Un piano en la discoteca
Todo es cuesti¨®n de imagen. Wim Mertens tiene un buen empaquetador: graba para una primorosa compa?¨ªa belga que, al igual que su distribuidora espa?ola, vende sonidos exquisitos a un p¨²blico que aspira a la exquisitez. Esa aureola de prestigio hip explica que se encontrara en el escenario de una gran discoteca, ante un p¨²blico numeroso y con la presencia de abundantes m¨²sicos madrile?os afines a sus planteamientos. Por si fuera poco ins¨®lito el local para un concierto de m¨²sica contempor¨¢nea, Mertens se presentaba -imposiciones presupuestarias- sin su grupo de acompa?amiento.Recelaba el artista cuando se sent¨® al piano. Pero no hab¨ªa motivos: se le oy¨® con reverencia y se le aplaudi¨® con calor. Mertens conect¨® con el auditorio, que agradeci¨® sus cuatro bises. Y es que lo suyo resulta gratamente accesible. Sus composiciones tienen melod¨ªas lindas y desarrollos razonables, est¨¢n tocadas pulcramente y cantadas con una intensidad que hace olvidar la ausencia de la soprano habitual. En tales circunstancias, su m¨²sica no encierra muchos misterios: r¨¢fagas impresionistas, leves toques repetitivos.
Concierto de piano
Wim Mertens / Soft Verdict. Sala Universal. 13 de febrero.
Pero no entremos en descripciones -en su ¨²ltimo disco, se incluye un extenso texto desmenuzador firmado por un respetado acad¨¦mico- ya que lo extraordinario del recital fue su misma celebraci¨®n. En el mismo ¨¢mbito donde, no hace muchas semanas, atronaban los seguidores de Siniestro Total, el int¨¦rprete y sus oyentes hac¨ªan gala de complaciente sibilidad. Por ahora, no se puede pedir m¨¢s: Mertens volver¨¢ por Espa?a y ser¨¢ el momento de exigir una versi¨®n completa y nervuda del airoso repertorio que desgran¨® en solitario.
Babelia
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