Dimitri Alexeev, un atist¨®crata sovi¨¦tico del piano

Nuevo, gran ¨¦xito de la Royal Philarmonic Orchestra en su concierto de despedida de Madrid, siempre bajo la direcci¨®n del sovi¨¦tico Yuri Temirkanov, y esta vez con la colaboraci¨®n del excelente pianista de la misma nacionalidad Dimitri Alexeev (Mosc¨², 1947).Tres autores rusos ocuparon un programa de indudable fuerza popular: Prokofiev, con la Sinfon¨ªa cl¨¢sica (1917); Rachmaninov, con la Rapsodia-Paganini para piano y orquesta (1934); y Chaikovski, con la Cuarta sinfon¨ªa (alguien la ha denominado Prepat¨¦tica n? 1), de 1878.

Hay algo que no puede neg¨¢rsele a Temirkanov, y es una vitalidad que est¨¢ en ¨¦l y emerge de ¨¦l para alcanzar a la orquesta y al p¨²blico en una unidad de gesto, impulso y resultado, tan natural y l¨®gica, que rinde razonables hasta los excesos. Los hubo en la prepat¨¦tica, junto a una loable acentuaci¨®n de su rusismo filopopularista, unas veces, y de car¨¢cter, siempre. Los hubo en mayor cuant¨ªa para la Cl¨¢sica de Prokofiev, necesitada de primores, detalles y preciosismos que no parecen constituir la m¨¦dula del arte de Temirkanov. Y los hubo, muchos menos, en la Rapsodia de Serge Rachinaninov sobre el Capricho 24, de Nicolo Paganini, quiz¨¢ porque el solista, Alexeev, impuso la t¨®nica de su sonido y su concepto. Disc¨ªpulo de Baslikirov, el tan laureado Alexeev, junta los fundamentos del pianismo sovi¨¦tico y no pocas virtudes de la escuela francesa, con lo que nos da una explicaci¨®n meridiana de los pentagramas a trav¨¦s de un virtuosismo rutilante, atemperado por una sensibilidad de las que hacen escribir a los cr¨ªticos galos eso de "arist¨®crata de sonido", que queda tan bien y sugiere una realidad. Excelente la orquesta y obligadas las propinas.