El sentido del sindicalismo aut¨®nomo
A pesar de la distancia entre las fechas de nacimiento de la Confederaci¨®n Nacional del Trabajo (CNT) y la actualidad -75 a?os-, existen las suficientes coincidencias en la desfavorable situaci¨®n de muchas capas de trabajadores como para justificar su existencia y, lo que es m¨¢s importante, su necesidad.A los 12 a?os de crisis econ¨®mica y cuando la inteligencia del sistema, despu¨¦s de buscar las causas de aqu¨¦lla en razones monetarias o de precios energ¨¦ticos, defiende que los verdaderos motivos de la crisis -sobre todo en Europa- se encuentran en el alto nivel de los salarios, en los grandes gastos sociales p¨²blicos y en la rigidez del mercado de trabajo, es cuando una organizaci¨®n como la CNT recupera todo su sentido y actualidad. En efecto, existe una curiosa coincidencia entre economistas ortodoxos, numerosos bur¨®cratas y la generalidad de los empresarios en que para salir de la crisis es necesario reducir los salarios reales -continuar reduci¨¦ndolos-, desmantelar la Seguridad Social, generalizar la contrataci¨®n temporal y abaratar el despido.
Dentro de esta l¨®gica se exige, por supuesto, eliminar cualquier reacci¨®n de los destinatarios de tales reformas: trabajadores en activo o en paro y pensionistas. El mecanismo ideal para conseguirlo es destruir o desnaturalizar sus organizaciones tradicionales: los sindicatos. La v¨ªa a elegir (destrucci¨®n o asimilaci¨®n) depender¨¢ de la coherencia y fuerza de sindicatos y patronales. Los ejemplos van desde la huelga minera en el Reino Unido hasta los pactos sociales en Espa?a.
Si a trav¨¦s de cualquiera de las formas se consigue que los trabajadores abandonen los sindicatos, que se sustituya la negociaci¨®n colectiva por la fijaci¨®n individual de las condiciones de trabajo, o que las consecuencias de la falta de acci¨®n sindical no sean otras que el incremento del desempleo y la p¨¦rdida de poder adquisitivo, el papel de los sindicatos queda reducido al de un departamento de personal de una empresa o al de un organismo de la Administraci¨®n, al que los trabajadores miran, como m¨ªnimo, con recelo. La persistencia en el tiempo de esta situaci¨®n (desempleo continuado, reducciones salariales ... ) genera simult¨¢neamente una espiral de desconfianza entre los trabajadores y de confianza en la empresa, con lo que se alimentan viejas formas de explotaci¨®n que el Estado del bienestar parec¨ªa haber superado: econom¨ªa sumergida, salarios inferiores al m¨ªnimo, dejaci¨®n empresarial en el pago de impuestos y cotizaciones sociales, etc¨¦tera.
La situaci¨®n laboral espa?ola, adem¨¢s de las caracter¨ªsticas anteriores -comunes a las de otros pa¨ªses europeos-, cuenta con unos rasgos espec¨ªficos que agravan las dificultades de los trabajadores; estos rasgos se refieren a la estructura econ¨®mica espa?ola. La especializaci¨®n productiva tradicional de la econom¨ªa espa?ola en industrias intensivas de capital, pero poco avanzadas tecnol¨®gicamente y basadas en una mano de obra barata y abundante, se enfrenta al reto de una mayor competencia con la entrada en la CEE. Las salidas que se buscan -inversiones extranjeras con tecnolog¨ªa punta e industrias tradicionales con costes competitivos- suponen un peligro inmediato para las cada vez menos seguras condiciones de vida y trabajo. As¨ª, por ejemplo, los actuales 400.000 millones de pesetas anuales de inversi¨®n extranjera llevan aparejadas reducciones de empleo. Los planes de reconversi¨®n -siderurgia, textil, naval, electrodom¨¦sticos, etc¨¦tera- tambi¨¦n tienen como base fundamental la reducci¨®n de plantillas. No hay ninguna raz¨®n para esperar que nuevas inversiones o racionalizaciones productivas generen m¨¢s empleo y distribuyan mejor la renta.
Distribuci¨®n de la renta
Por tanto, la mejora de la situaci¨®n de los trabajadores no va a depender del volumen de inversiones o del nivel de beneficios de las empresas; va a estar en funci¨®n de la capacidad que tengamos para controlar el proceso de producci¨®n y distribuci¨®n de la renta.
La CNT, en los ¨²ltimos tiempos, ha centrado sus esfuerzos en la elaboraci¨®n de una serie de objetivos consecuentes a corto y medio plazo, que se centran en llevar a la negociaci¨®n colectiva propuestas que, al tiempo que mantienen la capacidad adquisitiva, tienen como finalidad la homogeneizaci¨®n de los salarios, que introduzcan cl¨¢usulas de creaci¨®n de empleo con garant¨ªas de cumplimiento, que fortalezcan los m¨¦todos de control sindical para empresas y Administraci¨®n para invertir la tendencia existente en diversos ¨¢mbitos de desmantelar la estructura social de protecci¨®n a los trabajadores; en definitiva, desarrollar un modelo de sindicalismo de clase en la empresa, sector o territorio, aut¨®nomo pol¨ªticamente, no jerarquizado organizativamente, no dogm¨¢tico en lo ideol¨®gico, con amplitud de criterios respecto a la unidad de acci¨®n con otras organizaciones de trabajadores.
La autonom¨ªa y la unidad sindical fueron conceptos claros y desarrollados con abundancia en nuestro pasado hist¨®rico, y son en estos momentos de tan rabiosa actualidad que para nosotros constituyen un reto. La CNT nace con el acuerdo de todos aquellos sectores obreros que en 1910 no se sienten representados, por unas u otras razones, por la UGT; esa autonom¨ªa es desarrollada, no sin contradicciones, pero de forma mayoritaria, hasta la guerra civil, que supone el fin de nuestro funcionamiento regular en legalidad. En cuanto a la unidad, la CNT no cej¨® ni en sus mejores tiempos de llamar a la misma, para fortalecer el movimiento sindical; si en ocasiones se mostr¨® intransigente, fue en los planteamientos de instrumentalizaci¨®n de los trabajadores y en los intentos de la derecha de enquistarse en el sindicalismo a trav¨¦s de los sindicatos cat¨®licos y libres de la ¨¦poca.
Es innegable que este planteamiento sigue teniendo vigencia en la actualidad. La debilidad del movimiento sindical en su conjunto es una muestra clara de la falta de confianza en los aparatos sindicales. La dispersi¨®n es una obstrucci¨®n de cara a una clarificaci¨®n y fortalecimiento del movimiento sindical, pero est¨¢ claro que ello no se puede conseguir forzando a un modelo ¨²nico con disposiciones legales o con profusi¨®n de medios, ni practicando una pol¨ªtica de tierra quemada. Por esto seguimos reivindicando hoy el sindicalismo aut¨®nomo, y de ah¨ª nuestra llamada al entendimiento y a la unidad, con f¨®rmulas abiertas a ese sindicalismo hoy presente y real aunque algunos pretendan restarle importancia pol¨ªtica. La unidad es una carencia manifiesta en Espa?a y en Europa, al tiempo que un deseo id¨ªlico de los trabajadores. Conscientes de las dificultades que los sindicatos tenemos en Espa?a, no podemos jugar con ella, y nada favorecen las crispaciones que dentro de los aparatos sindicales trascienden p¨²blicamente. La unidad es, sin embargo, posible abandonando los esquemas ideol¨®gicos acotados y cerrados, los intentos de instrumentalizaci¨®n y las l¨ªneas correctas. No estamos hablando ni del sindicalismo amorfo y as¨¦ptico, ni de un puzzle, si acaso de una pluralidad sometida a riguroso respeto y control democr¨¢tico por las bases. Nadie podr¨¢ discutir que en las reivindicaciones cotidianas, por la creaci¨®n de empleo, la capacidad adquisitiva, los derechos sindicales y el control de la tecnolog¨ªa, no existan capillas en las que refugiarse, y aquel que no est¨¢ con los trabajadores es abiertamente desbordado por ellos, que mayoritariamente no se aferran a ninguna, pero tampoco han renunciado expl¨ªcitamente a ella.
Vicios de forma
Es cierto, y no somos los ¨²nicos que lo decimos, que el marco actual no es favorable a un desarrollo del sindicalismo en la direcci¨®n que apuntamos, por vicios de forma y por la legalidad establecida. La no existencia de un marco legal de referencia de la acci¨®n sindical ha sido un obst¨¢culo reciente que ha posibilitado el abuso de empresarios, Administraci¨®n, etc¨¦tera. Muchos cuadros activos se han visto coaccionados por ello, puestos en la disyuntiva de integrarse en determinados moldes o acarrear con las consecuencias -la m¨¢s com¨²n, el paro- que determinadas actitudes conllevan. La actual ley org¨¢nica de Libertad Sindical, que ven¨ªa a sustituir este vac¨ªo, tampoco cumple del todo este papel, porque tiene lagunas y porque no favorece al conjunto del movimiento sindical, que, en prmicipio, necesita consolidarse como tal, sin distinci¨®n de siglas y de opciones, sobre todo si tenemos en cuenta los ¨ªndices de afiliaci¨®n y formaci¨®n de los trabajadores en la actualidad, tras ocho a?os de actividad legal. Los requisitos para tener acceso a la legalidad que la ley establece parecen hechos a la medida de un solo vencedor posible tras una carrera de obst¨¢culos que los dem¨¢s no podr¨¢n superar. Los resultados de la carrera conceden poderes omn¨ªmodos al vencedor y poca cosa para los que no lleguen a la meta. Eso conducir¨ªa, con toda seguridad, a medio plazo, al sindicalismo ¨²nico, y eso parece ser lo que se desea, pues de lo contrario se hubiera legislado de otra manera.
No se entiende de lo manifestado que huimos de una reglamentaci¨®n que aporte transparencia y claridad; que se sepa qui¨¦n es qui¨¦n, y, en ausencia de otro criterio, los trabajadores tengan la palabra en unas elecciones. Pero la reglamentaci¨®n que la ley establece nos parece al mismo tiempo un intento de estrangulamiento de ciertas realidades sindicales que pueden ser molestas, y ello no implica de ninguna manera que dejemos de reconocer que la ley tiene algunos aspectos positivos en materia de derechos sindicales. Por citar uno de ellos, la tipificaci¨®n de las conductas antis¨ªndicales.
La ley llega, adem¨¢s, en un momento en que la ausencia de regulaciones anteriores ha creado una situaci¨®n de hecho que para nosotros es desfavorable y que en ocasiones hemos llevado a los tribunales, con ¨¦xito. Nos estamos refiriendo a las subvenciones a determinados sindicatos, repetidamente condenadas y que siguen sin ejecutarse, o el reparto del patrimonio sindical acumulado.
Tampoco podemos omitir el problema del patrimonio hist¨®rico, que, siendo el m¨¢s claro, parece el m¨¢s complejo, y donde el Gobierno y el Ministerio de Trabajo practican un ocultismo que de nada les servir¨¢ a lo largo del tiempo, aunque actualmente nos perjudique sensiblemente.
La CNT, 75 a?os despu¨¦s, cumple un papel nada desde?able entre los trabajadores, lejos de su etapa hist¨®rica, pero continuadores de ella con la realidad de hoy, y pr¨®ximos a un futuro mejor que estamos dispuestos a forjar.
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