Carta a los "milis'
Acabo de ver una pintada en una pared, entre Ordizia y Beas¨¢in. Es una pintada incre¨ªblemente injusta, absurda y cruel. Me hab¨ªan dicho que estaba all¨ª, y alguien ha debido tener el buen criterio de no blanquear la pared, respetando esa verg¨¹enza. No he podido remediar imaginarme al autor de la pintada d¨¢ndose palmaditas con la satisfacci¨®n que a uno le debe producir pasear con la frente alta a costa del sacrificio de los dem¨¢s, y he decidido escribiros.Por estos d¨ªas se cumplen 11 a?os de la ¨²ltima gran ruptura en ETA. Once a?os que a m¨ª me han parecido muchos m¨¢s. Personalmente viv¨ª aquella ruptura en una de las m¨²ltiples salas de visita de un centro hospitalario de Bilbao. Fue el lugar acordado para una entrevista con Argala y Peixoto. En medio de un gent¨ªo de enfermos en bata y de famliares aburridos, nos hicimos con un rinc¨®n donde sentarnos a discutir de nuestras cosas. La conversaci¨®n no se centr¨® en las causas de aquella sor presiva escisi¨®n, sino que deriv¨® hacia los proyectos que guard¨¢bamos para el futuro, con un celo no exento de ingenuidad. Al t¨¦rmino de la cita, las discrepancias parec¨ªan m¨¢s n¨ªtidas que al principio. Sin embargo, me quedaba una duda por la seguridad con que cada cual defend¨ªa sus posiciones, por lo que le pregunt¨¦ a Argala: "Al final, ?no es todo una cuesti¨®n de fe?. ?l asinti¨®. Nos despedimos, aunque pudimos vernos a?os m¨¢s tarde, antes de que le asesinaran.
Siempre he tenido la impresi¨®n de que aquella fe se fue desvaneciendo, y termin¨® por morir con Argala. A partir de ah¨ª s¨®lo qued¨® la inercia: la inercia de las armas, la de quienes pretenden perpetuarse el prurito de una situaci¨®n que d¨ªa a d¨ªa incomoda a m¨¢s gente, y cuando se ven necesitados de justificar, no ya su actitud, sino su propia existencia, vuelven hacia atr¨¢s las p¨¢ginas de una historia demasiado breve como para que nos ense?e algo m¨¢s de lo que ya nos advierte el sentido com¨²n.
Ni la alternativa KAS es lo que era. La hab¨¦is convertido en un fetiche al que rendir culto con la incredulidad de la rutina. Ya nadie recuerda -nadie quiere recordar- su sentido original. Sus famosos puntos, en su vaguedad, son tan inconsistentes como pretender que estamos viviendo un proceso descolonizador. Pero, sin embargo, se agita como argumento f¨¢cil, como escudo protector que en realidad trata de ocultar vuestra incapacidad para dar un paso hacia adelante, un solo paso. Pero no es esto lo que m¨¢s me preocupa. A lo sumo ser¨ªa una obcecaci¨®n est¨¦ril, en cualquier caso leg¨ªtima, si no fuese acompa?ada por las armas y por ese inadmisible af¨¢n de sustituir la voluntad de una sociedad madura, neg¨¢ndole as¨ª el derecho que le asiste a determinar su propio futuro.
No hay nada m¨¢s reaccionario que alentar el poder de lo f¨¢ctico; nada m¨¢s indigno que utilizar vuestro fetiche para azuzar los aspectos m¨¢s tenebrosos de la realidad que nos ha tocado vivir.
Tengo la sensaci¨®n de que el tiempo corre m¨¢s aprisa para unos que para otros. Que en este caso el tiempo corre m¨¢s aprisa precisamente para aquellos que trat¨¢is de pararlo, de decir "aqu¨ª no ha cambiado nada, todo est¨¢ como cuando llegu¨¦". Pienso que ya quedan muy pocos meses, como de aqu¨ª al verano, y entiendo que teng¨¢is miedo al regreso, que no es un miedo a la represi¨®n, ni a daros de alta en una oficina del Inem. Es un miedo mucho m¨¢s inconfesable, el miedo a encontraros frente a frente con vuestro propio discurso, con ese discurso machaconamente trabajado durante tanto tiempo, que comienza y termina con la palabra traici¨®n No confundamos los t¨¦rminos, no os enga?¨¦is. Que la gente quiera, como yo mismo, zanjar cuanto antes esta cuesti¨®n pendiente de la violencia, y que lo quiera sin dramas y sin traumas no significa que est¨¦ dispuesta a cederos los b¨¢rtulos para que en una cada vez m¨¢s hipot¨¦tica negociaci¨®n trat¨¦is de resolver algo m¨¢s que vuestro problema humano. Ese problema s¨®lo es resoluble desde la valent¨ªa del reconocimiento del error propio o del acierto ajeno.
Muy lejos de ello, el reconocimiento que busc¨¢is es el de vuestro acierto frente al error ajeno. Tem¨¦is volver con las manos vac¨ªas y busc¨¢is llenarlas con un gesto que avale la frustraci¨®n de muchos a?os de fracaso. Un ¨²ltimo aliento que convierta en arrepentimiento vergonzante lo que en otros ha sido dar la cara.
En realidad, est¨¢is pidiendo un armisticio con foto, porque en foto han terminado todas las guerras que en el mundo han sido. Est¨¢is pidiendo que os saquen una foto con la JUJEM, y seguro que el autor de la pintada esa, entre Beas¨¢in y Ordizia, tratar¨ªa de hacerse un hueco ante la c¨¢mara. Y por ah¨ª s¨ª que no pasamos algunos, muchos, que no creemos en guerras, y mucho menos en la vuestra.
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