El equ¨ªvoco y la chapuza
LA DISCUSI?N sobre si el presidente del Gobierno se comprometi¨® o no, durante el debate celebrado la semana pasada en el Congreso, a enviar a la C¨¢mara el Plan Estrat¨¦gico Conjunto (PEC) se ha instalado en el mismo centro de la campa?a preparatoria del refer¨¦ndum. El recalentamiento de nuestra vida p¨²blica favorece la posibilidad de que la objetividad y la imparcialidad precisas para establecer los hechos y pronunciar un juicio en este asunto sean sacrificadas en beneficio de las pasiones partidistas y electorales, pero tambi¨¦n por culpa de las urgencias period¨ªsticas. Los demonios de la pol¨¦mica pueden cegar a unos y a otros hasta llevarles a la negaci¨®n de la evidencia. Pero todo parece indicar que esa disputa descansa sobre un gigantesco equ¨ªvoco -sostenido de buena fe tanto por Felipe Gonz¨¢lez como por Manuel Fraga- en tomo a las palabras pronunciadas por el presidente del Gobierno en el debate del Congreso y sobre unas sospechosas irregularidades -denunciadas por Alianza Popular e insuficientemente aclaradas por el presidente del Congreso, que pertenece al partido del Gobierno- en la transcripci¨®n de las palabras por los servicios de la C¨¢mara.Televisi¨®n Espa?ola ofreci¨® ayer el v¨ªdeo de la intervenci¨®n del presidente, precedida de las palabras de Fraga a las que daba r¨¦plica y seguida de la d¨²plica del l¨ªder de Alianza Popular. Las frases pronunciadas por Felipe Gonz¨¢lez en respuesta a la sugerencia de Fraga de una discusi¨®n parlamentaria (en pleno o en comisi¨®n, p¨²blica o secreta) sobre el PEC dejan amplio margen a interpretaciones contrapuestas. Del an¨¢lisis de ese v¨ªdeo cabe concluir que Felipe Gonz¨¢lez dijo una cosa (y la dijo de manera ambigua e imprecisa) y que Manuel Fraga -y con ¨¦l muchas otras gentes, y la casi totalidad de los periodistas que cubrieron la informaci¨®n del debate- entendi¨® otra bien distinta. Mientras el presidente del Gobierno incorporaba a su discurso la afirmaci¨®n de que el PEC deber¨ªa ser debatido en el Congreso entrecomill¨¢ndola imaginariamente, en un tono impreciso, como una supuesta cita de Fraga, el dirigente de Alianza Popular crey¨® que Gonz¨¢lez estaba anunciando la decisi¨®n de enviar ese documento reservado a la C¨¢mara. El presidente, inmediatamente despu¨¦s de pronunciadas sus equ¨ªvocas frases, se?al¨® que no consideraba procedente que el debate en torno a la OTAN se entremezclara con una discusi¨®n sobre el PEC. A continuaci¨®n, autoriz¨® a Fraga, a quien el Gobierno hab¨ªa entregado en su d¨ªa ese documento secreto, a citar, bajo su responsabilidad, las partes del PEC que pudieran incidir en el debate sobre la Alianza Atl¨¢ntica. Sin embargo, Fraga, en su r¨¦plica, hizo expl¨ªcita su conclusi¨®n de que las palabras del presidente equival¨ªan al anuncio formal del pr¨®ximo env¨ªo del PEC al Congreso. Y Felipe Gonz¨¢lez, por las razones que fuesen, no rebati¨® esa interpretaci¨®n. El enredo no concluye aqu¨ª. Porque el debate se cerr¨® con el rechazo por el Grupo Parlamentario Socialista de una moci¨®n presentada por Alianza Popular para exigir al Gobierno el env¨ªo a la C¨¢mara del documento reservado -lo que podr¨ªa probar la decisi¨®n del presidente de no entregar ese documento secreto a las Cortes y la improcedencia, por tanto, de que minutos antes lo hubiera querido prometer-. Pero las sorpresas de esta comedia son inagotables. Mart¨ªn Toval, portavoz de los socialistas, justific¨® el voto adverso de su grupo a esa propuesta con el argumento ambiguo de que el presidente del Gobierno se hab¨ªa referido ya al "posible conocimiento y debate" del PEC por el Congreso.
Hasta aqu¨ª, una manera razonable y econ¨®mica de explicar tan barroco enredo ser¨ªa atribuirlo a un gigantesco y lamentable equ¨ªvoco, del que estar¨ªa ausente la mala fe. Felipe Gonz¨¢lez dijo una cosa, pero Manuel Fraga y otros muchos entendieron otra, sin que el presidente y sus asesores tuvieran los reflejos necesarios para deshacer la confusi¨®n. Pero la historia sigue por derroteros extra?os. Sucede que la pol¨¦mica intervenci¨®n de Felipe Gonz¨¢lez en el Congreso no fue transcrita literalmente, sino que fue objeto de una mutilaci¨®n (referida precisamente al debate en la C¨¢mara del PEC) que alteraba su significado y restaba trascendencia al supuesto compromiso del presidente con el Parlamento. La oposici¨®n conservadora, que ha descubierto en la convocatoria del refer¨¦ndum la esperada ocasi¨®n para hacer sangre en Felipe Gonz¨¢lez, se encontr¨® con un inesperado regalo. Porque la torpe respuesta del ministro de Defensa a la pregunta formulada por el diputado Verstrynge en torno al eventual env¨ªo por el Gobierno a las Cortes del PEC se bas¨® precisamente en esa cita textual mutilada (Serra asegur¨® que no hab¨ªa dicho las palabras en la C¨¢mara). A partir de ese momento era inevitable que todas las furias del averno se desataran. Alianza Popular se?al¨® la inexactitud de la referencia y sobre esa base cierta construy¨® la teor¨ªa de una eventual maniobra fraudulenta orientada a borrar de los registros la intervenci¨®n del presidente del Gobierno. La apelaci¨®n al v¨ªdeo y el reconocimiento por la presidencia del Congreso de que se trataba de un error material restablecieron los hechos. Pero la oposici¨®n conservadora, con esa prueba en la mano, no renuncia a la interpretaci¨®n seg¨²n la cual Gonz¨¢lez se comprometi¨® primero a enviar el PEC al Congreso y se desdijo luego de su decisi¨®n, en tanto que sus compa?eros de partido se dedicaban a borrar las huellas de esa incoherencia.
El Gobierno y el Grupo Parlamentario Socialista han resuelto que la mejor defensa es un buen ataque y han acusado a la oposici¨®n conservadora de deslealtad y mala fe. Tambi¨¦n la presidencia del Congreso -en cuya mesa los socialistas son mayoritarios- se ha rasgado las vestiduras y ha protestado contra las insinuaciones o las acusaciones referidas a la posible existencia de dolo en el error material que mutil¨® la intervenci¨®n de Gonz¨¢lez. Hasta el momento las autoridades parlamentarias no han dado explicaciones suficientes sobre los or¨ªgenes de ese error ni sobre las personas responsables de que unas palabras del presidente del Gobierno se caigan en la transcripci¨®n taquigr¨¢fica. Las habituales maneras arrogantes de los dirigentes socialistas se han vuelto contra ellos con m¨¢s fuerza que nunca. Los ciudadanos empiezan a cansarse de que las rega?inas del poder sustituyan a las explicaciones de sus actos, m¨¢xime cuando nadie ha dado cuenta hasta ahora de las vicisitudes que llevaron a la inexacta transcripci¨®n de las palabras de Felipe Gonz¨¢lez.
Cuando se despeje la borrasca -s¨®lo las investigaciones sobre el origen del error material de transcripci¨®n permitir¨¢n determinar sus verdaderas dimensiones- habr¨¢ que volver sobre la cuesti¨®n de fondo. ?En qu¨¦ condiciones, bajo qu¨¦ procedimientos y a trav¨¦s de qu¨¦ mecanismos de seguridad debe conocer el Congreso documentos reservados y secretos como el Plan Estrat¨¦gico Conjunto? ?Aceptar¨ªa Alianza Popular, si fuera la fuerza mayoritaria en las Cortes Generales, el debate que ahora exige a los socialistas? ?Qu¨¦ sentido tiene que ese documento sea mostrado al l¨ªder de la oposici¨®n conservadora, pero no a los portavoces de otros grupos parlamentarios? ?Qu¨¦ piensan, de verdad, sobre estas cuestiones los partidos pol¨ªticos con representaci¨®n en las Cortes Generales? ?Y c¨®mo afecta el PEC, en poco o en mucho, a la operatividad de las Fuerzas Armadas espa?olas en relaci¨®n con la OTAN?
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