Vida de santo
Las biograf¨ªas esc¨¦nicas tienen una tendencia a beatificar la figura del personaje representado. En parte es todav¨ªa producto de una simplificaci¨®n de este arte en conceptos de buenos y malos; en otra parte, de una identificaci¨®n del autor con el elegido y de una selecci¨®n de los rasgos mejores de entre la documentaci¨®n seleccionada, con repudio de la controversia.En este caso concreto hay una irradiaci¨®n de Besteiro, que ya en vida ten¨ªa esta beatificaci¨®n, esta condici¨®n de sant¨®n laico; acrecentada luego por el martirio de un proceso, prisi¨®n y muerte ignominiosos para quienes lo perpetraron. Los autores Canseco y P¨¦rez Mateos no se resisten a estas tentaciones: ni siquiera parecen tener el ¨¢nimo de buscar otros prismas. Lo cual perjudica al mismo tiempo la cuesti¨®n hist¨®rica y la dram¨¢tica.
Proceso a Besteiro
De M. Canseco y A. P¨¦rez Mateos. Int¨¦rpretes: Manuel Gallardo, Luisa Sala, Mario Mart¨ªn, Mar¨ªa Jes¨²s Sirvent, Manuel de Bias, Ram¨®n Pons, Vicente Gisbert, Jos¨¦ Jord¨¢, Emilio Guarde?o, Jos¨¦ Enrique Camacho, Francisco Ruiz, H¨¦ctor Colom¨¦ y otros. Cantante: Francisco Curto. Escenograf¨ªa: Maite Barrera. Figurines y ambientaci¨®n: Lorenzo Collado. Direcci¨®n: Manuel Canseco. Patrocinado por Televisi¨®n Espa?ola, Instituto de Cooperaci¨®n Iberoamericana, Ministerio de Cultura, consejer¨ªas de Cultura de Madrid, Andaluc¨ªa y Extremadura. Estreno, teatro Pav¨®n, 9 de enero.
La vida y la obra pol¨ªtica de Juli¨¢n Besteiro son, por lo menos, cuestiones muy pol¨¦micas, que ofrecen una gran cantidad de puntos de vista y una densidad de matices sobre el importante tema de la guerra civil y su final. Para muchos, el gran ut¨®pico desconoci¨® la realidad espa?ola, y su odio a la violencia le hizo no creer siquiera en la que materialmente estaban realizando sus implacables enemigos, que fueron al final sus verdugos. La infatuaci¨®n del hombre de doctrina y fe que intenta neutralizarse, situarse por encima del bien y del mal, y termina por condenar con m¨¢s rudeza su propio bando -en el que est¨¢ incluido no ya por decisi¨®n propia o por vocaci¨®n pol¨ªtica, sino por designaci¨®n de su enemigo- que al adverso suele ocurrir algunas veces, y a Besteiro le ocurri¨®.
Desde el centro de una guerra implacable estuvo negociando con el enemigo y con sus agentes clandestinos; crey¨® en la posibilidad de una paz negociada donde se respetaran, por lo menos, derechos humanos; en la pol¨¦mica -guerra dentro de la guerra- de los d¨ªas finales de Madrid asumi¨® la postura de la Junta de Casado, que era la del pacto, frente a la de quienes cre¨ªan que era necesaria una resistencia, tanto porque el enemigo estaba muy claramente definido por sus palabras y por sus hechos, y practicar¨ªa su represi¨®n sin ning¨²n comedimiento, como porque esperaban que la guerra mundial que estaba llegando cambiar¨ªa toda la situaci¨®n; y aun dentro de esa junta, Besteiro mantuvo la posici¨®n m¨¢s entreguista, seguro de que as¨ª salvaba vidas y ayudaba por lo menos a la ciudad de Madrid.
La lecci¨®n de que el pacto, la negociaci¨®n, la concesi¨®n, la confianza no sirven de nada y hasta su propio favorecedor es indiscriminado por los otros en la represi¨®n, mientras algunos de los suyos le consideran traidor, puede ser algo de un valor permamente e incluso actual.
Pero todo ello es discutible o pol¨¦mico. No viene aqu¨ª como juicio de una persona o de una situaci¨®n hist¨®rica, sino como la serie de posibilidades dram¨¢ticas que tiene, y que se malogran en Proceso a Besteiro porque la tendencia hagiogr¨¢fica, como bolandista, de los autores se lo impide. La exaltaci¨®n de Besteiro les convierte en besteiristas antes que en autores dram¨¢ticos. Ello les lleva a una concepci¨®n de la obra que parece como de teatro-documento: tiene los signos externos del decorado neutro, gris y fr¨ªo, y de la acumulaci¨®n de fechas, datos y textos, pero le faltan las otras versiones documentales de la controversia: es decir, no presenta m¨¢s que una parte de la realidad.
Respeto
El respeto a los textos originales -del proceso, los testimonios, los discursos- se articula mediante una dramaturgia entrecortada, de recorte pegado dentro de la escena principal, lo cual entorpece notablemente la acci¨®n. Un cantante, a un lateral del escenario, aumenta esta sensaci¨®n de lo inconexo; y se consigue que lo que pod¨ªa ser clima c¨¢lido del recuerdo de canciones revolucionarias o de la resistencia se enfr¨ªe tambi¨¦n.La paradoja est¨¢ en que la falta de pasi¨®n aparente trata de disimular la pasi¨®n consecuente por la figura representada. El t¨¦rmino proceso aplicado al t¨ªtulo de la obra es enga?oso, como todo lo que sucede: la representaci¨®n no es ning¨²n proceso, ning¨²n examen cr¨ªtico de una vida y un fragmento de historia, sino que incluye una abreviatura de las cinco horas de proceso que sufri¨® Juli¨¢n Besteiro.
La representaci¨®n, dirigida por el coautor Canseco, encierra naturalmente todos los defectos. M¨¢s que una figura de grandeza pat¨¦tica, el Besteiro que interpreta Manuel Gallardo es desde el principio un cordero laico, una v¨ªctima designada. Las figuras que se mueven en torno suyo no son como fueron en la vida real -ten¨ªan mucha m¨¢s riqueza humana, personal, y estaban en una situaci¨®n dram¨¢tica extraordinaria-, pero tampoco como en el teatro -es decir, en forma de caracteres-, sino como en las actas, las actuaciones judiciales, los documentos o los libros.
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