El s¨ªndrome de Jezabel
A Roger Bartra -antrop¨®logo mexicano, conocido sobre todo por sus trabajos sobre el modo de producci¨®n asi¨¢tico y las sociedades precapitalistas- se debe la caracterizaci¨®n del llamado s¨ªndrome de Jezabel (en recuerdo del c¨¦lebre personaje del Antiguo Testamento, paradigma de la maldad, la ambici¨®n, etc¨¦tera). El s¨ªndrome de Jezabel, en s¨ªntesis, se manifiesta cuando aparece un presunto enemigo al que se jezabeliza atribuy¨¦ndole caracter¨ªsticas como la maldad, la ambici¨®n, la violencia, la doblez, la seducci¨®n con fines perversos, etc¨¦tera. ?Con qu¨¦ objetivo? Sencillamente, para obtener legitimaci¨®n social. ?C¨®mo? Pues, criminalizando y demonizando (esto es jezabelizando) una peligrosa y supuesta amenaza (un "imaginario absoluto", dir¨ªa Baudrillard) que, al ser combatida, provocar¨¢ la cohesi¨®n de la sociedad en tomo a quien la proteja de tal amenaza. Ulrike Meinhof, prototipo de la Jezabel revolucionaria de nuestro tiempo, ve¨ªa con claridad el funcionamiento del citado mecanismo legitimatorio cuando afirmaba que no se trata sino de buscar las "cabezas de turco de nuestro presente gracias a las cuales se puede desfogar el malestar pol¨ªtico ambiental".Tradicionalmente se suele incurrir en el craso error de otorgar al Estado capitalista el exclusivo protagonismo en la inducci¨®n y mantenimiento del s¨ªndrome de Jezabel v¨ªa demonizaci¨®n de cualquier oposici¨®n radical al sistema. Y esto constituye un craso error porque el mencionado s¨ªndrome es tambi¨¦n perfectamente detectable en los pa¨ªses del llamado "socialismo real" y en los colectivos que sufren los efectos del citado s¨ªndrome. Pocas dudas pueden existir acerca de la ya larga experiencia atesorada por los Estados de los pa¨ªses llamados comunistas por lo que hace a la invenci¨®n de enemigos (desde el imaginario capitalismo intr¨ªnsecamente perverso alumbrado por los ide¨®logos del PCUS hasta el "aqu¨ª no se rinde nadie", profusamente esparcido en la isla tutelada por Fidel Castro) que sirven para aglutinar a la poblaci¨®n en torno al partido dirigente (o, por ser m¨¢s exactos) dominante. Por supuesto, en algunos casos (Cuba y Nicaragua, por ejemplo), el enemigo que acecha es bien real; lo que sucede, sin embargo, es que este enemigo sufre una magnificaci¨®n tal que hace que el peligro imaginario domine sobre el real. Y esto ocurre, hay que repetirlo, para lograr una m¨¢s eficaz legitimaci¨®n del Estado y del partido dominantes.
Lo m¨¢s curioso del caso, sin embargo, es que los grupos que sufren las consecuencias del s¨ªndrome de Jezabel (la llamada izquierda revolucionaria, radicales, pacifistas, ecologistas, etc¨¦tera) alimentan tambi¨¦n el mencionado s¨ªndrome. El Estado, la socialdemocracia, la disuasi¨®n, la agresi¨®n que sufre el medio ambiente y el dominio del hombre sobre la mujer son los blancos preferidos de esta jezabelizaci¨®n. En efecto, el Estado -en un alarde de manique¨ªsmo y esencialismo digno de los tiempos de Lenin- se identifica con el mal absoluto; la socialdemocracia es considerada como un sutil, peligroso y seductor enemigo interior que hay que desenmascarar; la disuasi¨®n -seg¨²n advierten los nuevos profetas no es sino la antesala de una segura apocalipsis nuclear; el biocidio est¨¢ ya a la vuelta de la esquina gracias a un capitalismo salvaje que ni siquiera nos deja respirar, y, en fin, la mujer es poco menos que una sierva de la gleba dominada y oprimida por el hombre, una suerte de se?or feudal de nuestro tiempo. En resumen, estamos frente a la creaci¨®n (invenci¨®n) de unos nuevos jinetes del apocalipsis que hay que combatir. El s¨ªndrome de Jezabel, evidentemente, ataca de nuevo y con el rn¨ªsmo objetivo: lograr la legitimaci¨®n de determinados grupos y pr¨¢cticas. En este caso concreto se trata de legitimar (y/o disimular) la pr¨¢ctica de ciertos colectivos (pacifistas, ecologistas, feministas, radicales de diverso cu?o, etc¨¦tera) que s¨®lo son capaces de patrocinar un "proyecto" negativo: no destruir el medio ambiente, no integrarse en la OTAN; no pactar con el Estado, no construir centrales nucleares, no doblegarse ante el "rnacho", etc¨¦tera.
Es ciertamente triste reconocerlo, pero resulta obvio que la utop¨ªa positiva que preconizaron anarquistas, comunistas y socialistas en los ¨²ltimos a?os del siglo XIX y primeros del XX se est¨¢ dilapidando cada d¨ªa un poco m¨¢s. En su lugar, y con las excepciones que se quiera, la izquierda autodenominada radical (as¨ª como los diversos grupos que componen ese batiburrillo conocido con el nombre de nuevos movimientos sociales) calca la t¨¢ctica de la derecha m¨¢s genuina alimentando constantemente el s¨ªndrome de Jezabel para disimular su flagrante inanidad (los "planteamientos a nivel instintivo", como dir¨ªa Enzensberger) y poder continuar la "lucha" contra una realidad que, por cierto, es bien distinta a la por ellos imaginada.
Jezabel -seductora, ambiciosa y perversa- se erige cada vez m¨¢s en protagonista de la pr¨¢ctica pol¨ªtica contempor¨¢nea. Parece como si nadie pudiera prescindir de sus servicios. Y es que a veces las pesadillas -y Jezabel es una pesadilla- funcionan como excelentes y excitantes afrodisiacos para aquellos que necesitan alimentarse de fantas¨ªas, con fin de, simplemente, sobrevivir.
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