Una se?al de contradicci¨®n /y 2
La guerra se ve por todas partes, hasta en los m¨ªnimos detalles de la vida. Escasea el papel higi¨¦nico, por ejemplo; la correspondencia al exterior es una lenta operaci¨®n. Centroam¨¦rica -me comentan-se est¨¢ como censurando mutuamente de pa¨ªs a pa¨ªs. El imperio ha logrado erizar entre s¨ª a los hermanos. P¨¦rez Esquivel viene preocupado al sentir c¨®mo toda Costa Rica se vuelve hacia Nicaragua en ofensiva agresividad."Aqu¨ª vivimos desasosegados por la paz", me confiesa un campesino sufrido. Temprano, casi con la luz, llega hasta m¨ª un combatiente vestido de camuflaje. Con su grabadora; con una carta con poemas y frases m¨ªos escritos en Brasil, y que lleva con ¨¦l desde hace seis a?os de sudor y caminos; con entra?ables confidencias de fe, de ilusi¨®n latinoamericana. Es un encuentro que me conmueve. Siento a Dios entre nosotros. Les grabo a estos soldados sandinistas de la monta?a unas palabras de paz, una homil¨ªa en la guerra. Posiblemente no ver¨¦ nunca m¨¢s al combatiente. El Se?or le acompa?e verdad adentro.
En puntos estrat¨¦gicos de la ciudad, de las carreteras, en la monta?a, en la frontera, a lo ancho del pa¨ªs, los muchachos armados, los compas, tan fr¨¢giles como indefensos en su juventud agredida. La paz, tan insistentemente invocada aqu¨ª, me hace sentir el mundo muy caduco.
La juventud, predominante en todo este pueblo, me hace sentirme viejo. Como si estuviera en una misi¨®n ¨²ltima, en la frontera de la vida. En la frontera de nuestra Iglesia, en todo caso. La monta?a y la frontera son aqu¨ª los sin¨®nimos b¨ªblico-existenciales del desierto y del exilio.
Achuapa. En la monta?a, entre Le¨®n y Estel¨ª. D¨ªa 15 de agosto. Al final de la eucarist¨ªa, una madre hace el sangriento recuento: "?ramos cinco madres de m¨¢rtires despu¨¦s de la insurrecci¨®n, en 1979. De enero para ac¨¢ ya somos m¨¢s de 40".
La sangre ti?e hasta la geograf¨ªa de esta Nicaragua en guerra. Cuando sorprende desde la carretera el volc¨¢n Telica, callado, desnudo, enrojecido, le apostrofo:
"Telica sin verde vida, / tierra roja, todo herida, / derramada hacia los valles,/ cuando se callen los muertos; / ?no te calles, no te calles!".
Atrocidades
Llegando a Somotillo nos comunican que la contra ha matado a 14 campesinos. Nos llaman. ?Volvemos? Cercada, la contra comete atrocidades y secuestra a muchos. Ser¨¢n unos 80 los secuestrados en la zona de Achuapa. Los mercenarios, desarticulados en -bandos sueltos, se llevan a campesinos como gu¨ªas forzados hasta la frontera, donde los sueltan o los matan.
A la salida de Managua, un gran anuncio: 'Hay un solo Dios". Debajo de esta verdad, tan incuestionable como manipulada, una mano an¨®nima ha a?adido muy evang¨¦licamente: "El Dios de los pobres".
Evangelizaci¨®n y poes¨ªa
Solentiname. El archipi¨¦lago donde Ernesto Cardenal cultivaba la contemplaci¨®n, la evangelizaci¨®n rural y la poes¨ªa. Todo fue destruido por los guardias de Somoza. Se est¨¢ reconstruyendo. Habr¨¢ una escuela de capacitaci¨®n campesina y talleres de artesan¨ªa. Me encuentro con los pintores primitivistas que han pasado al mundo la hermosura de Solentiname. Y celebramos la misa con antiguos disc¨ªpulos de Ernesto, hoy incorporados a la revoluci¨®n. Nos acompa?an madres e hijos de los h¨¦roes de Solentiname de 1977. Laureano Mairena, que cay¨® en 1983 defendiendo a Nicaragua de los contrarrevolucionarios, dec¨ªa que estaba cuidando su revoluci¨®n en la frontera. Solentiname, cuando llegue la paz, podr¨¢ cuidar tambi¨¦n, de nuevo, la contemplaci¨®n en esta capilla.
En El Castillo, a orillas del r¨ªo San Juan -cubierto de verde mugre el viejo torre¨®n de la conquista-, mis ojos repasan la galer¨ªa de santos de la viejita, viuda y rezadora: el Coraz¨®n de Jes¨²s, Sandino, Carlos Fonseca, Julio Iglesias, Lenin, el Papa. Y queda a¨²n, de la ¨²ltima fiesta de la Pur¨ªsima, tan entra?ablemente nicarag¨¹ense, el cartelito esperanzador: "Con la Concepci¨®n venceremos la agresi¨®n".
Carretera de Jalapa. Permanecen los nombres de las antiguas haciendas de Somoza y de su compinche: La M¨ªa, La Suya.
"En aquel tiempo dec¨ªamos que el caf¨¦ era m¨ªo", pondera un campesino en el asentamiento heroico de El Escambray. Once familias quisieron quedarse all¨ª, asegurando al frente que ellas se defender¨ªan. Quer¨ªan seguir viviendo en la monta?a. Los morteros se mezclaban con el trabajo y la molienda.
Estos campesinos sienten los logros de la revoluci¨®n: "Empezamos a conocer que nosotros viv¨ªamos debajo de la esclavitud". "La alfabetizaci¨®n, primero. Ahora leo la Biblia. He descubierto la palabra de Dios. Antes mi vida era desarreglada". "Estamos haciendo las oraciones de los primeros cristianos, por comunidades".
Manuel, ya veterano, con el gastado uniforme verde olivo, explica su arm¨®nica vivencia en este proceso singular: "Mire, monse?or, yo soy delegado de la palabra, soy productor y soy defensor".
"No pasar¨¢n"
Ya he dicho que a los primeros d¨ªas de mi llegada -en plena insurrecci¨®n evang¨¦lica, como la llam¨® Miguel d'Escoto- tuve la convicci¨®n de que la verdad est¨¢ con Nicaragua.
Despu¨¦s de recorrer el pa¨ªs, sobre todo en la monta?a y en las fronteras agredidas, he llegado tambi¨¦n a la convicci¨®n de que la victoria est¨¢ con Nicaragua. A pesar de la agresi¨®n. A pesar de la descomunal desigualdad de fuerzas. A pesar de la incomprensi¨®n o del prejuicio de la indiferencia, por parte de la sociedad occidental y por parte tambi¨¦n de muchos dentro de la Iglesia.
Hay mucha fe en esta Nicaragua. Y mucha combatividad. "Queremos la paz con dignidad", "No pasar¨¢n", repiten los muros y las gargantas.
Nicaragua tiene el derecho de ser libremente ella. Lo sabe y lo quiere. Yo creo en este pueblo de Nicaragua y no creo en el poder de los ¨ªdolos. Creo en el Dios de Jes¨²s, que es el Dios de la vida y de la libertad.
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