Loris Capovilla: "Juan XXIII pens¨® en un concilio cuatro d¨ªas despu¨¦s de ser elegido"
El secretario particular del papa Roncalli recuerda la gestaci¨®n del Vaticano II
Lo que m¨¢s preocupa del s¨ªnodo extraordinario que se inaugura hoy en Roma es si acabar¨¢ significando un funeral, aunque solemne, del revolucionario concilio convocado por sorpresa hace 25 a?os por el anciano papa veneciano Juan XXIII, o bien si podr¨¢ ser un empuj¨®n para continuar en la l¨ªnea de apertura abierta entonces, con estupor del mundo entero, por el Papa llamado de la esperanza y continuado por el intelectual y fiel Pablo VI. Para recordar c¨®mo naci¨® en Juan XXIII la idea de aquel concilio y lo que podr¨ªa significar hoy este s¨ªnodo extraordinario, EL PA?S ha conversado, en el santuario de Loreto, con un testigo de excepci¨®n de aquel concilio. Se trata del arzobispo Loris Capovilla, que fue el secretario particular de Juan XXIII y su persona d6 mayor confianza.
Capovilla fue el primero a quien el Papa, veneciano como ¨¦l, con quien hablaba en dialecto, le confi¨® el secreto de su decisi¨®n de convocar un concilio. Capovilla, que tiene hoy 70 a?os, y que refleja en su cara casi infantil la serenidad que caracteriz¨® aquel pontificado, del que fue testigo privilegiado, conserva en sus archivos muchos de los secretos a¨²n no desvelados de uno de los pontificados m¨¢s cortos, m¨¢s revolucionarios y m¨¢s discutidos de este siglo. Tiene en su caja de seguridad su diario personal de aquellos a?os pasados codo a codo con el campesino papa Roncalli.?Por qu¨¦ no lo publica ya?
"Porque a¨²n es pronto".
Pero durante nuestra conversaci¨®n, de cuando en cuando, Capovilla se levanta, sale de su despacho y vuelve con algunas de sus carpetas secretas. Y lee directamente para responder a nuestras preguntas.
Se habla, inevitablemente, de las afirmaciones del cardenal Joseph Ratzinger, seg¨²n las cuales, el concilio, en estos ¨²ltimos 20 a?os, ha producido m¨¢s bien frutos negativos que positivos en la Iglesia.
El ex secretario de Juan XXII, a quien nunca se le ha dado una di¨®cesis importante, ni se le ha hecho cardenal, ni ha sido invitado a este s¨ªnodo extraordinario, conserva la tranquilidad de su gran maestro. No hay rencor en sus palabras, es a veces ir¨®nico y Reno de humor, como buen veneciano, pero nunca amargo. Se limita a decir: "Hace a?os que no pongo los pies en un dicasterio romano. No me interesan las intrigas de palacio. Yo sigo alimentando en mi esp¨ªritu la serenidad que me ense?¨® Juan XXIII", Lee en su diario y cuenta que una vez el semanario Il Borghese, de la derecha neofascista italiana, public¨® un art¨ªculo dur¨ªsimo contra ¨¦l, llam¨¢ndole el "secretario omnipotente". En realidad, era un art¨ªculo contra Juan XXIII, considerado entonces como demasiado dialogante con los comunistas.
Capovilla no quiso decirle nada al Papa. Pero Juan XXIII ley¨® en su cara: "Algo le pasa hoy a mi secretario, que le veo triste". Capovilla quiere disimular, pero, acabada la cena, el Papa le llama a su despacho y le dice: "D¨ªgame lo que pasa". Su secretario saca el art¨ªculo y lee. Cuando acaba, Juan XXIII pregunta: "?Eso es todo?". Le responde: "Es que, Santidad, todo es falso". Juan XXIII le mira a los ojos y le dice: "Vaya con mi secretario, que por la ma?ana dice en la misa al Se?or que est¨¢ dispuesto a dar su sangre por ¨¦l y despu¨¦s se turba por lo que le critica un peri¨®dico". Y levant¨¢ndose, le dijo, paternalmente: "Vaya a dormir tranquilo, que tiene toda la confianza del Papa".
Volvemos a hablar de Ratzinger, y Capovilla dice: "Ustedes, periodistas, que piensan a veces que lo saben todo, no han sido a¨²n capaces de adivinar qui¨¦n es el que esta detr¨¢s del cardenal Ratzinger, qui¨¦n le azuza y le inspira".
?Por qu¨¦ no me lo dice?
"Hoy, no".
De c¨®mo naci¨® el concilio a¨²n hoy se siguen haciendo hip¨®tesis. Se lleg¨® a publicar que el anciano Juan XXIII, con su humor veneciano, a quien le criticaba por haber osado convocar un concilio, recordando que su predecesor, el gran P¨ªo XII, no se hab¨ªa sentido con fuerzas para hacerlo, le dijo un d¨ªa: "A m¨ª se me ocurri¨® una ma?ana mientras me afeitaba". Pero otra vez afirm¨® que se hab¨ªa tratado en verdad de una "inspiraci¨®n divina".
Capovilla ojea de nuevo su diario, y me explica que todo fue mucho m¨¢s sencillo y l¨®gico de lo que a muchos les parece: "Recu¨¦rdese que el futuro papa, Angelo Roncaffi, hab¨ªa nacido en una familia labradora numerosa. El d¨ªa en que naci¨®, su padre brind¨® en la bodega diciendo: "Un vaso de vino a?ejo, porque hoy somos ya 33 en la familia". Y a?ade: "Desde ni?o estuvo acostumbrado a vivir y compartirlo todo comunitariamente, patriarcalmente. Despu¨¦s, no se puede olvidar que fue un historiador y que sol¨ªa decir que quien ha estudiado a fondo la historia no se maravilla de nada de lo que pasa en el mundo".
Mucho en poco tiempo
Seg¨²n Capovilla, para el Papa Juan XXIII lo m¨¢s lejano de sus ra¨ªces y de su historia era el individualismo. Le gustaba discutir y resolver los problemas en familia. Y afirma: "La primera vez que me pronunci¨® la palabra concilio fue exactamente el 2 de noviembre de 1958, justamente cuatro d¨ªas despu¨¦s de ser elegido Papa. A¨²n no hab¨ªa sido ni coronado oficialmente, pero hab¨ªa recibido ya a mucha gente, a muchos. cardenales. Aquella semana, paseando por el jard¨ªn, me espet¨®: "Veo que los problemas que se me plantean son muchos. Aqu¨ª habra que convocar un concilio".A quienes piensan que una buena parte de la imagen de Juan XXIII se debi¨® a la personalidad de Capovilla, que era adem¨¢s periodista, su secretario repite hoy que el primero que recibio sin entusiasmo la explosiva noticia fue ¨¦l mismo: "Conio la idea no me entusiasmaba", dice Capovilla, "no le hice mucho caso. Pero el 21 de aquel mismo mes, que era la fiesta de la Virgen de la Salud, patrona de Venecia, Juan XXIII sent¨ªa nostalgia de su tierra, y me dijo: 'Vamos a dar un paseo a Castelgandolfo para rezar sobre la tumba de P¨ªo XII'. Durante el viaje en el coche, me dijo: 'Hemos hecho ya muchas cosas en poco tiempo: un consistorio, una enc¨ªclica, el nombramiento del nuevo patriarca de Venecia. Pero contin¨²a persigui¨¦ndome la idea de convocar un concilio".
Para Juan XXIII, seg¨²n su secretario, lo importante era que todos los obispos del mundo se reunieran y discutieran, y que decidieran juntos con ¨¦l. Ten¨ªa confianza de que el solo hecho de congregar a toda la Iglesia d¨¢ndole libertad de palabra ya era algo importante. Como lo fue.
Vuelve a su diario, a la primera jornada del concilio, al primer gesto de inconformismo: cuando el nuevo Papa renuncia a la silla gestatoria para atravesar la bas¨ªlica de San Pedro a pie, en medio de ?os obispos de todo el mundo. Recuerda el discurso avanzado, que nadie se esperaba y que acab¨® derrotando las maniobras conservadoras de la curia. Su condena de los "profetas de desventuras". "Aquella noche", dice Capovilla, ?estaba muy emocionado. No hablaba, viv¨ªa como ensimismado. Se sent¨ªa ya enfermo. Para ¨¦l, lo importante era que el concilio hab¨ªa empezado. No le preocupaba si lo podr¨ªa acabar ¨¦l o su sucesor. Estaba sereno. Por la noche, la Acci¨®n Cat¨®lica hab¨ªa congregado en la plaza de San Pedro a 100.000 personas, con las antorchas en la mano. Era un espect¨¢culo. Le pedimos que se asomara a la ventana y dijera unas palabras, pero se enfad¨®: 'Ya he hablado una vez. Basta', les dijo". Y Capovilla a?adi¨®: "Le gustaba hablar poco y con gran sencillez, para que le entendieran todos. Y sobre todo hu¨ªa de los aplausos de la masa, que le molestaban mucho. Cuando alguien le ped¨ªa que preparara un discurso, por ejemplo, para los presos, dec¨ªa: 'Si quieren que hable de los presos, preparar¨¦ un documento sobre el tema, pero si yo voy a ver a los presos quiero s¨®lo abrazarles y hablarles con el coraz¨®n de lo que me salga en ese momento".
Aquella noche, los gritos de la gente reunida en la plaza sub¨ªan hasta las habitaciones pontificias. Capovilla le dice: "Santo Padre, as¨®mese por lo menos a los cristales para contemplar el espect¨¢culo de las antorchas". Se asom¨® a la ventana y debi¨® impresionarse, porque le dijo al secretario: "Abra la ventana y ponga el tapiz rojo". Se asom¨®, y en ese momento se encontr¨® frente a ¨¦l con la luna llena. Y fue cuando pronunci¨®, improvis¨¢ndolo, el famoso discurso de la luna ("tambi¨¦n ella est¨¢ contenta hoy") y de la caricia a los ni?os: "Cuando volv¨¢is a vuestros hogares, vuestros ni?os estar¨¢n durmiendo: dadles una caricia sin despertarles y explicadles despu¨¦s que era la caricia del Papa".
El mismo mensaje
"Cuando se retir¨® de la ventana, aclamado por la muchedumbre", dice Capovilla, "no pronunci¨® una sola palabra, y se retir¨® a rezar solo". Probablemente pensaba que los verdaderos frutos de aquel concilio, que ¨¦l hab¨ªa abierto sin ¨¢nimos de condena, en el signo de la esperanza, los recoger¨ªan un d¨ªa aquellos ni?os que dorm¨ªan sin saber lo que estaba pasando a dos pasos de sus cunas.?Por qu¨¦, Juan XXIII no ten¨ªa miedo ni de los comunistas ni de los ateos?
"Porque sol¨ªa decir que cuando uno est¨¢ convencido de que le espera la muerte, de que la vida es s¨®lo un trozo de nuestro camino, es pueril tener miedo de nada ni de nadie".
?Y por qu¨¦ no le gustaba infundir miedo a la gente?
"Porque pensaba que ya los hombres tienen bastantes dolores, bastantes angustias y problemas para que encima vaya la Iglesia a cargarlos de miedos.
Entonces, ?estaba convencido de que el hombre es un ¨¢ngel?
"No, conoc¨ªa muy bien la naturaleza humana. Sab¨ªa todos los horrores que a trav¨¦s de la historia hab¨ªa cometido el hombre, conoc¨ªa los subterr¨¢neos m¨¢s profundos de sus miserias. Pero sol¨ªa decir que si se pudiera romper el coraz¨®n de ese hombre que tanto dolor siembra en la Tierra, se descubrir¨ªa con asombro que dentro de cada coraz¨®n brilla un sol que ni el hombre mismo conoce a fondo, porque suele estar m¨¢s agobiado por sus miserias que por sus grandezas. Por eso era incapaz de decirle a nadie: 'T¨² te equivocas'. ?l hab¨ªa apostado por la n¨²sericordia, ten¨ªa el arte de descubrir en cada hombre lo mejor de su alma, y sab¨ªa estimularlo"."A los que le acusaban de demostrar demasiada serenidad sol¨ªa responderles", dice Capovilla, .que habiendo tan poca serenidad en el mundo no era un lujo que el Papa por lo menos se mostrase sereno como hombre de fe". Sol¨ªa decir: 'S¨®lo los que no tienen fe suelen tener miedo de Dios y de los hombres".
Capovilla acaba diciendo que si hoy, a los 20 a?os del concilio, Juan XXIII pudiera estar presente, les hubiera repetido a los obispos, como entonces, que deb¨ªan tener confianza en los hombres, abrir las puertas al di¨¢logo, desconfiar de los nuevos profetas del pesimismo y repetir a los hombres cansados y descorazonados de hoy una palabra de consuelo y de esperanza. Y a?adi¨®: "Y volver¨ªa a dar a los obispos, como entonces, plena libertad de palabra para que dijeran, sin miedos y sin compromisos, todo lo que les bulle dentro".
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