Dos mundos lejanos

Un programa como el ¨²ltimo dirigido a la Nacional por Jes¨²s L¨®pez Cobos nos compensa de mucha rutina: la Tercera sinfon¨ªa de Witold Lutoslawski frente al Requiem, de Gabriel Faur¨¦. Dos ¨¦pocas, dos genios diversos, dos pensamientos sonoros, dos obras maestras. Si pensamos en la fecha de nacimiento de Lutoslawski (25 de enero de 1913), no deja de llamarnos la atenci¨®n que unos meses antes viniera al mundo John Cage, y unos despu¨¦s, Benjamin Britten.Si el norteamericano mantiene el riesgo de la novedad a punta de lanza y el brit¨¢nico muri¨® sin modificar demasiado su est¨¦tica conservadora, Lutoslawski supo encontrar la calle de en medio, quiz¨¢ porque no parti¨® para su renovaci¨®n del pasado tradicional, sino de las nuevas tendencias. Ninguna escapa al talento creador del compositor polaco, desde las ¨²ltimas resonancias nacionalistas, a trav¨¦s de nuevos modos, hasta lo aleatorio, si bien es verdad que Lutoslawski gusta de controlar la situaci¨®n para poder declararse ¨ªntegramente responsable de su obra.

En el panorama de la sinfon¨ªa contempor¨¢nea, tan f¨¢cil de estudiar a estas alturas como dificil de sistematizar, las de Lutoslawski marcan hitos: la Primera (1947), una de las pocas partituras que el autor salva entre las de su primer per¨ªodo (1945-1955) y considera situada "en las fronteras de la atonalidad"; la Segunda sinfon¨ªa (1967) supone un esfuerzo de s¨ªntesis a trav¨¦s de un gran fresco en forma de d¨ªptico en el que la sustancialidad dram¨¢tica decide incluso la fisonom¨ªa de la forma; a la Tercera llegan las experiencias aleatorias, concebidas muy personalmente a partir del Cuarteto (1964), la realizaci¨®n de las ideas lutoslawskianas sobre la "actividad mental" del int¨¦rprete y su decisiva presi¨®n individual sobre el conjunto.

Obra de culminaci¨®n, data de 1983, a?o en que la estren¨® Georg Solti con la Sinf¨®nica de Chicago. Hay que se?alar que Jes¨²s L¨®pez Cobos -con su tendencia al buen orden y la claridad- llev¨® la partitura con inteligencia viva y renov¨® en Madrid el triunfo logrado hace unos d¨ªas con los mismos pentagramas en la capital de la Suisse Romande.

Una vez m¨¢s los tr¨¦mulos acentos, tan interiorizados y limpios en su sentir y su pensar, del Requiem de Faur¨¦ sonaron con calidad, tanto por la labor del director cuanto por la de los solistas -Paloma P¨¦rez I?igo y Antonio Blancas- y los profesores de la Nacional de Espa?a.