Bucarest, la bella ciudad durmiente
J. F. E., Bucarest es una ciudad bella, un tanto durmiente, que volver¨¢ a desplegar sus encantos cuando las inversiones la ayuden. La deuda exterior y el plan de ahorro la apagan a las nueve de la noche. A esa hora los clientes ¨¢rabes y griegos m¨¢s noct¨¢mbulos abandonan, con sus mozas alegres del brazo, el cabar¨¦ del hotel Athence Palace. La televisi¨®n no emite m¨¢s que de las ocho de la tarde a las diez de la noche. Despu¨¦s no apetece perderse paseando entre la niebla de enero de una ciudad de cuyas paredes cuelgan anuncios tur¨ªsticos: "Viaje por la ruta de Dr¨¢cula-. Fue el legendario h¨¦roe nacional rumano Vlad Tepes (Vlad el Empalador) de la lucha contra los turcos el que inspir¨® el ciclo de horror de los vampiros.
Pero hasta las nueve de la noche hay en donde meterse. Pocos restaurantes habr¨¢ en las otras cinco capitales balc¨¢n¨ªcas tan lujosos como el Capsa bucarestiano. Lo que pasa es que un d¨ªa falta esto y otro no hay aquello. Siempre hay esturi¨®n y lucio danubianos. A la hora de pagar todas las sorpresas son posibles, como en los mejores tiempos de la picaresca neorrealista italiana. El camarero sobrevive el invierno comiendo col, carpa, remolacha y cerdo con patatas, de vez en cuando, con un salario de unas 25.000 pesetas al mes.
Evaristo Garc¨ªa Sarri¨¢ es un negro cubano que dirige el restaurante m¨¢s psicod¨¦lico de Bucarest. Juegos de luces al comp¨¢s de rock, cantado en ingl¨¦s, y barra con c¨®cteles de guinda convierten a este local en lo m¨¢s parecido al west end neoyorquino que hay en Bucarest.
Excepto quienes tienen acceso a circuitos especiales de abastecimiento, casi todos llevan una bolsa de pl¨¢stico plegable, a la espera de que de alguna cola o tienda salga un olorcillo a c¨ªtricos o alg¨²n producto ex¨®tico. Todo es posible en el curioso mercado rumano. En una ocasi¨®n aparecieron langostas de gran tama?o a 600 pesetas la unidad. Explicaron que Nicolae Ceaucescu acababa de regresar de un viaje por el cuerno de ?frica y sus anfitriones, a falta de otros lujos, le llenaron la nevera del avi¨®n de crust¨¢ceos.
No deja de ser curioso encontrarse en el primer taxi que uno toma en Bucarest con el escudo del Ej¨¦rcito estadounidense en una pegatina junto al tax¨ªmetro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.