mi carta, pero asegur¨¢ndome a cambio que los c¨¢lculos de rentabilidad que hab¨ªan servido para la supresi¨®n de aquellas l¨ªneas se hab¨ªan hecho muy escrupulosmente, as¨ª como que se hab¨ªa constatado que el balance econ¨®mico y social del cierre (lo de social enti¨¦ndalo Dios, que para eso se ha hecho socialista) hab¨ªa resultado positivo; y que, en fin, se iba a dejar a la Renfe que siguiera transportando mercanc¨ªas por las v¨ªas cerradas a viajeros, en tanto que cada seis meses se est¨¢ "a la vista de los resultados comerciales realmente obtenidos y del grado de concreci¨®n de las potencialidades de tr¨¢fico que se detectan".
A tal grado de concreci¨®n hemos llegado, y no puedo yo por menos de venir tambi¨¦n a lo concreto (esto es, lo dinerario: nunca ha sido tan abstracto lo concreto) y ponerme a echar cuentas. Por ejemplo, ¨¦sta: ?eso que se ha ahorrado con la supresi¨®n de trenes habr¨¢ sido lo bastante para cubrir las subvenciones que ahora el Estado se apresta a dispensar al autom¨®vil? Pero no hay muchas esperanzas de que alg¨²n t¨¦cnico se arroje, en estas p¨¢ginas mismas, a echarnos esas cuentas, ni otras. muchas tocantes al negocio de la Renfe con las empresas auxiliares que contrata, para frigor¨ªficos, por ejemplo, o mil otros servicios, ni mucho menos las de los gastos administrativos, o culturales, o de c¨¢lculo de rentabilidad, de todo lo cual, aun lego como soy en lo concreto, me llegan a menudo datos fidedignos y reveladores.
Pero el dinero no es s¨®lo dinero, hombre, me dir¨¢n ustedes: dinero son tambi¨¦n el tiempo, el trabajo, los hombres, ?los puestos de trabajo! Ah¨ª est¨¢ la clave: esas ayudas del Estado al autom¨®vil son para que no se pierdan empleos de los muchos que la industria automovil¨ªstica y derivados deparan o deparaban. ?Ah! ?S¨ª? ?Es verdad siquiera esa con tabilidad de puestos de trabajo que sirve para justificar tantos desmanes y a la que el Gobierno, socialista por naturaleza, tiene que mirar antes que nada? Por lo menos, desde luego, no es tan. verdad; con motivo de aquellas supresiones de tr¨¢fico ferroviario se produjo un cierto n¨²mero de desempleos: entre las manos he tenido notificaciones a obreros ferroviarios a los que en aquella ocasi¨®n se les declar¨® sobrantes, haci¨¦ndoles pasar a jubilados. Y he aqu¨ª entonces otra cuenta: ?se ganar¨¢n con la futura ayuda al autom¨®vil tantos puestos como los de ferroviarios perdidos por las mermas de la v¨ªa f¨¦rrea, su presi¨®n de l¨ªneas, abandono de estaciones menores y apeaderos y dem¨¢s gracias? Y si fuere as¨ª, ?en cu¨¢nto tiempo? Y ?con cu¨¢nto gasto de tr¨¢mites administrativos, los planes y c¨¢lculos para aquella restricci¨®n de tr¨¢fico y ahora la instrumentaci¨®n (?no se dice as¨ª, se?orita Yolanda?) de las medidas de ayuda a las empresas del autom¨®vil? ?Y no es concreta esta otra cuenta de que cuantos puestos se creen en f¨¢bricas de pop¨®s o embetunado de autopistas, tantos pueden crear se con la fabricaci¨®n de locomotoras y vagones y el despliegue de las v¨ªas f¨¦rreas, empezando por la doble v¨ªa que tantos tramos est¨¢n pidiendo a gritos ya desde decenios? Y hasta, si me descuido, esta otra, para los capitales en persona: ?no puede una empresa igualmente o mejor desarrollarse y promoverse convirti¨¦ndose de la cansada lata del autom¨®vil a las posibilidades inagotables del ferrocarril? De nada, se?or Rius: ya sab¨ªa yo que era usted m¨¢s listo de lo que parec¨ªa. Pero, venga, no te canses m¨¢s, borrico: ?no sabes t¨² que las cuentas de dinero o de puestos de trabajo no son tampoco m¨¢s que un pretexto para la obediencia ciega a motivaciones m¨¢s profundas, y tanto m¨¢s eficaces cuanto m¨¢s subconscientes?
Lo que pasa es que el ferrocarril es ¨²til de veras, y el auto y sus pistas, una desgracia y un retroceso y estropicio del progreso. Y por eso, como lo bueno (pero no se dice bueno, se?orita Silvia: se dice "v¨¢lido", "realista", "positivo"; ?d¨®nde ha aprendido usted mecanograf¨ªa?), pues como lo bueno es malo, se deduce entonces que lo malo es bueno; y as¨ª, la plaga, despilfarro y latazo insufrible del autom¨®vil, por lo mismo de ser lata, desastre y peste, les ofrece a las mentes concretas las mejores garant¨ªas de que eso es lo bueno, esto es, lo necesario y el futuro inevitable.
?Har¨¢ falta argumentar aqu¨ª de c¨®mo el ferrocarril es lo bueno (no era, defensores rom¨¢nticos: lo es, por el ingenio mismo del invento y sus posibilidades sin fin de desarrollo), que es lo ¨²til y pr¨¢ctico para resolver cualquier problema de transporte de viajeros o mercanc¨ªas, y que el auto y sus secuelas de pistas y gasolineras es lo in¨²til, un atraso del progreso, impuesto en primer t¨¦rmino por enormes intereses, y en segundo, por ese prestigio de realidad de todo lo que machaca y apesta mucho?; ?volver a sacar la comparaci¨®n entre una hilera nocturna de camionazos y un sencillo y poderoso tren de mercanc¨ªas, la de una red de tranv¨ªas y metros con el potaje automovil¨ªstico y los in¨²tiles socavones de aparcamiento?; ?recordar la ventaja de una multiplicaci¨®n de v¨ªas f¨¦rreas, anchas o estrechas, baratas y duraderas, que lleguen casi a cualquier sitio sin casi molestar a nadie, sobre el machaqueo de las rutas cementosas, extendi¨¦ndose in¨²tilmente y rehaci¨¦ndose cada a?o, cargando de propina con una cuota incesante de embotellamientos y estrellamientos que ninguna providencia puede remediar, ni que les metan a los ni?os la se?alizaci¨®n como asignatura en las escuelas, puesto que ello est¨¢ en lo malo y torpe del invento mismo? No, no creo que haga falta: ya esas evidencias se han sacado a luz hasta en estas mismas p¨¢ginas, y adem¨¢s el sentido com¨²n de cualquiera se las est¨¢ cantando.
Pero este Gobierno, como otros (aunque pocos tan decididamente) se lo est¨¢ jugando todo a que el futuro es del autom¨®vil, y eso hasta en tiempos en que a?o por a?o se hace sentir el fracaso del auto y del ma?ana que nos vend¨ªa, y aun algunos pa¨ªses progresados, algo m¨¢s alerta (que ya es decir para un Gobierno), dan muestras de perder la fe en la idea del auto y dejan que sean los pa¨ªses que ellos llaman en v¨ªa de desarrollo los que se encarguen con su entusiasmo ardiente de sostener el averiado negocio y la fe en la esencia (la gasolina, claro: ?qu¨¦ se hab¨ªan cre¨ªdo ustedes?).
?Vencer¨¢ a la larga el sentido com¨²n y acabar¨¢n imponi¨¦ndose los ingenios m¨¢s ¨²tiles para la traslaci¨®n sobre la Tierra, en contra de la impuesta falsificaci¨®n de la utilidad? Bueno, pues s¨ª, probablemente: ya otras veces se ha visto que, por m¨¢s que a la gente sea f¨¢cil enga?arla en sus demandas elementales- durante cierto tiempo y hacerle tragar ilusiones por realidades, al fin el sentido com¨²n y la noci¨®n de la utilidad acaban, tras largos derroches y p¨¦rdidas de tiempo, por volver a los medios de ir tirando m¨¢s macizos y menos enga?osos.
S¨ª, pero eso... "muy largo me lo fi¨¢is", dir¨¢n, como Don Juan, los m¨¢s c¨ªnicos de nuestros gobernantes, como lo dicen con sus hechos los empresarios que viven de la venta del Ma?ana falso; y como, en tanto, de lo que se trata es de tirar por lo m¨¢s seguro hasta las pr¨®ximas elecciones, para eso tiene cuenta adular todav¨ªa un par de a?os al autom¨®vil, a sus supuestos puestos de trabajo, y seguir intercambiando las ayudas al ferrocarril (para sostener sus l¨ªneas deficitarias y hacer, mejorando las que no lo sean) por subvenciones a las f¨¢bricas de autom¨®viles, no vayan a dejar de producirse y seguir machacando campos y ciudades.
Me dicen algunos de los amigos que por qu¨¦ me encabrino tanto con esta contienda del ferrocarril, un asunto que parece relativamente peque?o, aun dentro de las frivolidades de la actualidad, comparado con ... ?qu¨¦?: pues las reparticiones con las autonom¨ªas, las incorporaciones a las europeas, los pactos atl¨¢nticos y gal¨¢cticos, que si paro, que si terrorismo... Pero, amigos, es que en pocas ocasiones como en esta de los transportes aparece tan palpable el cambiazo y confusi¨®n de la utilidad sentida desde abajo con la necesidad impuesta desde arriba. Y adem¨¢s, en pocos casos, por el desarrollo mismo del progreso desviado de sus carriles y el florecimiento mismo de la locura y falsedad de la idea de futuro, siente uno tan cerca la posibilidad de que mucha gente reconozca en esta denuncia lo que ya de atr¨¢s ven¨ªan sintiendo sus corazones. Y adem¨¢s, en fin, como resulta que con el progreso de este mundo ha cobrado tanta importancia la cuesti¨®n del traslado de un lado para otro como medio de confirmarse en que uno es uno mismo igual aqu¨ª que en Pek¨ªn o que en la Luna, para ocultarse que la idea de movimiento lleva en s¨ª una contradicci¨®n sin cura..., pues por eso.
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