Pablo Serrano ingresa en el recuerdo
Para m¨ª, Pablo Serrano, que en la madrugada de ayer falleci¨® en su casa de Madrid, representa dos cosas fundamentales. Una, su amistad, su entra?able amistad. Otra, la obra, la ingente obra.Era un amigo de una cordialidad profunda y recatada, casi silenciosa. Como su voz, tan discreta, tan mesurada. Al hablar, daba la impresi¨®n de alguien que pide disculpas, no se sabe bien por qu¨¦, pero que las pide. Dec¨ªa cosas muy agudas y sugeridoras en el mismo tono tan apagado con el que, al abrazarlo, nos saludaba. Ten¨ªa, de pronto, ocurrencias efusivas e inesperadas.
Hace dos d¨ªas, es decir, el domingo pasado, me llam¨® al tel¨¦fono a mi casa, a la hora del almuerzo, para decirme que de alguna manera estar¨ªa a mi lado en el arduo trabajo que me esperaba en la tarde y en la noche de las elecciones gallegas.
Podr¨ªa yo estar hablando de Pablo Serrano, de la excepcional criatura humana que fue Pablo Serrano, durante horas y horas. Por ejemplo, de su agudo sentido cr¨ªtico o, para ser m¨¢s exacto, de su riguroso sentido cr¨ªtico. Sab¨ªa enjuiciar a los otros artistas con una sana severidad de la que ¨¦l no salvaba su propia obra.
Y esta capacidad valorativa se extend¨ªa a capas muy amplias de la vida colectiva. Quiz¨¢ la gente ignore hasta qu¨¦ punto las apreciaciones pol¨ªticas de Pablo Serrano eran justas, comprensivas y nada fan¨¢ticas. Y as¨ª como su voz exclu¨ªa la vociferaci¨®n, sus opiniones exclu¨ªan la intolerancia y el cerrilismo.
Con todo esto voy yo ahora componiendo, con m¨¢xima urgencia y el ¨¢nimo muy abatido, algo que est¨¢ sumamente enraizado en las entretelas de mi coraz¨®n. Pero ya basta. Ahora se trata solamente del r¨¢pido perfil que alg¨²n d¨ªa ser¨¢, en mi pluma, presencia m¨¢s acusada.
Presencia en¨¦rgica
Esa presencia en¨¦rgica, impositiva y exigente que representa todas y cada una de sus esculturas. Y es notable, y muy significativo, el contraste entre la dureza casi geol¨®gica de la obra y la delicada y fina comunicaci¨®n del escultor.
?Qu¨¦ hab¨ªa detr¨¢s de esta aparente contradicci¨®n? Quiz¨¢ pueda entenderse si disponemos de una cifra iluminadora que yo sorprend¨ª alguna vez en sus palabras. Pablo Serrano, m¨¢s all¨¢ de la fuerza de su arte, m¨¢s all¨¢ de sus inquietudes comunitarias y m¨¢s all¨¢ de sus congojas privadas, ven¨ªa a ser algo as¨ª como el sufridor de una muy dram¨¢tica actitud existencial. Le preocupaba, sin formularlo claramente, el problema del ser, esto es, el problema de la trascendencia y la ligaz¨®n con el posible sobrevivir de la criatura humana. Esto era en ¨¦l una especie de callada obsesi¨®n que pocas veces se mostraba en el camino del di¨¢logo amistoso.
Si los poderosos vol¨²menes de la obra escult¨®rica de Pablo Serrano ah¨ª est¨¢n ejerciendo succi¨®n reiterativa sobre la mirada del espectador es porque, antes, ese mismo arrebato lo experiment¨® el artista en su relaci¨®n con el mundo circundante. El mundo le atra¨ªa y, al tiempo, le desazonaba. ?Qu¨¦ es esto que veo ante m¨ª? ?Qu¨¦ quieren decir estas formas, estos vol¨²menes, estos perfiles de fuerte soberan¨ªa sobre mi sensibilidad y sobre mi esp¨ªritu? La materia responde.
?Responde en verdad la materia? Parece que lo que en realidad hace es todo lo contrario: con su muda presencia reclama soluci¨®n. ?A qu¨¦? A ellas mismas, esto es, al misterio desazonador de esas formas cerradas sobre s¨ª mismas, perennes, inacabables y, por eso mismo, hostiles. El mundo de lo visible es, al tiempo, un regazo y una frontera. La ambivalencia que esto produce era lo que, oscuramente, guiaba la mano modeladora del escultor Pablo Serrano.
He aqu¨ª, seg¨²n yo pienso, la ¨²ltima esencia humana del artista Pablo Serrano, que ayer ingres¨® para siempre en el recuerdo de todos nosotros. Mi amigo podr¨ªa repetir la ya casi t¨®pica frase: ?por qu¨¦ hay el ser y no m¨¢s bien la nada?
Ahora, todo esto se ha desvanecido. A mi lado no tendr¨¦ ya al amigo susurrante, abierto y cordial. Queda la obra, claro est¨¢. Pero me falta -nos falta- aquella mirada acogedora y radicalmente comprensiva de Pablo Serrano.
Ojal¨¢ que los que vengan detr¨¢s, cuando se enfrenten con sus esculturas, puedan percibir, por debajo de su magn¨ªfica belleza, la palpitaci¨®n inquiridora y febril del artista. La palpitaci¨®n honda y aut¨¦ntica de Pablo Serrano.
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