No hay pol¨ªtica sin riesgo
No hay pol¨ªtica sin riesgo: optar por tomar las decisiones que cuentan de antemano con el respaldo social puede ser el camino m¨¢s corto al desastre o, m¨¢s modestamente, la forma m¨¢s sencilla de crearse grandes dolores de cabeza. Un excelente ejemplo lo ofrece la ley de despenalizaci¨®n del aborto introducida por el Gobierno socialista. Como es bastante sabido, se opt¨® por una ley de indicaciones, en vez de una ley de plazo, en contra de lo que ha mostrado ser la norma en los pa¨ªses europeos de nuestro entorno. Y se hizo as¨ª porque una encuesta presentaba a una mayor¨ªa de los espa?oles favorables a la despenalizaci¨®n en los tres supuestos incluidos en la ley -violaci¨®n, malformaci¨®n, riesgo de muerte para la madre-, mientras que no exist¨ªa mayor¨ªa a favor de una despenalizaci¨®n m¨¢s amplia.Se ve as¨ª c¨®mo las encuestas y las mujeres pueden conducir al hombre, y sobre todo al pol¨ªtico, a la ruina. La ley, que te¨®ricamente reflejaba el consenso social, naci¨® en medio de las m¨¢s tempestuosas manifestaciones de la derecha espa?ola, que no supo valorar esa voluntad de consenso y dio rienda suelta, sobre la base de extra?as supersticiones animistas, a sus peores instintos de intolerancia. Los mogoles de la medicina, por su parte, est¨¢n haciendo todo lo que de ellos depende para boicotearla, incluyendo las presiones sobre los m¨¦dicos j¨®venes y la negativa a atender en su convalecencia a las mujeres que han sufrido una interrupci¨®n voluntaria del embarazo.
Y ahora, para que no falte nada, las comisiones pro aborto se han echado al monte y han realizado, en un acto p¨²blico de desobediencia civil, dos abortos ilegales en Barcelona. Ha habido mucha alharaca con lo s¨®rdido de los hechos, con su conveniencia o inconveniencia, pero no hay que hacerse ilusiones. El mundo est¨¢ lleno de mujeres un poco s¨®rdidas e inconvenientes, y as¨ª puede muy bien suceder que hechos como los de Barcelona se sigan produciendo. A estas alturas, todos deber¨ªamos saber ya que rega?ar a las mujeres es tiempo perdido.
Lo peor no es eso, sin embargo. Lo m¨¢s grave es que esta ley es abiertamente insuficiente respecto al problema social que lleva a muchas mujeres a abortar. Las mujeres abortan porque no desean tener un hijo con un se?or al que ya no quieren, o porque se sienten incapaces de conservar la cordura, o de mantener la casa si tienen un hijo m¨¢s, o por razones imprevisibles en muchos casos, pero casi nunca recogidas en los presupuestos de la ley. Eso quiere decir que en Espa?a, las mujeres acomodadas van a seguir saliendo a abortar al extranjero y las mujeres pobres van a seguir abortando clandestinamente.
As¨ª, una ley pensada para obtener el consenso social no ha satisfecho -ni previsiblemente va a llegar a satisfacer- a nadie. El problema no es que las feministas organicen todos los a?os alg¨²n aborto p¨²blico en desaf¨ªo a la legalidad; el problema es que la polic¨ªa, m¨¢s tarde o m¨¢s temprano, va a volver a llevar ante los tribunales a mujeres acusa.das de aborto ilegal y que el Gobierno va a tener que optar entre permitir que vayan a la c¨¢rcel -cosa que, como es bien sabido, no eliminar¨¢ el problema social del aborto- o indultarlas, lo que puede obligar a poner en marcha esa m¨¢quina de hacer indultos de la que una vez habl¨® Alfonso Guerra. Lo primero. ser¨ªa malo; lo segundo, desmoralizador para quienes piensan que debemos vivir en un Estado de derecho.
S¨®lo queda una alternativa, ?ay! En este pa¨ªs va a haber elecciones legislativas en 1986, si Dios quiere, y los partidos deben preparar sus programas electorales conteniendo propuestas concretas de legislaci¨®n futura. El partido socialista puede introducir en su programa una ley de despenalizaci¨®n del aborto por plazo, manteniendo la ley por indicaciones m¨¢s all¨¢ de ese plazo. Puede y debe hacerlo para responder a un problema social real. Se puede arg¨¹ir que la ley actual, con un estamento m¨¦dico distinto, podr¨ªa haber resuelto en gran medida ese problema, pero a estas alturas ya es evidente que en este pa¨ªs, con los m¨¦dicos realmente existentes, esta ley no es satisfactoria para responder a las presiones sociales que llevan a las mujeres a abortar.
De sabios es cambiar de opini¨®n. Un partido socialista que asume una responsabilidad tan ingrata como la de tratar de convencer a este pa¨ªs de que quedarse en la Alianza Atl¨¢ntica no supone el fin del mundo, un partido que tiene que explicar que el c¨¢lculo sobre el que se prometieron 800.000 puestos de trabajo estaba equivocado, no va a verse especialmente perjudicado por reconocer que hizo un c¨¢lculo equivocado al pensar que la actual ley de despenalizaci¨®n era capaz de resolver el problema del aborto en Espa?a ni se le van a caer los anillos por proponer una ley como la francesa, la brit¨¢nica o la holandesa.
El caso de la ley del aborto deber¨ªa verse, adem¨¢s, como un s¨ªntoma. La b¨²squeda de seguridad a toda costa es tan mala como el gusto desenfrenado por la aventura. Las encuestas nos dicen lo que piensa la mayor¨ªa en un momento dado, no lo que la mayor¨ªa puede llegar a pensar si se le explican los hechos, lo que est¨¢ en juego, y se le deja reflexionar reconoci¨¦ndole la capacidad para pensar. Los ciudadanos espa?oles son ya mayores y pueden entender las cosas, por m¨¢s que en un principio les cueste admitir que ¨¦stas no son como esperaban y esper¨¢bamos. Mejor arriesgarse a cambiar la ley que aferrarse al error ya cometido y permanecer siempre atrapados entre el boicoteo de los se?ores feudales de la medicina espa?ola, las provocaciones de las organizaciones feministas y la s¨®rdida realidad del aborto clandestino.
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