Del mundo de los elegidos
Juan Rulfo perteneci¨® -con sus desgarramientos, sus laberintos, sus ocultas pasiones- al mundo de los elegidos. Su palabra iba m¨¢s all¨¢ del tiempo presente y de sus trasfondos; super¨® a sus antepasados y a sus contempor¨¢neos, y no permiti¨® jam¨¢s que su vida personal se pusiera en tela: de juicio. ?l sab¨ªa defenderse con la acupuntura m¨¢s refinada, una acupuntura profundamente mexicana, de all¨¢ de sus infiernos de Jalisco. "El verdadero creador es un mentiroso. La literatura es mentira, pero de esa mentira sale una recreaci¨®n de la realidad. Recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creaci¨®n", dijo alguna vez.Le conoc¨ª hace m¨¢s de 20 a?os en un ambiente muy distante de las utop¨ªas o las desesperanzas de los escritores. Su hija Claudia era entonces mi alumna en una clase de matem¨¢ticas en la universidad. ?l estaba preocupado por el futuro de la hija. "No s¨¦, ?caray!, quiere estudiar Medicina. Esa no es una carrera para mujeres", me dic¨ªa con su aparente misoginia. Al paso de los a?os, Claudia termin¨® la carrera de Medicina y se transform¨® en uno de sus grandes orgullos. Desde aquellos d¨ªas -all¨¢ por 1964- nos empezamos a reunir por lo menos una vez a la semana. Sobre todo convers¨¢bamos de las parentelas jalisienses, de un general P¨¦rez Rulfo muy amigo de Mariano Azuela, de los que participaron en la cristiada -como si fuera una sant¨ªsima causa- con un fanatismo descomunal ¨ªbamos y ven¨ªamos de los altos de Jalisco a las tierras de San Gabriel, y nos deten¨ªamos en alg¨²n evangelizador de Nueva Galicia o critic¨¢bamos sin concesiones a los pol¨ªticos corruptos y arribistas.
Los personajes, el lenguaje, el ambiente rural de El llano en llamas y de Pedro P¨¢ramo ya los hab¨ªa construido con un equilibrio magistral. Con estos tres puntos de apoyo -la historia e interioridad del personaje, la recreaci¨®n de los entornos y las palabras del narrador-, el escritor no perdi¨® jam¨¢s la dimensi¨®n de lo extraordinario. Imagin¨¦mosle hace m¨¢s de 30 a?os, con sus noches de desvelo, con sus tardes solitarias, ¨¦l solo frente a la hoja en blanco y el l¨¢piz listo para gozar o sufrir con cada frase; nunca silencia ese temor que le acecha, que parece morderle las palabras. Balancea su cuerpo peque?o, de apariencia fr¨¢gil, como si con ese movimiento continuo se ayudara para expresar sus ideas, para escribirlas con m¨¢s precisi¨®n. Una y otra vez vuelve al protagonista -"no dorm¨ªa, se hab¨ªa olvidado del sue?o y del tiempo"-, rehace sus gestos caracter¨ªsticos y la atm¨®sfera, la luz o la oscuridad; todo forma parte de ese personaje. Con lentitud adquiere vida propia, y al fin parece que se ha separado del creador.
En 1965, 10 a?os despu¨¦s de la pu blicaci¨®n de Pedro P¨¢ramo, Juan Rulfo no cre¨ªa lo que pasaba con su obra literaria; le parec¨ªa que aquel ¨¦xito era muy distante, como si fuera una invenci¨®n muy ajena a su propia realidad. Eran tiempos dif¨ªciles. Atrapado por la compa?¨ªa de sus personajes, por alucinaciones sin fin, por el sabor del aguardiente y por un mont¨®n de sentimientos escondidos, su conversaci¨®n se volv¨ªa dif¨ªcil: las palabras se precipitaban y los sentimientos m¨¢s encontrados sal¨ªan a la luz. Era un Juan Rulfo que no cre¨ªa en s¨ª mismo, que no cre¨ªa en los dem¨¢s. Se pon¨ªan al descubierto los troqueles de la infancia y de la adolescencia, y tambi¨¦n las aristas de ese M¨¦xico abandonado, del ¨²nico, el de los muertos en vida que no conocen el reposo y que jam¨¢s perdona a los cainitas, a los hijos pr¨®digos o a los herederos de los rencores m¨¢s vivos.
Poco a poco, con esfuerzos admirables, sali¨® con temple de aquellos infiernos que daban a conocer su orfandad y los itinerarios de un hombre en cabal soledad. En aquellos meses esenciales de 1968 -lo recuerdo como si fuera ahora mismo-, Juan Rulfo nos acompa?¨® en asambleas y manifestaciones; su nombre siempre estuvo al lado de los disidentes, y, cuantas veces fue necesario, su presencia estuvo en la primera fila.
Durante un tiempo La cordillera fue su gran proyecto narrativo. Lo comentaba en p¨²blico de cuando en cuando; tambi¨¦n la anunciaba la editorial Siglo XXI, y, sin embargo, todo quedaba en un completo misterio. Nadie sab¨ªa a ciencia cierta el principio y el fin de la nueva novela de Rulfo. En pocos a?os todo aquello qued¨® en un nudo de especulaciones que todav¨ªa, a estas alturas, nadie ha podido deshacer.
Sospechosa tranquilidad
En los ¨²ltimos lustros, la vida de Rulfo parec¨ªa entrar en una tranquilidad sospechosa. Hab¨ªan quedado atr¨¢s las horas del noct¨¢mbulo lleno de furias, de cr¨ªticas sin tregua, de alucinaciones que se deshac¨ªan con las primeras luces del amanecer. Muchas tardes, en estos tiempos de devaluaciones monetarias y de cat¨¢strofes pol¨ªticas, sal¨ªa de su apartamento de la colonia Guadalupo Inn para dirigirse a la librer¨ªa El ?gora, de la avenida de los Insurgentes. Siempre acompa?ado de su cigarrillo Delicado, ah¨ª ve¨ªa libros, compraba discos y sub¨ªa a la cafeter¨ªa a conversar como si fuera un personaje desconocido, ajeno a las ¨ªnfulas de las glorias nacionales.
Tuve la gran oportunidad de estar con Rulfo en muchos lugares. Con los escritores Fernando Ben¨ªtez y Heraclio Cepera estuvimos en Guadalajara cuando recibi¨® el Premio Jalisco. Fueron d¨ªas luminosos. En el teatro Degollado ley¨® su cuento ?Diles que no me maten! Tambi¨¦n estuvimos juntos en Madrid, en Barcelona, en Par¨ªs, en Las Palmas de Gran Canaria. Ya due?o por completo de s¨ª mismo, segu¨ªa fiel a sus mismos principios. "Cuando empiezo a escribir no creo en la inspiraci¨®n... S¨®lo se entra en la verdad, en la realidad de las cosas conocidas. Si s¨®lo entra en lo que uno ha visto o ha o¨ªdo se est¨¢ haciendo historia, reportaje, no literatura... Se trabaja con imaginaci¨®n, intuici¨®n y una verdad aparente. Creo que eso, en principio, es la base de todo cuento, de toda novela que se quiera contar", me dijo hace unos tres a?os cuando le ped¨ªa un art¨ªculo para la revista de Bellas Artes.
El mal lleg¨® hace unos meses sus cigarrillos le derrotaron poco a poco, y al fin le dejaron exhausto. Mi generaci¨®n pierde a uno de sus m¨¢s grandes maestros; adem¨¢s muchos perdemos a un amigo sin cortapisas. No s¨®lo se va uno m¨¢s del gran linaje de los escritores jalisienses; tambi¨¦n pierde M¨¦xico y tambi¨¦n nuestra lengua. Hace un par de meses, la ¨²ltima vez que habl¨¦ con ¨¦l, ya enfermo, no se entusiasm¨® con la idea de ganar el Premio Cervantes. "Creo que con el Premio Pr¨ªncipe de Asturias es suficiente, ?no crees?", afirm¨® sin agregar m¨¢s. Su mirada, acostumbrada a ver de noche y a conocer las profundas pasiones en lo oscuro, sin quejarse del fr¨ªo ni del cansancio ni de las pupilas aturdidas por el sue?o, descans¨® para siempre un atardecer de enero. En cuerpo y esp¨ªritu, Juan Rulfo inicia su viaje por Comala, y, como dir¨ªa un personaje de El llano en llamas, quiz¨¢ lo inicia en los momentos en que la madrugada empieza a dar luz a las cosas.
es acad¨¦mico y autor de El tama?o del infierno y La casa de las 1.000 v¨ªrgenes.
Babelia
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