Don Felipe y el futuro de la Monarqu¨ªa
Yo soy un republicano de toda la vida que ha acabado mon¨¢rquico. Primero, por importancia o resignaci¨®n, cuando se vio a la muerte de Franco que la Rep¨²blica so?ada era imposible. Luego, por la raz¨®n, al comprobar que en la peculiar pero positiva transici¨®n a la democracia la monarqu¨ªa era una pieza maestra. M¨¢s tarde, por agradecimiento en el 23 de febrero. Por ¨²ltimo, con el coraz¨®n, al sentir respeto y afecto por la eficacia y simpat¨ªa con que el Rey y la Reina se desempe?an en su dificil oficio.Pienso que lo que me ocurre a m¨ª sucede a muchos, y es una suerte que as¨ª sea. No obstante, como es una gran novedad en nuestra historia que el Monarca sea un elemento tan favorable para la estabilidad y convivencia de la sociedad -pues en lo pasado, al menos en los ¨²ltimos 200 a?os, fue m¨¢s bien lo contrario-, hay que preguntarse qu¨¦ suceder¨¢ en lo futuro. ?Seguir¨¢ la Monarqu¨ªa contando con el apoyo un¨¢nime, o casi, que tiene hoy? ?Evolucionaremos los espa?oles desde nuestro juancarlismo actual y sin reservas a un monarquismo definitivo y tambi¨¦n indiscutido?
Los republicanos -mayor¨ªa en Espa?a en los ¨²ltimos 50 o 60 a?os y hasta hace bien poco- lo eran fundamentalmente por dos motivos. El primero, fort¨ªsimo en 1931, por considerar al monarca un obst¨¢culo para el progreso y verlo como rey de s¨®lo una parte de los espa?oles. Es obvio que tal raz¨®n ha desaparecido. El segundo, por entender que en una sociedad que tiende hacia la igualdad no est¨¢ muy justificado que la jefatura del Estado se herede. Este ¨²ltimo argumento, te¨®ricamente vigente, ha de ser contrarrestado por la ventaja que puede suponer en la pr¨¢ctica democr¨¢tica eliminar la elecci¨®n presidencial. Es verdad que algunas rep¨²blicas, como la alemana occidental, han reducido al m¨ªnimo la perturbaci¨®n que siempre entra?a tal elecci¨®n. En otras, en cambio, como la francesa, aqu¨¦lla complica sobremanera el discurrir pol¨ªtico.
?Puede conseguir un pa¨ªs acrecentar las ventajas y disminuir
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los inconvenientes de la monarqu¨ªa parlamentaria?
Como es bien sabido, un monarca constitucional tiene un cometido en apariencia sencillo y en realidad delicado y complejo. No puede ni debe inmiscuirse en la vida pol¨ªtica -condici¨®n sine qua non para poder ser el rey de todos-, pero al mismo tiempo "arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones", tal como dice nuestra Constituci¨®n.
Por otro lado, el rey est¨¢ sometido, desde que nace hasta que muere, caso ¨²nico entre todos, a la permanente atenci¨®n p¨²blica. ?sta es la paradoja de la monarqu¨ªa constitucional. La persona del rey es inviolable y no est¨¢ sujeta a responsabilidad. Sin embargo, ninguna funci¨®n p¨²blica depende tanto para su continuidad del comportamiento de quien la ejerce. Un error y las consecuencias son grav¨ªsimas. Como a un monarca no se le puede cambiar, si se quiere hacerlo s¨®lo cabe una salida: acabar con la instituci¨®n.
De aqu¨ª la fragilidad de las monarqu¨ªas y el que tantas hayan desaparecido. De aqu¨ª la importancia de que los pr¨ªncipes herederos cuenten con la mejor formaci¨®n posible.
De nuestro Rey no se puede decir que recibiera una educaci¨®n id¨®nea para un monarca constitucional. Se benefici¨®, sin embargo, de la influencia, por fortuna muy superior a la de algunos educadores, del conde de Barcelona, el primer Borb¨®n espa?ol, desde Carlos III, con sentido de la historia. Tambi¨¦n, a juzgar por los resultados, ha acertado don Juan Carlos, desde que estuvo en sus manos elegirlos, con sus consejeros y personas de confianza.
Don Felipe goza de grandes ventajas respecto de su padre. Educado en familia, en una Espa?a democr¨¢tica, todo parece indicar que su preparaci¨®n es la id¨®nea. Despu¨¦s del acierto de enviarle un a?o a Canad¨¢, su paso, que deber¨ªa ser relativamente r¨¢pido, por las academias militares, adem¨¢s de obligado, contribuir¨¢ a su formaci¨®n, al someterle a una disciplina que luego, m¨¢s adelante, s¨®lo ¨¦l mismo podr¨¢ autoimponerse. Habr¨¢ de completar su formaci¨®n intelectual en la Universidad y estudiar algo, lo que sea -eso s¨ª, conviene que sea una carrera completa-, con provecho, y no s¨®lo para cubrir el expediente. (Su ejemplo, por cierto, pod¨ªa ser imitado por nuestros futuros oficiales, cuya formaci¨®n espec¨ªfica deber¨ªa ir acompa?ada de estudios civiles, como se hace en tantos pa¨ªses).
No hay que olvidar que monarqu¨ªas quedan pocas y hay que cuidarlas si se quiere que perduren. Las que sobreviven, en los pa¨ªses occidentales al menos, cuentan en su favor con generaciones y generaciones de monarcas que actuaron en bien de supa¨ªs. Por eso pueden permitirse el lujo de ser objeto de cr¨ªticas sin que pase nada.
Espa?a no est¨¢ todav¨ªa en ¨¦sas. Porque mirando al pasado muchos espa?oles tender¨ªamos a ser republicanos. Viendo el presente somos mon¨¢rquicos. Para el porvenir, mucho depender¨¢ de los futuros monarcas. Ojal¨¢ sean todos como don Juan Carlos y do?a Sof¨ªa.
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