El trueno del ca?¨®n preside la Nochebuena Beirut
Cientos de miles de cristianos libaneses tienen que pasar al ritmo de los bombardeos espor¨¢dicos y de los tiroteos callejeros una Nochebuena que muchos consideraban de antemano como la m¨¢s triste de su existencia, porque por primera vez no se han atrevido a celebrarla. "Cuando las dem¨¢s ciudades enarbolan sus m¨¢s bonitos aderezos para acoger a ese venerable anciano con su barba color de nieve que arrastra un cu¨¦vano repleto de juguetes" escribe un comentarista del diario cristiano Le Reveil, "en Beirut, el nauseabundo olor de la muerte sumerge, como una densa niebla, una capital partida en dos en la que s¨®lo se escucha el sordo y espeso estruendo del ca?¨®n".
Hace un a?o las explosiones de los proyectiles de artiller¨ªa empezaron a retumbar con mayor intensidad poco antes de la medianoche del 24 de diciembre, cuando n¨²merosos automovilistas regresaban a sus casas despu¨¦s de cenar en familia o se dirig¨ªan a las iglesias. El mismo panorama que se presentaba para este a?o.Al empezar 1985, Rachid Karame, primer ministro liban¨¦s, asegur¨®, con un inquebrantable optimismo, que ¨¦ste ser¨ªa el ¨²ltimo a?o de la contienda, pero el lunes murieron, como casi a diario, otras dos personas y cinco resultaron heridas por los, milicianos francotiradores apostados en los dos ¨²nicos pasos que a¨²n permanecen abiertos entre ambos sectores confesionales de la ciudad.
En los barrios del Este y del Norte, en el denominado reducto cristiano controlado por las Milicias Cristianas Unificadas, las Navidades se festejan a¨²n con la discreci¨®n que impone una crisis econ¨®mica, agravada por la inmigraci¨®n de decenas de miles de correligionarios expulsados del Sur la pasada primavera por el avance de los guerrilleros drusos de Walid Jumblat, que en m¨¢s de una ocasi¨®n mataron a aquellos que no huyeron a tiempo.
Aun as¨ª, los diarios y las innumeTables emisoras de radio comerciales de esa zona densamente poblada anuncian entre los villancicos en franc¨¦s perfumes o plumas estilogr¨¢ficas para regalar en Navidad, cuando no intercalan una publicidad t¨ªpicamente local que empieza preguntando a los oyentes si saben que, "en caso de explosi¨®n, el 72% de las keridas graves son causadas por los a?icos de cristal". "El medio m¨¢s sencillo y econ¨®mico para evitar cat¨¢strofes", concluye el anuncio, son los cristales de ventana norteamericanos 3M Safety Films.
Si en el reducto o en el gueto la Navidad es discreta, en el antiguo Beirut cosmopolita, dominado por movimientos armados musulmanes, pero donde reside a¨²n una fuerte minor¨ªa cristiana, es clandestina.
"Qu¨¦ lejos est¨¢n los tiempos de febrero de 1984", exclamabajustamente un miembro de la comunidad religiosa minoritaria, "en que despu¨¦s de haberse apoderado de gran parte de la capital, Nabih Berri, jefe de la milicia shi¨ª Amal (Esperanza), enviaba a su adjunto a misa para tranquilizar a los ciristianos".
Amal no ha efectuado ning¨²n acto de intimidaci¨®n para inducir a los 40.000 cristianos que a¨²n viven en Beirut Oeste a renunciar a celebrar p¨²blicamente las Pascuas, pero si las calles carecen de decoraci¨®n navide?a no es porque el racionamiento de la luz el¨¦ctrica impida lucir las bombillas, sino porque m¨¢s de un joven miliciano shi¨ª perteneciente probablemente a alg¨²n grupo ultraintegrista ha ejercido presiones disuasorias.
Escasez de abetos
"No me amenazaron", relata un joyero armenio de la c¨¦ntrica calle de Hamra, "pero me dijeron que colocar un ¨¢rbol de Navidad a la vista del p¨²blico era una provocaci¨®n y, para evitar eventuales problemas, me apresur¨¦ a retirarlo". Por miedo o por deseo de ahorrar en tiempos de crisis, ni tenderos ni vecinos han engalando sus calles, y no en balde la ¨²nica arteria decorada con campanas y guirnaldas, la V¨ªa Sidani, no est¨¢ en manos de un partido confesional, sino bajo la autoridad de una formaci¨®n laica prosiria.
Prueba del car¨¢cter casi oculto con el que se festeja el nacimiento de Jesucristo es lo dificil que resulta encontrar en el Beirut isl¨¢mico a un vendedor de ¨¢rboles de Navidad y cuando, por fin, en una esquina de la calle de Jeanne d'Arc, se le localiza, Ahmed Masri, parad¨®jicamente un musulm¨¢n, cuenta apenado que este a?o s¨®lo ha vendido 25 abetos. "Y pensar", se lamenta, "que antes de la guerra me compraban m¨¢s de 300".
Aquellos grecoortodoxos o cat¨®licos que quieren asistir a la misa del gallo en las escasas iglesias a¨²n abiertas tienen, en muchos casos, que penetrar en el templo por la puerta trasera, por donde tambi¨¦n suelen salir los matrimonios reci¨¦n casados huyendo de la publicidad y la pompa, acaso tambi¨¦n provocativa, que supone utilizar la entrada principal.
A diferencia de a?os anteriores, ning¨²n jeque integrista ha pronunciado hasta ahora un serm¨®n como el que Said Chaban dedic¨® a los cristianos hace 12 meses, para aconsejarles que no bebie'sen alcohol ni gastasen dinero en juegos de azar porque, prosigui¨®, "Cristo no era borracho ni jugador, sino que ganaba su pan con el sudor de su frente y sin robar a nadie".
Pero si los cristianos del sector oeste son tambi¨¦n poco propensos a los regocijos navide?os y prefieren planear su emigraci¨®n hacia el famoso reducto -m¨¢s de 800 se mudan cada mes de zona- es tambi¨¦n porque, por primera vez desde que se inici¨® la guerra, aquellos que se negaron a colocarse bajo la protecci¨®n de las milicias cristianas han sido tambi¨¦n v¨ªctimas de una oleada de secuestros confesionales por parte de familias shi¨ªs que esperan canjearlos por parientes capturados por su adversario.
Desde un prestigioso especialista en gastroenterolog¨ªa hasta el presidente del sindicato de la ensefianza, los desaparecidos de estos ¨²ltimos d¨ªas se cuentan por decenas.
Para evitar ser tambi¨¦n apresado a su Regada al aeropuerto de Beirut, situado en zona musulmana, Pap¨¢ Noel, asegura el semanario franc¨®fono Magazine en un cuento navide?o para adultos, ti?¨® su barba de negro y su vestido de verde -el color del islam-, y al ser corfudido con un dignatario religioso iran¨ª fue tratado con todos los honores hasta que el origen de fabricaci¨®n made in USA que figuraba en los juguetes de su saco hizo sospechar a sus anfitriones musulmanes que era, en realidad, un espia.
Es, sin embargo, un humorista cristiano, Gaby Nasr, el que estos d¨ªas ha dedicado en varias librer¨ªas, incluso en el sector musulm¨¢n, su Ebro Guerreemos, en el que aconseja a sus correligionarios que al montar su bel¨¦n navide?o eviten colocar en, la cuna al Ni?o Jes¨²s. En el portal, entre el burro y el buey, poned m¨¢s bien un plant¨®n de cedro -el ¨¢rbol emblema de L¨ªbano- o un mapa de este pa¨ªs que pondr¨¢ de refleve cu¨¢l es nuestra exacta ubicaci¨®n geogr¨¢fica".
Nasr deja al lector decidir qu¨¦ animal encarna a Siria y a Israel, pero su idea simboliza perfectamente la situaci¨®n de un Beirut al que acaban de Negar observadores castrenses sirios, sin que la fuerza a¨¦rea israel¨ª deje por ello de sobrevolarlo a diario, rebasando sobre sus tejados la barrera del sonido y rompiendo alg¨²n que otro cristal. "Es una manera at¨ªpica", se consuela un habitante de la ?apital libanesa, "de desearnos felices fiestas".
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