Para modernizar hay que invertir
La inversi¨®n se mantiene a un nivel mediocre y no recibe la suficiente atenci¨®n de los administradores. Para el autor de este art¨ªculo, sin embargo, si no hay inversi¨®n no hay cambio tecnol¨®gico. Las inversiones deben ser mucho m¨¢s rentables que las emisiones oficiales para que las primeras puedan reactivarse este a?o. As¨ª, el Estado aparece como el gran responsable de que no se invierta debido al aumento del coste del dinero que produce la financiaci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico.
La inversi¨®n (formaci¨®n bruta de capital fijo, FBCF) no acaba de despegar y se mantiene, en pesetas constantes, en mediocres niveles y ciertamente por debajo del m¨¢ximo hist¨®rico de 1974. Y, lo que es peor, no est¨¢ recibiendo la suficiente atenci¨®n de los administradores, que la tratan como un residuo en sus in¨²tiles cuadros macroecon¨®micos e incluso se permiten afirmar muy serios que el Estado no debe invertir porque eso crea gastos corrientes.No har¨¢ falta a estas alturas cantar las excelencias de la inversi¨®n: promueve el crecimiento, aumenta la eficacia cruzada entre sectores, aumenta el capital humano en cantidad y calidad y acumula la tecnolog¨ªa y el saber hacer tanto en las cosas como en las personas.
Falta de objetivos
La inversi¨®n es el coste del cambio tecnol¨®gico, y si no hay inversi¨®n no hay cambio. El decaimiento de la inversi¨®n p¨²blica, por tanto, traduce una falta de objetivos de cambio tecnol¨®gico y un desconocimiento de su coste.
El estancamiento de la inversi¨®n privada refleja falta de informaci¨®n y adaptabilidad y algunos estrangulamientos del entorno econ¨®mico; el sector privado invierte lo que puede dadas las incertidumbres y coste de los factores (es de una simpleza angelical decir que los inversores no quieren invertir porque eso implicar¨ªa que no quieren ganar dinero).
Todos, en definitiva, invierten cuanto pueden y saben hasta que los resultados de la inversi¨®n no compensan los esfuerzos adicionales; dilatar al m¨¢ximo ese punto de desinter¨¦s es tema de pol¨ªtica p¨²blica, de informaci¨®n y de sentido de la oportunidad.
La retracci¨®n de los mercados, el aumento de las incertidumbres y de los costes de los insumos y sobre todo las sistem¨¢ticamente crecientes rentabilidades que los inversores pod¨ªan obtener sin riesgo ni esfuerzo en los ¨²ltimos 10 a?os invirtiendo en pagar¨¦s del Tesoro o en obligaciones el¨¦ctricas explican el continuo deterioro de la cantidad de formaci¨®n bruta de capital fijo desde 1974.
La disminuci¨®n de su calidad es, si cabe, m¨¢s preocupante: la productividad marginal de toda la formaci¨®n bruta de capital fijo decreci¨® desde los primeros a?os setenta para recuperarse algo desde 1981 gracias a la contenci¨®n de los costes laborales. Mientras tanto, el espectacular aumento del precio del dinero desde 1977 tuvo dos efectos nefastos.
En primer lugar hac¨ªa demasiado atractiva la rentabilidad sin riesgo ni esfuerzo que los inversores podr¨ªan obtener para que ¨¦stos anduviesen arriesg¨¢ndose en emprendimientos inciertos a plazo largo.
Y en segundo lugar, cualquiera que fuese la rentabilidad de la inversi¨®n ¨¦sta se ve¨ªa reducida con los altos costes del dinero que transfer¨ªan beneficios (los ahorros de costes laborales y otros insumos trabajosamente contenidos) al Estado, a sectores paniaguados sin futuro, a los intermediarios financieros y a los rentistas.
En otras palabras, desde 1976 el factor trabajo y el factor capital se han ajustado a costa del otro; el resultado ha sido siempre un est¨¦ril juego de suma cero para la econom¨ªa espa?ola.
Quebrar las expectativas de que se perpet¨²e ese modelo es la tarea m¨¢s importante de la pol¨ªtica econ¨®mica. En efecto, se han ido reduciendo, a?o tras a?o desde 1974, las inversiones y sus rentabilidades m¨¢s probables, siguiendo exactamente la misma tendencia que la diferencia entre las rentabilidades de inversi¨®n con riesgo e inversi¨®n en bonos el¨¦ctricos de uno, dos y tres a?os antes. O sea: las inversiones tienen que ser mucho m¨¢s rentables que la compra de bonos del Tesoro en 1985-1987 para que la inversi¨®n despegue en 1988.
Rec¨ªprocamente, no me creo que la inversi¨®n despegue en 1986 porque la diferencia entre rentabilidades con riesgo y en bonos el¨¦ctricos alcanz¨® en el per¨ªodo 1983-1985 m¨ªnimos hist¨®ricos tanto en medias m¨®viles trianuales como calculadas a?o a a?o.
?Medidas para invertir m¨¢s? Esta pregunta, por supuesto, ha de responderse de manera diferente seg¨²n el tama?o de la empresa y su actividad y requiere un estudio en profundidad como los que habitualmente llevamos a cabo para numerosos clientes privados y gubernamentales de todo el mundo. Pero puestos a generalizar, la conclusi¨®n m¨¢s evidente de la experiencia inversora en todo el mundo es que ya no sirven los t¨ªpicos instrumentos duros (subvenciones, regulaciones, inversiones de prestigio) y hay que recurrir a los blandos (gesti¨®n, informaci¨®n, desburocratizaci¨®n).
Tanto las grandes corporaciones como las administraciones centrales m¨¢s avispadas est¨¢n recurriendo cada vez m¨¢s, con uso de su personal o de consultores externos, a identificar oportunidades de inversi¨®n y a facilitarlas evitando estrangulamientos mediante la informaci¨®n, la formaci¨®n y la apertura de mercados. Y por supuesto hay que reducir la financiaci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico, el precio real del dinero y la rentabilidad de renta fija.
El gran responsable
Me temo que la conclusi¨®n es muy conocida: el Estado es el gran responsable de que no se invierta porque cada vez invierte menos y porque al financiar su in¨²til d¨¦ficit hace subir el coste del dinero y las rentabilidades sin riesgo ni esfuerzo. El sector privado es responsable de no identificar con m¨¢s imaginaci¨®n nuevas oportunidades.
Ambos son obst¨¢culos para racionalizar y transformar el pa¨ªs, que no otra cosa es modernizar.
La inversi¨®n es el coste del cambio, al que impulsa creando oportunidades. El cambio es una cuesti¨®n de combinatoria; habr¨¢ tanto m¨¢s cambio tecnol¨®gico cuantos m¨¢s elementos combinables haya. Cuando ¨¦stos disminuyen en una sociedad por efecto de grupos de presi¨®n (trabajo, capital o Estado) disminuyen las oportunidades de cambio.
La inversi¨®n decreciente, en definitiva, es causa y efecto de este proceso de decadencia en el que Espa?a y su Estado han entrado.
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