Un secuestro de pel¨ªcula
A los cinco miembros de los Grupos Especiales Operativos (GEO) destinados a la capital libanesa para custodiar la Embajada de Espa?a y su personal les hab¨ªan explicado que en L¨ªbano hab¨ªa numerosos controles armados callejeros, pero cuando nada m¨¢s salir del aeropuerto observaron c¨®mo unos milicianos sacaban a golpes de su autom¨®vil al canciller espa?ol, Asad Abdo, pensaron inmediatamente que aquellos hombres con uniformes variopintos no deb¨ªan efectuar comprobaciones de rutina.Apenas hab¨ªan recorrido 500 metros por la autov¨ªa que arranca en la misma terminal del aeropuerto de Beirut, cuando la presencia de un autom¨®vil cruzado en la calzada oblig¨® a detenerse a los tres coches conducidos por militares libaneses. Los autom¨®viles, con matr¨ªculas civiles, integraban la comitiva que deb¨ªa transportar, en la tarde del viernes 17 de enero, a los geo, a Asad Abdo y a su hermano liban¨¦s, el vicecanciller Gaspar Abdo, hasta la representaci¨®n diplom¨¢tica espa?ola.
Rapidez
Los disparos efectuados al suelo con sus fusiles de asalto sovi¨¦ticos Kalashnikov por una docena de milicianos acabaron por convencer a los j¨®venes reci¨¦n llegados, junto con el aporreamiento del canciller, que aquello era un secuestro en toda regla. Que adem¨¢s no pod¨ªa repelerse porque carec¨ªan de armas en aquel momento, seg¨²n relataron a este corresponsal tres de los cuatro geo que lograron escaparse del secuestro.
"Todo se desarroll¨® con gran rapidez", recuerda uno de ellos, "y en cuanto acabaron de sacar a los ocupantes del primer veh¨ªculo, donde estaban los hermanos Abdo y un capit¨¢n, se apoderaron, en el segundo autom¨®vil, de Pedro Antonio S¨¢nchez", el ¨²nico geo secuestrado, al tiempo que obligaban a salir a otro de sus compa?eros, originario de Granada.
Aprovechando la confusi¨®n que reinaba, el conductor de este segundo veh¨ªculo -un soldado shi¨ª de la sexta brigada del Ej¨¦rcito regular liban¨¦s- hizo un gesto discreto al granadino para que volviese a entrar r¨¢pidamente en el autom¨®vil, traicionando con esta se?al a sus correligionarios, los familiares de los dos reos encarcelados en Madrid que organizaron la operaci¨®n de captura para forzar la liberaci¨®n de sus hijos.
El granadino no lo dud¨® ni un instante. Salt¨® dentro -del coche, que arranc¨® inmediatamente, con las puertas a¨²n abiertas. En el ¨²ltimo coche de la caravana, que los asaltantes no hab¨ªan registrado todav¨ªa, iban los otros tres geo. ?stos ordenaron a su ch¨®fer que hiciese la misma maniobra, evitando al veh¨ªculo atravesado, para continuar a gran velocidad por la autov¨ªa en direcci¨®n a Beirut.
R¨¢fagas
Los milicianos, bien pertrechados de armas, se dividieron entonces en dos grupos. Mientras unos conduc¨ªan a los rehenes a su guarida a trav¨¦s de tortuosas callejuelas del suburbio shi¨ª de Bourj el Bourajne, que linda con la carretera del aeropuerto, otros sub¨ªan a bordo de uno o dos veh¨ªculos e iniciaban una espectacular persecuci¨®n en la oscura noche beirut¨ª.
La carrera dur¨® m¨¢s de un kil¨®metro, a lo largo del cual los asaltantes disparaban r¨¢fagas a trav¨¦s de las ventanillas abiertas sobre los veh¨ªculos perseguidos. Siete impactos de bala alcanzaron la aleta posterior del autom¨®vil que transportaba al agente granadino, que, con sus dem¨¢s compa?eros, sali¨® ileso de la aventura que concluy¨® en un cuartel del Ej¨¦rcito, donde sorprendentemente los milicianos no se atrevieron a penetrar para cazar m¨¢s rehenes.
"Gracias a Dios", coment¨® al enterarse de la noticia el embajador de Espa?a en L¨ªbano, Pedro de Ar¨ªstegui, "que no ten¨ªan a¨²n sus armas, porque aquello hubiese sido una matanza in¨²til". Aunque a la hora de aclarar por qu¨¦ no les fueron entregadas en el mismo aeropuerto proporcion¨® dos versiones contradictorias, desmentidas por una tercera explicaci¨®n facilitada por una fuente no espa?ola.
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