Maestro de profesionales
Se apagaron las luces del Gran Teatro y sobre las cabezas de los presentes descendi¨® del el¨ªseo megaf¨®nico la inquietante voz de la verdad: "por una imprevista indisposici¨®n, el tenor se?or (sic) Alfredo Kraus..." (agitaci¨®n, murmullos, incontenible "oh" escapado de centenares de bocas) "pide la comprensi¨®n del respetable". Y el respetable se deshizo en un "?Ah!" de satisfacci¨®n y en aplausos. Hab¨ªa peligrado por momentos el motivo principal para acercarse hasta el Liceo aquella noche, pero la profesionalidad del maestro de profesionales que es Alfredio Kraus -en su historial figura un bonito r¨¦cord de no cancelar compromisos- hab¨ªa salvado la situaci¨®n en circunstancia extremas.El susto p¨²blico se hab¨ªa producido con toda justeza. De no ser por los grandes int¨¦rpretes que han acometido los papeles de Manon y del caballero Des Grieux, dif¨ªcilmente la partitura massenetiana hubiera sobrevivido con el vigor con que lo ha hecho. hasta nuestros d¨ªas. El escabroso comportamiento de la protagonista tiene hoy en las costumbres p¨²blicas y privadas el mismo impacto que el comportamiento de Mary Poppins, por poner un ejemplo.
Manon
Autor: J. Massenet. Int¨¦rpretes: Ana Mar¨ªa Gonz¨¢lez, Alfredo Kraus, Enric Serra y Vicen? Esteve, en los principales papeles. Producci¨®n: Teatro de la Opera de Roma. Direcci¨®n esc¨¦nica: Pier-Lulgi Samaritini. Orquesta y coro del Gran Teatro del Liceo. Direcci¨®n: Jean Perisson. Liceo de Barcelona, 18 de enero.
As¨ª pues, en esta obra es especialmente en la m¨²sica donde hay que buscar las razones de una supervivencia: m¨²sica afable, amable, pegadiza, no de larga inspiraci¨®n, pero s¨ª de bien trabajados efectos. Y, por encima de todo, un extraordinario conocimiento de las posibilidades canoras del ser humano: arias como la R¨ºde de Manon o d¨²os como el que cierra la escena de San Suplicio, inducen sin condiciones a la indulgencia, perdonando baches dram¨¢ticos como el frances¨ªsimo cuadro que abre el tercer acto.
Ante tales presupuestos, no caben demasiadas opciones para una sensata puesta en escena. Conviene sin duda optar por lo tradicional: realismo a ultranza y, a partir de ah¨ª, a ver qu¨¦ m¨¢s se puede hacer. Pues la verdad es que la producci¨®n llegada de la ¨®pera de Roma, firmada por Pier-Luigi Samaritani, hace bastante m¨¢s, en nuestra opini¨®n: juega con unos decorados exquisitos, en los que el trompe-l'oeil, piedra de toque de la imaginer¨ªa dieciochesca, y los elementos corp¨®reos sabiamente construidos -en concreto, las dos estatuas que aparecen en el cuadro del Convento- se combinan con acertado buen gusto. ?nica excepci¨®n a lo dicho es el ¨²ltimo acto, que no pega ni con cola.
La estrella de la noche, cometa Halley de la actualidad oper¨ªstica, fue, c¨®mo no, Alfredo Kraus. Los comentarios escuchados en el sentido de que muchos cantantes pagar¨ªan por estar a pleno rendimiento como cuando ¨¦l est¨¢ indispuesto llevan la raz¨®n, salvando, obviamente, cuanto de incondicionalismo contiene tal afirmaci¨®n. En Kraus se verifica el extra?o fen¨®meno de que no deja de ser un profesional ni siquiera cuando se pone enfermo, cosa que no es demasiado frecuente en los tiempos que corren. Y valgan las ¨²ltimas dos notas de su En fermant les yeux, del segundo acto, como indiscutible tarjeta de visita. Al final volaron panfletos desde el quinto piso, felicitando al cantante por sus 30 a?os de profesi¨®n, en su caso l¨¦ase profesionalidad.
Ana Mar¨ªa Gonz¨¢lez, que el a?o pasado escuchamos tambi¨¦n junto a Kraus en Romeo y Julieta, tiene una preciosa voz, capaz de tejer filigranas de notable calidad. Acaso no sea el papel de Manon el que mejor le permita lucir sus artes: la coloratura, ah¨ª, puede entorpecer el fraseo, en detrimento de la comprensi¨®n del texto. La lecci¨®n de Victoria de los ?ngeles ha sido muy clara a este respecto y conviene no olvidarla. Muy en su sitio el noble De Br¨¦tigny de Vicen? Esteve y el militar Lescaut de Enric Serra; reservas a prop¨®sito del Guillot de Morfontaine de Didac: Monjo y el conde Desgrieux de Josef Dene y bien el coro, aunque no en su mejor noche.
?Y la orquesta? ?Qu¨¦ tendr¨¢ la orquesta? Sin levantar de la silla a nadie, nos pareci¨® que el director Jean Perisson puso toda la carne en el asador y, sin embargo, no obtuvo la respuesta esperada.
Babelia
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