Un incesante r¨ªo humano despide a a su alcalde con rosas y claveles rojos en la Casa de la Villa
El pueblo no sabe decir frases de relumbr¨®n, de esas que tienen como objetivo pasar a la historia. El pueblo que ayer hizo cola pan ver de reojo a Enrique Tierno en su capilla ardiente no acert¨® a explicar lo que le llevaba all¨ª, y repiti¨® una y otra vez las mismas ideas, palabras sueltas que rara vez llegaban a formar frases completas y contundentes. "Sabio", "humano", "bella persona, "pol¨ªtico como pocos", "noble", "el mejor alcalde" y "padre" fueron esas palabras. Tierno, ya muerto, revalid¨® ayer su t¨ªtulo de alcalde de Madrid. Esta vez, su gente, entre la que destacaban chicos y chicas muy j¨®venes y personas de m¨¢s de 50 a?os, no deposit¨® papeletas en una urna, sino que, a un ritmo de muchos miles de personas por hora, le llev¨® flores, a ¨¦l que tanto amaba los jardines.
Al pueblo de Madrid lo representaba ayer una espesa fila que arrancaba de la sede del Ayuntamiento, en la plaza de la Villa, segu¨ªa por la calle Mayor, llegaba a la Puerta del Sol, doblaba, volv¨ªa a bajar por la calle Mayor, entraba en la de Bail¨¦n y segu¨ªa y segu¨ªa, un par de kil¨®metros de humanidad que no cesaron de fluir desde las diez de la ma?ana hasta entrada la madrugada, un torrente de flores rojas, claveles en su mayor¨ªa, y tambi¨¦n bastantes rosas.Hizo ayer uno de esos fr¨ªos d¨ªas del invierno madrile?o, con un cielo sucio y gris, no se sabe si a causa de las nubes o de los humos. Pero la gente aguantaba en silencio la espera de dos o tres horas, aliviada en los ¨²ltimos tramos, los de la plaza de la Villa, por unos gigantescos calefactores instalados expresamente para la ocasi¨®n. Luego, entraba en la Casa de la Villa, firmaba en un librote de p¨¦sames, sub¨ªa unas imponentes escaleras de m¨¢rmol y acced¨ªa al Patio de Cristales. Todo en perfecto orden y silencio.
Con gafas y traje gris
Don Enrique yac¨ªa all¨ª, en un t¨²mulo, con sus gafas puestas y vestido como siempre, traje gris de chaqueta cruzada y chaleco. Sus manos, cruzadas sobre el regazo, y su rostro ten¨ªan un color gris verdoso, testimonio del espantoso mal que le arranc¨® la vida. El que ha sido durante casi siete a?os alcalde de Madrid estaba rodeado por dos maceros vestidos como en la ¨¦poca de los Reyes Cat¨®licos y por cuatro polic¨ªas municipales en h¨¢bito de coracero.
Detr¨¢s del t¨²mulo, las banderas de Espa?a, de la Comunidad de Madrid y de la Villa y Corte a media asta, tal como estaban en todos y cada uno de los edificios p¨²blicos de la capital, incluidos los cuarteles. Delante, un almohad¨®n rojo con una ejemplar de la Constituci¨®n, un crucifijo y el bast¨®n y collar del alcalde. El conjunto f¨²nebre estaba circundado por macetas con plantas de interior. Su viuda, do?a Encarnita, y su hijo apenas se despegaron de all¨ª.
"El alcalde estar¨ªa contento de estar tan bien rodeado", dijo alguien, se?alando los bustos de Lope de Vega, Calder¨®n, Ercilla y otros escritores que adornan la parte alta del Patio de Cristales. Sin duda; pero m¨¢s feliz le har¨ªa el heterog¨¦neo desfile de tipos humanos que le dec¨ªan adi¨®s. Un se?or cant¨® una saeta; una anciana rompi¨® la barrera de vigilantes y se acerc¨® a besar las manos del alcalde; un chaval con cazadora de cuero negro y pendiente en una oreja levant¨® el pu?o al mirarle; otras gentes se santiguaron; muchas lloraron.
Los que llevaban flores las entregaban a los funcionarios, para que las depositaran a los pies del t¨²mulo funerario. Una anciana apostill¨®: "De parte de un viejo socialista que cay¨® en el camino". A mediod¨ªa, coronas y flores eran tan abundantes como las c¨¢maras de fotos y televisi¨®n que registraban la llegada de pol¨ªticos e intelectuales.
La cola de gente que desfilaba ante el cad¨¢ver cubr¨ªa anoche muchos kil¨®metros, probablemente m¨¢s de 10. Quienes se un¨ªan a ella por la tarde empleaban seis horas en llegar a la capilla ardiente. El ritmo de visitantes, que fue de 35 personas por minuto a primera hora de la ma?ana, lleg¨® a alcanzar por la noche entre 300 y 400 personas cada 60 segundos.
Una alumna del Instituto San Mateo, pelos de punta, h¨¢bitos negros, medias de rejilla y carpeta con fotos de James Dean, explicaba por qu¨¦ estaba all¨ª: "Porque era un hombre fenomenal". El periodista apret¨® en busca de m¨¢s precisi¨®n y la chica respondi¨®: "Por c¨®mo trataba a los j¨®venes. Porque no le importaba gastarse dinero en nosotros y estaba siempre haciendo fiestas".
Tras ella, Juan Mart¨ªnez S¨¢nchez, militante socialista de 90 a?os de edad, empu?aba un clavel rojo. El anciano, ex modesto empresario de alba?iler¨ªa, sombrero de fieltro gris y bast¨®n, dec¨ªa que le costaba hasta llorar. "He pasado muy mala noche. Estaba deseando que se hiciera de d¨ªa para venir aqu¨ª. Es una cosa que no se puede explicar". Al veterano socialista le hab¨ªa regalado la flor una muchacha de las que hac¨ªan cola. Ese gesto solidario le habr¨ªa encantado a don Enrique.
Incluso los taxistas, tan cr¨ªticos siempre con la gesti¨®n municipal, estaban representados en la fila. Antonio Torres Maqueda, de 66 a?os, ojos h¨²medos, explicaba: "Le quise todav¨ªa m¨¢s desde que vino Reagan a Madrid". "El alcalde", a?adi¨®, "puso las cosas en claro. Fue el ¨²nico espa?ol que se comport¨® con hombr¨ªa".
El sentimiento de desamparo que embargaba ayer a muchos madrile?os era tremendo en el caso de Antonia, Visitaci¨®n, Rafaela y las dos Pilar que con batas azules hac¨ªan cola en la calle Mayor. Las cinco son piperas en la Puerta del Sol y la Gran V¨ªa, y aseguraban que s¨®lo gracias a don Enrique no hab¨ªan sido despojadas de sus puestos callejeros. "Era como un padre; nos dec¨ªa: 'Vosotras no os preocup¨¦is, que sois mis chicas y mientras yo est¨¦ aqu¨ª nadie os quitar¨¢ el modo que ten¨¦is de ganaros el pan". Las piperas lloraban como hu¨¦rfanas.
Madrid era ayer una ciudad enlutada.
"Da recuerdos a Dios"
J. V., La primera carta que Enrique Tierno recibir¨¢ en el otro mundo es la que ayer le enviaron los alumnos de segundo de EGB del colegio p¨²blico Sainz de Vicu?a, del barrio madrile?o de Moratalaz. El texto, escrito con letra colegial y firmado con los nombres propios de los chavales, empieza as¨ª: "Querido alcalde: sabemos que has muerto ayer, y lo hemos sentido. Aunque s¨®lo tenemos siete a?os, nos han hablado de ti, y dicen que pensaste en los viejos, en los j¨®venes y tambi¨¦n en nosotros, los ni?os".
"Creemos que no eras cristiano", prosigue el texto infantil, pero sabemos que mereces estar en el cielo y que har¨¢s amistades enseguida. Si no hubieras muerto, seguir¨ªas con tu trabajo, pero no importa; ah¨ª est¨¢s mucho mejor, y adem¨¢s tienes un amigo m¨¢s".
Los chavalillos demuestran en su misiva que conoc¨ªan las ideas del viejo profesor. El p¨¢rrafo siguiente dice: "Pide la paz para todos y que se acabe la guerra". Luego, contin¨²an: "Pensamos que nos gustar¨ªa que hubieras vivido como un gnomo, pero no ha sido as¨ª". Los gnomos, personajes mitol¨®gicos, gozan eternamente del privilegio de la vida.
"Hasta que nos veamos, alcalde. Da recuerdos a Dios", termina el mensaje. Pero al terminar de redactar su carta, los alumnos del Sainz de Vicu?a han tenido una idea, y la introducen entre par¨¦ntesis, antes de las r¨²bricas: "Creemos que Dios te nombrar¨¢ alcalde del cielo". Firman Antonio, Borja, Cristina, Iv¨¢n, Nuria, Elena, Sonia, Eva Mar¨ªa, Javier y as¨ª hasta 28 firmas, con sus garabatos y todo.
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